El futuro del VALLE DE LOS CÓNDORES
El futuro del VALLE DE LOS CÓNDORES TRANQUILIDAD. A pesar del aumento de visitantes, el valle sigue siendo un lugar silencioso, especialmente en los tramos de caminata entre una pared y otra. AVENTURA. Una forma de descender al salto del Maule es haciendo un rapel de casi treinta metros. Para volver a subir, es necesario utilizar la vía ferrata disponible. E s de noche y corre un silencio cálido.
Unos cuantos destellos, que brillan como luciérnagas en la oscuridad, se reparten en las alturas de una pared de roca y avanzan hacia arriba con la lentitud de un moribundo; luego caen, se mantienen inmóviles y vuelven a subir. La escena tiene un toque surreal.
El cielo despejado y cubierto de estrellas contrarresta a la oscuridad y revela los contornos de la Gran Pared, una de las tantas en el Valle de los Cóndores, que día y noche recibe a decenas de escaladores que solo se detendrán cuando la piel de sus dedos deje de existir. Y a veces, ni siquiera.
Desde la base, donde un montón de rocas aplastadas entre sí da cuenta de un pasado activo, se oyen gritos de júbilo --tal vez un escalador consiguió completar una ruta desafiante-y, a lo lejos, en las montañas onduladas que lo cercan todo, se percibe una calma sin márgenes. Escalar de noche tiene una ventaja: el vacío desaparece. Solo se ve lo que está al frente, lo que ilumina la linterna frontal. Puede ser una experiencia relajante o aterradora, dependiendo del carácter de cada uno.
La mayoría de la gente que visita este valle lo hace para escalar una de las más de setecientas rutas que se desperdigan por las paredes de roca basalto y andesita de las montañas del Maule. Para detectarlas, basta con mirar hacia arriba y ver el brillo de las chapas de anclaje. Cada columna de roca posee un carácter singular, un estilo de agarres y de movimientos que provocan, inconscientemente, un diálogo con la persona que trazó la ruta.
A comienzos de la década de 2000, este solía ser un secreto a voces, pero después de la equipatón del 2008 (que marcó un hito, pues era la primera vez que tantos escaladores de ciudades distintas unían fuerzas) ya no lo fue más: al menos veinte vehículos, incluyendo furgonetas con espacio para más de diez personas, se encuentran estacionados en el valle a un costado de las carpas. Si en otros lugares es necesario caminar kilómetros para llegar desde el estacionamiento al campo base, aquí solo bastan un par de pasos. Esa comodidad, me dirá días después el escalador Rodrigo Fica, conlleva el riesgo de que la capacidad de carga del valle colapse, lo que según él suele ocurrir durante enero y febrero. Algo de eso se ve: papel confort enredado en las piedras, cajetillas de cigarros y latas de cerveza botados en un humedal. Escribir sobre este lugar y posiblemente hacerlo más conocido tal vez contribuya a ese colapso. O, idealmente, a lo contrario. Es sábado por la mañana.
Sobre un terreno yermo un grupo de escaladores instala un toldo que cuelga desde el techo de una furgoneta proyectando una sombra contundente, algo escaso en un valle que durante la mayor parte del día es arrasado por el sol. Hay personas sentadas en sillas de playas; otras comparten un desayuno en una mesa de plástico, repleta de platos y vasos.
Puedo estar equivocado, pero intuyo que muchos escaladores vienen hasta acá sin fecha de retorno, y comienzo a entender por qué: no hay otro sitio en Chile donde exista tanta comodidad y tanta concentración de rutas de escalada deportiva, algunas tan extremas y estéticas que dos de los mejores escaladores del mundo, Adam Ondra y Alex Honnold, viajaron especialmente para probarlas. Basta una caminata corta por el sector de campamento para escuchar a alemanes, brasileños y argentinos, todos con un mismo propósito: escalar. Y los que llegan por primera vez, como niños en su primer día de clases, cometen el error de ir justo a la pared que, durante la mañana, recibe sol duro y parejo. Pero habría que ser ingrato para quejarse. Yo no me quejo. Por la tarde, en una pared más baja y que recibe sombra, converso con Franco Durán, 30 años, ingeniero agrónomo de Curicó. Conoce las rutas y me da consejos para no perder el tiempo con algo que esté fuera de mi habilidad.
Lleva años viniendo al valle y dice que es "el último rincón no intervenido de la cuenca del Maule", aunque teme que el proyecto energético de la empresa Enel Generación Chile, que pretende instalar torres de alta tensión en el sector, provoque daños irreparables en la fauna y flora nativa. Para él, es un lugar indómito que debe mantenerse como tal. Dice: --Si se muere un animal, se pueden ver cincuenta cóndores tirándose a la presa. Es habitual que pasen cabras al lado de la carpa. Por acá también hay pinturas rupestres, aunque muchas fueron destruidas.
Cuando era estudiante, Franco viajaba a dedo y valoraba lo "lejos de la civilización" que se encontraba el Valle de los Cóndores (no hay, por ejemplo, señal telefónica). Su novia, Belén Riquelme, 28 años, médica y escaladora de Curicó, hace un gesto como queriendo decir que es exactamente así, que aquí uno se conecta a otra frecuencia.
Ella agrega que la confluencia de arrieros, pescadores y escaladores en el valle genera un rico intercambio, y para estos últimos --dice -la ventaja de venir es que hay una enorme variedad de rutas, tanto para principiantes como para profesionales. No lo dicen con estas palabras, pero se desprende de su pasión que aquí el día pasa increíblemente rápido, casi de manera imperceptible, como si el tiempo fuera devorado por el acto de escalar.
No todo es escalada De regreso en el sector de campamento, al día siguiente, me indican que dos estudiantes de último año de Arquitectura de la Universidad de Talca se encuentran trabajando en un proyecto de conservación.
Instalados en una carpa oblonga y alta, que permite estar de pie sin tocar el techo, Diego Morales y Claudia Salas me reciben con uniforme blanco, como de forenses, y toman con algo de incredulidad mi interés por entrevistarlos. Ambos no aparentan sus 24 años: hablan con propiedad y parsimonia, como profesionales de larga trayectoria.
En conjunto, y tras dos años de investigación sobre la problemática del Valle de los Cóndores, comenzaron a construir un mirador infográfico y un museo vivo en un humedal de trescientos metros, con forma de ocho, contiguo al sector de campamento, con el propósito de proteger especies de anfibios --como el sapito espinoso-de ser, literalmente, aplastados por los visitantes del valle. En el lugar donde depositan sus huevos, Diego y Claudia han instalado marcadores de madera, que trazan la dirección que tomará la pasarela que pretenden construir. Diego dice: --El mirador da cierta altura, permite observar el humedal y el entorno de forma elevada, y que de esa manera la gente interactúe con los anfibios y el ecosistema sin destruirlos.
Desgraciadamente, ocurre: a pesar de los esfuerzos de la comunidad escaladora (que incluye una guía con un decálogo que indica las zonas de camping y una serie de sugerencias, como no El futuro del VALLE DE LOS CÓNDORES En los últimos años, este sitio en la cordillera maulina, tildado por escaladores como "un mar de roca", se ha convertido en un destino que trasciende las fronteras de Chile.
De fácil acceso, con paredes de basalto y andesita de excelente calidad, y pozones de agua fría y fresca, se perfila como un auténtico paraíso que tarde o temprano exigirá que se hagan cargo de sus tesoros. POR Matías Rivas Aylwin, DESDE LA REGIÓN DEL MAULE. FOTOS: Benjamín Correa ADRENALINA. La Gran Pared, a diez minutos caminando desde el campamento, es ideal para escalar durante la tarde, porque recibe sombra. UBICACIÓN. El Valle de los Cóndores se ubica en la comuna de San Clemente. Para llegar se debe tomar la Ruta CH-115 desde Talca hacia el Paso Pehuenche. CRIS TIAN FIOL. El futuro del VALLE DE LOS CÓNDORES utilizar parlantes) han hallado restos de fogatas en el humedal. Personalmente, tras recorrer el camino de la pasarela, encuentro pedazos de cinturones y botellas de plástico. Según ellos, se trata de un problema de percepción, pues la gente entra abruptamente al valle y no tiene tiempo de reconocer y ponderar sus necesidades. En otras palabras, no entienden lo que ven. Al caminar, Claudia y Diego se preocupan de no pisar el humedal y lo bordean siguiendo un camino más largo, de rocas, hasta llegar a una porción menos verdosa.
Sin ser bióloga, Claudia maneja muchos datos sobre las especies de anfibios del valle; en un momento se agacha, toma a un sapo espinoso con las yemas de sus dedos y dice: --Lo que hacemos queda para los habitantes del futuro, y esperamos que esto levante una discusión sobre cómo protegemos los espacios que poseemos. Queremos ser un ejemplo para que organismos públicos o privados pueden replicarlo y que se pueda generar una suerte de parque.
Diego cree que su proyecto es una crítica al Sistema de Áreas Protegidas, el cual, según él, no ha implementado acciones para efectivamente proteger el ecosistema del Valle de los Cóndores, a pesar de que existe, en el papel, una figura de protección vigente para anfibios y aves. Antes de agradecerles por su tiempo, hago una pregunta cuya respuesta considero obvia. Pero me equivoco. --¿ Ustedes escalan? --No --responde Diego.
Aún un paraíso Los brazos del río Maule van dejando profundos pozones de color turquesa y aguas tan frías que resistir cinco minutos a cuerpo completo es más difícil que escalar algunas de las rutas de la Gran Pared (aunque es un alivio saber que, al final de un día agotador, existe la posibilidad de tirarse un piquero). Es mi último día y entre las grietas de un montón de rocas, lagartijas y roedores se escabullen al detectar el sonido de mis pasos. A lo lejos, un grupo de columnas se alzan y quiebran el horizonte. Su origen es volcánico, según me explicará días después el geólogo Emil Stefani, director de Operaciones del proyecto Geoparque Pillanmapu, que busca impulsar desarrollo sostenible de la cordillera maulina. Y ocurrió lentamente, a través de flujos de lava que fueron posándose uno sobre otro, rellenando el valle.
Explica Stefani: "Al enfriarse los depósitos de lava, se contrajeron y se formaron fracturas columnares, es decir, planos de debilidad, hasta que mucho tiempo después, producto de la erosión, se generó una fractura más grande, que desplomó la columna hacia el frente, y cuando eso pasa, tienes una pared vertical". Stefani y su proyecto, al igual que la iniciativa de los estudiantes de arquitectura, parecen configurar un futuro auspicioso para el Valle de los Cóndores. Stefani, con solo 31 años, lidera esta propuesta.
Al preguntarle cómo imagina el valle en el diseño del geoparque, dice que el rol de la comunidad escaladora es clave, y que deberían ser ellos los que tomen la gestión, una vez que se consigan los recursos y la aprobación del proyecto. "Me refiero a infraestructura, delimitación de senderos, señalética, paneles interpretativos, baños secos, todo eso formaría parte del Valle de los Cóndores", dice. También está el conflicto del acceso, que se repite en numerosos valles y cumbres de Chile. Si bien el Valle de los Cóndores no presenta restricciones por el momento, sí ha habido roces con el propietario de uno de los lotes donde se practica escalada. Un hombre que ha estudiado este tema es el presidente ejecutivo de Fundación Plantae, Camilo Hornauer, que a su vez es montañista y escalador.
Según él, el camino para gestionar el acceso debiera nacer de un diálogo entre los actores involucrados, idealmente a través de un líder del gremio interesado en dicho acceso. "Se debería proponer un protocolo de uso, acceso y mantenimiento del área, de tal manera que haya normas claras, y que incluso se pueda incluir al municipio correspondiente, es decir, que sea una mesa de trabajo tripartita: privado, visitantes y el Estado. Eso le conviene al municipio, ya que este lugar es un spot internacional de escalada, y se le debe dar vocación al uso del territorio", explica Hornauer. Como sea, el valle no está solo: cada vez son más los que lo conocen y, por lo tanto, como si fuera inexorable, también lo son quienes buscan aportar su granito de arena para protegerlo. D VARIEDAD: Existen, al menos, dieciocho sectores de escalada, desde los grados más fáciles hasta los más difíciles. Es obligatorio el uso de casco y no se debe escalar en rutas donde existan nidos de aves. CONSERVACIÓN. Claudia Salas y Diego Morales han pasado semanas en el valle trabajando en su proyecto. Dada su magnitud, reciben con mucha gratitud la colaboración de los escaladores. FAUNA. Es común ver reptiles y roedores en las paredes de escalada. También se avistan cóndores, zorros culpeos y aguiluchos, entre muchas otras especies..