“No busco ningún tipo de reparación, porque nada me devolverá a Catalina”
“No busco ningún tipo de reparación, porque nada me devolverá a Catalina” uJ o -J w o o “No busco ningún tipo de reparación, porque nada me devolverá a Catalina” DOS SEMANAS DESPUÉS DE QUE SU HIJA MAYOR -ALUMNA DE ÚLTIMO AÑO DE TERAPIA OCUPACIONAL EN LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDESSE SUICIDARA, ESTA MAMÁ INICIÓ LA CAMPAÑA “JUSTICIAXCATALINA” PARA MOSTRAR LA HISTORIA DE HOSTIGAMIENTO Y ABUSO HACIA LA JOVEN MIENTRAS HACÍA SU PRÁCTICA Y TAMBIÉN LA COMPLICIDAD DE SU CASA DE ESTUDIOS. “DE ESTA TRAGEDIA, LO ÚNICO POSITIVO QUE PUEDO SACAR ES QUE HAYA UN CAMBIO EN EL TRATO UNIVERSITARIO Y DENTRO DE LOS PROFESIONALES DEL ÁREA DE LA SALUD”, SEÑALA. Por Paula Palacios CAROLINA CORS (53) NO HABÍA EXPERIMENTADO HASTA AHORA LA PARTIDA DE ALGÚN SER CERCANO. ESTA MAMÁ Y PEDIATRA DICE QUE CUENTA CON LA FORTUNA DE TENER TENER AÚN A SUS PADRES Y ABUELOS VIVOS.
Sin embargo, en la mañana del pasado 16 de marzo, se enfrentó a su primer duelo y al dolor más desgarrador que haya sentido: encontró el cuerpo de su hija Catalina Cayazaya (26) sin vida sobre su cama. Al lado de la joven había una pequeña nota dirigida a su madre en que le pedía perdón por suicidarse, pero no pude aguantar”, escribió.
“En ese primer minuto, mi mayor angustia fue pensar cuánto habría sido su sufrimiento para hacer eso... La Cata (como la llamaba llamaba todo el mundo) se parecía mucho a mí, era peleadora como yo, no se quedaba callada.
Amaba la vida, la disfrutaba... Entonces Entonces pienso, cuánto dolor tendría que sentir yo para hacer algo así, y no logro imaginarlo ni dimensionarlo”, se pregunta Carolina entre lágrimas en Machalí, donde vive con su hijo menor.
La angustia de Catalina en quinto año de la carrera fue por el hostigamiento y el trato humillante y denigratorio que recibió durante su práctica profesional como estudiante de Terapia Ocupacional Ocupacional en la Universidad de los Andes.
Situación que la joven denunció a las autoridades y profesoras de su facultad, sin embargo, embargo, no sólo cuenta su mamá le dieron la espalda, sino que la amedrentaron a ella y a sus compañeras con el riesgo de no terminar sus estudios si continuaban con los reclamos e “injurias”. Según relata esta madre, la situación de injusticia le generó a Cata una profunda depresión que la mantuvo dos años en casa con licencia psiquiátrica y sin un propósito. Por desgracia, esta veinteañera vino a engrosar la lista de afectados por el ambiente hostil y malos tratos que desde hace mucho ya se transformó en una práctica habitual en el mundo de la Salud. Ib.
“No busco ningún tipo de reparación, porque nada me devolverá a Catalina” Catalina Cayazaya era la mayor de tres hermanos Leo (23) y Joaquín (17) y la única mujer del matrimonio compuesto por Javier Cayazaya y Carolina Cors. Él, traumatólogo, y ella, médico pediatra separados hace ya más de una década, se conocieron en Santiago cuando estudiaban Medicina en la Universidad de Chile. Recién casados se fueron a vivir a Rancagua, donde nacieron nacieron sus tres hijos. Carolina cuenta que desde pequeña Catalina quería ser terapeuta terapeuta ocupacional, siguiendo los pasos de su abuela materna. Su sueño era trabajar en la Teletén que este año comienza a construirse en Rancagua. En 2017, tras rendir la PSU, entró a la Universidad de los Andes, Andes, la mejor rankeada en Terapia Ocupacional en ese momento.
Los primeros cuatros años de la carrera los cursé sin ninguna dificultad: se llevaba bien con sus compañeras, participaba en la Academia de Teatro de la universidad y siempre hablaba de lo “bacanes” que eran sus profesoras. En 2022 pasó a quinto año y Cata debía hacer cuatro internados internados (de siete semanas cada uno) que equivalían a la práctica profesional. La designación de los lugares era al azar, y a ella le correspondió su primera experiencia en un hogar de ancianos. Para su desgracia, según se desahogaba la estudiante, le tocó una tutora que la trataba según el ánimo con que amanecía, incluso, con insultos y faltas de respeto. “El primer día me llamó para contarme que la experiencia había sido horrible. Si hacía una pregunta, la tildaban de tonta y le respondían con qué había estudiado en estos cuatro años”, reflexiona Carolina. Ese trato hostil se mantuvo todos los días, durante las siete siete semanas, lo que generé en Catalina un estado de angustia permanente. La joven hizo ver esta situación a su supervisora de internado de la universidad, pero las respuestas que recibió fueron que era muy sensible y débil. A pesar de una evaluación inicial positiva, Cata se presentó al examen final de ese internado sin nota de desempeño y con la exigencia de evaluar previamente a su tutora. Esto último, otra irregularidad que la estudiante denunció, pero una vez más nadie la escuchó. Y si bien sintió que dio un buen examen práctico, reprobé. LA CARTA QUE SELLÓ SU DESTINO Catalina quedó mal. Sentía que había sido tratada de manera injusta. Se fue a Rancagua, presentó una licencia médica y estuvo varios meses en su casa, mientras se concentré en terminar su tesis. A esas alturas, varias compañeras de universidad comenzaron a comentarle por WhatsApp sus experiencias de hostigamiento en lugares de práctica. Fue ahí que Catalina las motivé a escribir una carta con un reclamo formal a la dirección de la Universidad de los Andes. La joven la redacté, la firmé la mitad de su curso y la envié desde su correo a sus profesoras.
“Siento que esa carta sellé su destino”, afirma Carolina Cors. ,Por qué lo estima así? Esa carta la respondieron al día siguiente, señalando que citarían a una reunién a todas las alumnas para que contaran sus.
“No busco ningún tipo de reparación, porque nada me devolverá a Catalina” experiencias. in investigaciones previas, ias escucnaron y ia respuesta con una crisis ae panico, que tuvieron que iievaria ce urgencia a ia cvnica. fue que era el colmo, que eran injurias graves y se exponían a sanciones. sanciones.
Al día siguiente, la jefa de carrera y la coordinadora de internado las citaron de manera presencial y les reiteraron que tuvieran cuidado, que podían suspenderlas del internado. ,Cómo reaccionaron las alumnas? Las chicas quedaron aterradas y, obviamente, calladas... Y Cata, que en ese momento iba a volver para hacer el último internado, no fue capaz y siguió con licencia psiquiátrica, bajo un intenso trabajo por parte de su terapeuta, psiquiatra y psicólogo. Con Catalina deprimida en casa, Carolina describe ese 2022 como un año horrible. “Yo tenía una hija que me volvía loca por su exceso de energía.
Siempre haciendo cosas: salía, entraba, iba al gimnasio, asistía a fiestas, fiestas, iba a ver a sus amigos, no paraba nunca! Tenía una pila como de preescolar; vivía contenta, muerta de la risa, siempre con alguna copucha copucha que contar... Y, de pronto, verla acostada acostada en su cama sin hacer nada, diciendo que no quería volver a la universidad... Estuve dos meses con licencia porque la psiquiatra me dijo que no la dejara sola, que la Cata no tenía un propósito vital en ese momento”, recuerda.
UN REPUNTE QUE DIO ESPERANZAS Aun así, en el verano de 2023, su madre y el equipo tratante lograron que la joven se motivara e impartiera clases de natación a niños en la piscina de su casa. Luego, en enero, presentó su tesis y le fue excelente. Todo eso le ayudó a mejorar su ánimo y autoestima. En marzo de ese año, Catalina retomó la universidad para cursar un nuevo internado. internado.
En este reingreso le asignaron la consulta consulta particular de la jefa del Departamento de Terapia Ocupacional de la Universidad de los Andes, quien, según Carolina Cors, era conocida por la cantidad de licencias psiquiátricas que presentaban las internas que pasaban por ahí.
Si bien Catalina no sufrió malos tratos y en dos evaluaciones preliminares preliminares fue bien calificada, en la última semana de práctica su tutora se enteró de que no tendría interna en la próxima rotación, lo que la enfureció, de acuerdo con lo que le compartía la alumna a su mamá. Carolina recuerda que, desde ese día, comenzó el hostigamiento hacia su hija. Un día antes del examen le informó que no podía presentarse porque la encontraba deficiente. “Mi hija escribió un mail a la dirección de la universidad exigiendo su nota de presentación y el derecho a dar el examen. Y se lo permitieron. Sin embargo, de nuevo, le exigieron evaluar a la tutora previamente. Esta la aprobó con un 4. Y en ese momento le informó que su nota de presentación presentación era un 2, lo que era improbable con dos preevaluaciones buenas.
Cata salió en muy malas condiciones... Dos semanas después tenía que repetir el examen”. Tras ese episodio, debía comenzar un nuevo internado y se enteró de que iría a un centro dirigido por la coordinadora de internado de su universidad. universidad. Resignada, Catalina comenzó, pero el recibimiento por parte de la coordinadora no fue de los mejores.
“Y tú, ¿qué haces aquí?, ¿acaso no reprobaste el internado anterior?... No sé site va a dar la cabeza para estar aquí y estudiar para el examen”, le habría señalado, según lo que compartió con su madre. “Y así fueron todos los días siguientes... Cata estaba muy mal.
A las dos semanas me llama la coordinadora para decirme que mi hija estaba Esta vez se fue al suelo, sin esperanza ni ganas de vivir”. ESA NOCHE ME DIO UN BESO COMO SIEMPRE Y SE FUE A ACOSTAR” De regreso a Rancagua presentaron una nueva licencia médica a la universidad y, desde entonces, Catalina nunca más repuntó. “No quiso más de la vida. Me decía: Nunca voy a ser terapeuta, nunca van a dejar que me reciba. Mi hija se sentía, además, menoscabada en su autoestima; que era mala para todo. Que era tonta, inepta. Le ofrecí distintas opciones, pero ella no tenía propósito vital. De ahí no hubo cómo sacarla. Pasaba los días acostada, llorando”. Carolina recuerda entre sollozos que el último día de Catalina fue exactamente exactamente igual a todos los días. No hubo nada distinto ni señales que la alertaran de que la joven había decidido terminar con su vida. “De hecho, ese día me acosté temprano. Estaba cansada, había tenido una semana pesada. Era viernes... Me asomé a supieza, le dije: Hija, me voy a acostar. Ya mami, me contestó.
Me puse a leer un libro, estaba quedándome quedándome dormida, la Cata fue a decirme buenas noches, me dio un besito, un abrazo igual que todos los días, me apagó la luz y se fue a su pieza... Al otro día la encontré en su cama junto a una notita muy cortita en que me decía: Perdón mamita, no pude aguantar”. Carolina cuenta que días después, conversando con algunas amigas de su hija, ellas le comentaron que habían hablado con Catalina sobre la posibilidad posibilidad de que volviera a la universidad en marzo y ella les dijo que no sabía, que quería regresar, pero no se atrevía. “Siento que eso le generé una presión adicional importante. Marzo era el momento de volver y ella no se atrevía.
Quizá pensaba que sería su tercer año sin atreverse, que le hizo sentir un vacío en su vida, la falta de esperanza que tenía, ,,. En estos últimos días, sus terapeutas me han dicho que la causa de su partida, más que el dolor, fue la desesperanza, sentir que no tenía un futuro. Y pensar que tenía tantos planes. Lo más importante para ella era ser terapeuta”. Inició una campaña, en lnstagram, @justiciaxcatalina, ¿hasta dónde esté dispuesta a llegar? Es algo que quería hacer hace dos años, desde que vilo que le estaba pasando. Me pedía que no hiciera nada por miedo a las repercusiones. No me permitió ir a la Superintendencia de Salud, a la universidad. “Mamá, cada cosa que yo hago, peor me tratan”, me decía. Señaló estar consiguiendo lo que su hija quería, ¿qué buscaba ella? Ella hubiera querido vivir en un país con mejores valores de respeto, empatía, amabilidad, ayuda. Es lo que estoy tratando de hacer. Nada calmará el dolor de perder a mi hija; no busco ningún tipo de reparación, porque nada me devolverá a Catalina.
De esta tragedia, lo único positivo que puedo sacar es que haya un cambio en el trato universitario y dentro de los profesionales del área de la Salud. 4Qué sería un cambio importante para usted? Que se tome conciencia de que hay muchas situaciones de maltrato que no se pueden normalizar.
En el área de la Salud, cuántos cuántos egresados están traumatizados que no quieren trabajar en su profesión, ¿a quién le reclaman? Y cuántos de esa gente traumatizada traumatizada sigue y perpetúa el maltrato con los nuevos que llegan. Insisto, dejemos de normalizar el abuso en cualquier ambiente. Si logro eso, algo de consuelo tendré al sentir que mi Catita está detrás de cada acción...