Editorial: Riesgos que no se ven
Editorial: Riesgos que no se ven ntofagasta no solo enfrenta riesgos materiales visibles como la delincuencia o el déficit habitacional. Su verdadera amenaza es más sutil, pero igual de grave: el estancamiento estratégico y el deterioro progresivo de su tejido urbano y social. Es una advertencia que muchos expertos, desde la academia hasta los organismos públicos y organizaciones sociales, vienen reiterando. No es solo lo que ocurre en el presente, sino la falta de un proyecto de futuro lo que vuelve a la región especialmente vulnerable ante crisis económicas, climáticas o institucionales. En esta ciudad minera, donde se produce cerca del 16% del PIB nacional y más del 50% del cobre de Chile, la paradoja es evidente: grandes cifras macroeconómicas conviven con fracturas estructurales profundas. Esta brecha entre lo que produce y lo que recibe -ya sea en inversión pública, infraestructura o atención políticaha ido calando hondo en la percepción de abandono que expresan sus habitantes. El riesgo más visible hoy es la inseguridad. El territorio dejó de ser "una ciudad tranquila" para transformarse en un territorio donde los delitos violentos homicidios, secuestros, extorsionesdejaron de ser excepcionales. Pero la seguridad no es una isla. Como bien advierten urbanistas, sociólogos y economistas, estos fenómenos se retroalimentan. La criminalidad se instala con mayor facilidad en sectores marginados, donde las condiciones de vida deterioradas -la falta de vivienda digna, empleos formales y acceso a servicios básicosse combinan con un tejido social fragmentado. Cuando el sistema de salud colapsa, las escuelas pierden calidad y la vivienda se transforma en una aspiración imposible, florecen las economías ilegales y se debilita el pacto social. Frente a este diagnóstico, el desafio de las autoridades -nacionales y regionalesno puede limitarse a gestionar la crisis, sino a anticiparse a ella. El norte de Chile ha sido históricamente una región postergada en el diseño centralista del país. Pero el abandono de hoy ya no es solo una injusticia: es una amenaza. Porque cuando las ciudades colapsan socialmente, lo que se erosiona no es solo la calidad de vida, sino la democracia misma. Antofagasta está a tiempo. Pero el tiempo, como siempre, corre más rápido para quienes más lo necesitan. A. Cuando el sistema de salud colapsa, las escuelas pierden calidad y la vivienda se hace imposible, florecen las economías ilegales y se debilita el pacto social. E Editorial