Rafael Gumucio: “En las familias chilenas siempre pasa algo inusitado”
Rafael Gumucio: “En las familias chilenas siempre pasa algo inusitado” E 6 ARTES Y LETRAS DOMINGO 5 DE MAYO DE 2024 Revista de Libros E n una casa de reposo para ancianos, dos hermanos empiezan un romance. Están viejos, han olvidado su parentesco y no distinguen el más mínimo problema en llevar una vida de pareja. Por supuesto, para los hijos es un escándalo.
La historia sucedió en alguna rama familiar lejana del Rafael Gumucio (Santiago, 1974) y él, que tenía un título para una novela hacía tiempo, Los parientes pobres, vio en la anécdota la chispa perfecta para escribirla.
Sabía que lo que tenía entre manos era un relato al estilo de José Donoso, pero quería evitar su tono "grave y terrible" y, otra vez, se encontró con la realidad: le mostraron el chat de WhatsApp de un grupo de hermanos ya maduros que hablaban y discutían sobre el destino de sus padres. "Ahí se me iluminó la ampolleta", cuenta el escritor. La empezó en los días de la pandemia, cuando escribía todas las semanas el guion para una obra teatral para mostrarla a través de Zoom.
Estaba en la forma perfecta para un desafío formal y se decidió por una estructura cerrada: prácticamente toda la novela está narrada como si fuera una c o n v e r s a c i ó n e n u n c h a t d i g i t a l.
No hay un narrador que guíe la t r a m a, s i n o l a s i n t e r v e n c i o n e s d e 11 h e r m a n o s que intentan abordar y frenar el escándalo de que su padre esté en una relación con su hermana.
Publicada por Random House, Los parientes pobres es una comedia negra que siempre colinda con la tragedia: más que ese romance incestuoso, el problema es el padre, un escultor que rasguñó la gloria nacional como artista, pero que en su casa fue un patriarca arbitrario y castrante para sus hijos. Novela de puertas adentro, en Los parientes pobres Gumucio escarba en las diferencias y miserias de unos hermanos ensombrecidos por su padre.
Los deja hablar como si estuvieran en una terapia de grupo, en la que los dramas de años salen a flote mientras tienen que hacerse cargo de ese artista insoportable que aún al borde la muerte, ya sin decir una palabra, los saca de quicio. "Existen estas familias en Chile. Miles", dice Gumucio. "Una dificultad en este libro es que como pongo en las dos primeras páginas algo tan peliagudo como el romance entre dos hermanos, uno se pregunta qué más puede pasar. Por eso hice una cosa que es difícil, que es que siempre estén pasando cosas, viajes, robos, secuestros.
Ahora, eso es muy típico de la fam i l i a s c h i l e n a s, d o n d e siempre pasa algo inusitado", agrega el escritor en su oficina en la Facultad de Comunicaciones y Literatura de la Universidad Diego Portales.
Los parientes pobres llega a librerías a siete años de la última novela de Gumucio, El galán imperfecto, pero no es que el escritor haya estado en algún tipo de bloqueo creativo: entre medio publicó la biografía Nicanor Parra, rey y mendigo, o el ensayo ¿ Por qué soy católico?, además de sistemáticas columnas en diarios como Las Últimas Noticias o Ex Ante, donde ha perfilado a decenas de autoridades y personajes públicos de los últimos años.
A él se le atribuye el concepto de "octubrista" para denominar a cierto tipo de activista social que apoya con todo el aspaviento posible el estallido de octubre de 2019. "Existía de antes, pero como cosa peyorativa es mía. Ahora me parece horrible en lo que devino la palabra", asegura. Y aunque Gumucio nunca esconde que usa la realidad para alimentar sus novelas, Los parientes pobres no tiene ninguna seña muy reconocible. No hay fechas, no hay contingencia, no hay política, la familia ni siquiera tiene apellido. "Pensé en muchos nombres, pero no quise que tuviera para no situarlos socialmente. Evidentemente, no son pobladores, son medianamente cuicos, pero tampoco tanto", dice el escritor que reconoce que, muy de lejos, el padre de la novela tiene un aire a artistas como Nicanor Parra o Roberto Matta. Del primero, no solo escribió un libro, también fue su amigo. Del segundo, acaba de terminar una crónica de sus años en Nueva York. "El padre, su presencia y su ausencia, ese es el tema.
Me interesaba que fuera artista, porque el padre artista produce en los hijos una complejidad: si tu padre es un funcionario de correos, trabaja, sale y regresa al final del día, todo está más o menos bien, pero si tu padre es un artista, también es un adolescente, es un niño, que vive una sensibilidad en la que tú tienes que vivir", dice Gumucio. "En mi novela, el padre quiere que sus hijos sean artistas, pero a la vez no quieren que estén a su altura y los castra. En una escena del libro están mirando el mar y el padre siempre está buscando si las olas están a la altura de la que la ola podría ser. Y siempre se decepciona. Esa actitud la conozco de cerca", añade. --¿ Cómo la ha conocido? --Ha habido muchos viejos en mi vida.
Nicanor (Parra), Germán Marín, Jorge Edwards, mi abuelo Enrique Araya, un escritor que tuvo un tremendo éxito con la primera novela (La Luna era mi tierra), pero después escribió 20 más a las que no les fue tan bien. Viejos que se sienten decepcionados, porque la ola no está a la altura de sus posibilidades.
Lo que es una manera muy difícil de vivir. ¿Cómo vas a ser tú quien le diga al mar lo que tiene que hacer? --¿ Esa es una particularidad de viejos chilenos?, ¿de los artistas chilenos? --A mí me tocaron chilenos, pero me imagino que en Buenos Aires serían viejos argentinos. Pero en el caso del artista chileno está la frustración, la incapacidad de vivir de su trabajo artístico de manera más o menos burguesa, más o menos segura.
Y en la novela está el drama de este padre escultor que tiene muchos hijos y cuentas, por lo que tiene que hacer m o n o l i t o s p a r a e l C l u b d e Huasos, esculturas para municipalidades... Pero nunca queda claro, como nunca queda claro nada en Chile, si él pudo haber sido un gran escultor y lo frenaron sus hijos, y quedarse en Chile por ellos, o se quedó en Chile y tuvo hijos, porque no tenía posibilidades de ser un gran escultor.
Ese drama inconcluso, que también lo estoy a punto de vivir yo, esa frustración, sí es chilena. --Y así como el padre de "Los parientes pobres" es castrador, ¿qué papel jugaron esos escritores en su obra?, ¿qué huellas le dejaron? --Nicanor te hacía pensar mucho. Preguntarte si tenía sentido escribir así o asá. En mí no tuvo tanto efecto, porque yo lo conocí viejo, pero a escritores como Lihn y a otros les cagó un poco la vida. Eran viejos jodidos. Nicanor era más gentil, pero escribir con Marín encima... Si no le gustaba tu novela, te iba a decir, y si le gustaba demasiado, te lo hacía sentir para mal. Sí debo decir que en estos viejos yo buscaba algo: cuando yo llegué a Chile (en los 80, desde el exilio en Francia) parecía que no había nada. Era un país en que todo parecía tener 20 años. Entonces encontré en estos viejos una tradición de gente que había hecho lo suyo y lo había hecho acá. Había un acervo que convertí en mío. Busqué en estos viejos una paternidad de este tipo.
Supongo que ahora me toca a mi ser el viejo de mierda de otros. --Llevaba siete años sin publicar una novela, pero escribiendo muchas columnas, libros sobre personajes reales, como Parra o su abuela, Marta Rivas. ¿Se siente más cómodo en la no ficción? --Sí, porque inventé un personaje que se llama como yo, pero es un personaje. Cuando las columnas son buenas no soy yo. A veces leo una columna mía y digo quién es este, qué bien escribe... porque no soy yo. Y, a veces, cuando leo una cuestión mala, bueno, es como yo. No soy yo, menos aún esta figura de columnista polémico, difamante; ese sí que no soy yo para nada. Esa es una posibilidad mía, en la que me pongo, pero la gente que me conoce sabe que hay una infinita distancia con mi tono vital, que no es para nada polemista. Yo tengo una opinión, la que sale en el diario, pero también tengo otra. Nunca estoy tan seguro de nada.
O más que eso, estoy seguro de muchas cosas diversas y complejas, lo que me hace también escribir ficción. --En las columnas de prensa ha retratado a toda una galería de figuras públicas, autoridades y políticos, protagonistas de estos años. ¿Qué tan especial le parece el momento que estamos viviendo como país? --Siento que hemos vivido unos años apasionantes, y terribles por cierto, donde se han puesto en juego muchas de las ideas, comportamientos, ficciones y religiones en boga en el mundo entero. Como siempre, en Chile todo se llevó al máximo, pero no terminó en nada.
Cualquier persona que quisiera meterse en el debate público encontraría en nuestro país un lugar muy fértil, porque todas las ideas que se han discutido en el mundo fueron debatidas aquí, no solo en la calle o en las universidades, sino que en el ex-Congreso con proyectos constitucionales.
Y eso es riquísimo y rarísimo, y aún más raro el resultado: un empate a mil goles. ¿Qué pensaría Raúl Ruiz de esto? --¿ La ficción tiene algo q u e d e c i r s o b r e e s t o ? ¿ Abordaría desde la literatura este tiempo? --Lo evito. Me pregunté mucho cuando escribí esta novela, que es una historia sobre una familia que cruza los últimos 50 años, si iba a poner o no el golpe. Es algo muy importante en mi familia y en las familias que yo conozco, y en casi todos mis libros. Pero preferí no hacerlo, porque la política tiñe todo. Yo quería una familia que solo hablara de sí misma, que su único tema fueran ellos. Uno de los problemas de esta familia es que están fascinados con ellos mismos.
Se encuentran muy interesantes e importantes, pero solo hablan de ellos. --De hecho, no aparece la contingencia en "Los parientes pobres". Es como espiar una conversación privada de una familia que ha vivido en un tiempo aparte. --Son puros viejos hablando de cosas de viejos, pero con la técnica de WhatsApp. La problemática es donosiana. El marco teórico de la novela es el que Donoso heredó de la novela criollista y que él termina en Casa de campo y El obsceno pájaro de la noche. Yo tomé todo ese marco general del criollismo, de Mariano Latorre, de Blest Gana, Donoso, pero lo convertí, creo yo, en algo cómico y rápido.
ROBERTO CAREAGA C. `` El padre artista produce en los hijos una complejidad: si tu padre es un funcionario de correos, trabaja, sale y regresa al final del día, todo está más o menos bien, pero si tu padre es un artista, también es un adolescente, es un niño, que vive una sensibilidad en la que tú tienes que vivir". `` Cualquier persona que quisiera meterse en el debate público encontraría en nuestro país un lugar muy fértil, porque todas las ideas que se han discutido en el mundo fueron debatidas aquí, no solo en la calle o en las universidades, sino que en el ex-Congreso con proyectos constitucionales.
Y eso es riquísimo y rarísimo". ENTREVISTA Lanza su versión del criollismo Rafael Gumucio: "En las familias chilenas siempre pasa algo inusitado" A siete años de su última novela, el escritor regresa al género con Los parientes pobres, la historia de un grupo de 11 hermanos que tiene que hacerse cargo de su padre, un artista que aun al borde de la muerte sigue castrando a sus hijos.
Comedia negra construida como si fuera un chat de WhatsApp, es un relato de espaldas al mundo público al que Gumucio le dedica semana a semana controvertidas crónicas. "Hemos vivido unos años apasionantes y terribles", dice. `` El marco teórico de mi novela es el que Donoso heredó de la novela criollista.
Yo tomé todo ese marco general del criollismo, de Mariano Latorre, de Blest Gana, de Donoso, pero lo convertí, creo yo, en algo cómico y rápido". FRANCISCO JAVIER OLEA LOS PARIENTES POBRES Rafael Gumucio Random House, $18.000, 248 páginas NOVELA.