Valparaíso, mi amor
Valparaíso, mi amor A ldo Francia, Sergio Larraín, Celia Castro, Gitano Rodríguez, Arturo Pacheco Altamirano, Lucy Briceño, Francisco Méndez Labbé, Nemesio Antúnez, Loro Coirón, Gonzalo Ilabaca, Los Jaivas, entre otros, pertenecen a esa cohorte de artistas que, durante gran parte del siglo XX, y hasta hoy, han captado en distintos registros la belleza frágil que emerge, por no decir resiste, en cada encrucijada de ese museo vivo y a cielo abierto que es Valparaíso.
Con sus obras y expresiones han ayudado a construir un imaginario en que destacan la efervescencia cultural de la Ciudad Puerto, el paisaje urbano histórico, la bohemia nocturna, el azaroso cruce entre arquitectura y cerros; así como esa contracara de pobreza, abandono y tragedia que ha asolado la ciudad y sus habitantes por décadas. Esta singularidad valiosa y excepcional estimuló durante el gobierno del presidente Lagos la postulación de Valparaíso como Sitio de Patrimonio Mundial Unesco, reconocimiento obtenido en 2003. Lo anterior descansaba en un compromiso del Estado por salvaguardar sus atributos patrimoniales, impulsando un desarrollo sostenible que fuera capaz de conciliar la vocación portuaria con sus desafíos económicos, urbanos, sociales y culturales. Lamentablemente, vistas en su conjunto, las acciones realizadas a la fecha no han sido capaces de avanzar en esa línea y revertir el profundo deterioro que acumula Valparaíso.
Resignados por un hábito luctuoso, cada día vemos cómo la desidia, la obsolescencia, los siniestros, el vandalismo y un grave problema de seguridad pública van erosionando poco a poco aquello que como país hemos comprometido proteger. Los últimos capítulos en esta seguidilla de dolorosas microderrotas fueron los incendios del teatro Pacífico y de otros inmuebles patrimoniales hace pocas semanas, en el corazón del barrio Puerto.
Si bien existen múltiples iniciativas, instituciones y equipos que, con un compromiso irreductible, se resisten al pesimismo y luchan a diario por mejorar este estado de situación tanto desde el sector público como desde entidades privadas, la escala del desafío obliga a plantear una estrategia distinta a la llevada hasta ahora, si lo que se quiere es dejar de administrar el deterioro y poner de pie esta joya hoy opaca del Pacífico.
En esa tarea, la experiencia comparada de ciudades americanas como Montevideo, Rosario, Salvador de Bahía o Ciudad de México resulta útil, ya que estos casos muestran el impacto que planes y proyectos integrados, acotados a áreas de recuperación específicas, con sentido comunitario y que estimulen la acción público-privada, pueden tener para revertir el deterioro urbano.
En el caso concreto de Valparaíso, esto supone acciones ambiciosas y urgentes, como integrar el futuro de la infraestructura portuaria en el diseño urbano, actualizar la legislación patrimonial, generar subsidios y fondos para la gestión del suelo, y recuperar inmuebles para fomentar nuevas áreas de residencia, ocio y trabajo.
Valparaíso, mi amor La escala del desafío obliga a plantear una estrategia distinta a la llevada hasta ahora, si lo que se quiere es dejar de administrar el deterioro y poner de pie esta joya hoy opaca del Pacífico. Emilio de la Cerda E. Arquitecto FRANCISCO JAVIER OLEA PATRIMONIO FUTURO.