Autor: Miguel Laborde
Trump, el bárbaro
Trump, el bárbaro GE OP O É TIC A_ Trump, el bárbaro Donald J. Trump, el Presidente de Estados Unidos, apareció desde fuera de la política, pero siempre ha estado ahí. Es un arquetipo, uno que representa un modo de ser que siempre ha estado actor infatigable presente en la escena humana. A veces creemos que desaparece, pero luego vuelve. No hay caso. Por_ Miguel Laborde En En los países fríos del hemisferio norte sobrevive un antiguo imaginario, según el cual el ser humano es, en el fondo, un ser libre y salvaje. De pronto soporta leyes y ciudades, esas máscaras civilizadas que son inventos de los débiles, pero apenas puede busca su espacio. Cuando adolescente, aunque sea en un campus de Harvard, en torno a una fogata, respira profundo, intenta oír el llamado del bosque, aúlla a la luna. Más tarde, a la mayoría se le viene encima el mundo adulto, pero no a todos. DonaldJ. Trump (1946) es un fenómeno cultural del más alto interés. No es un invento del siglo XXI, aparece en mitos y leyendas que vienen, casi, desde la noche de los tiempos, cuando vivíamos en cavernas. Nuestras armas eran precarias y nos moríamos moríamos de miedo al encontrar un oso gris, un tigre dientes de sable, una pareja de lobos hambrientos. Para sobrevivir, tuvimos que despertar a ese salvaje que todos llevamos dentro. Si estamos aquí, vivos en el año 2025, es porque varios de nuestros nuestros antepasados pasaron por ese rito primal; los que no supieron hacerlo, no dejaron descendientes. Todos tenemos muchos de esos genes bárbaros, además de bacterias que sólo tienen dos impulsos, impulsos, aparearse o intentar destruir al posible rival. Muy básicas, no saben hacer nada más. Y eso nunca desapareció de nuestra nuestra identidad, por más refinados que sean nuestros ambientes, nuestras leyes, nuestra civilización.
Por debajo, sigue respirando el salvaje del comienzo, listo para reaparecer; ese mismo corazón late en nuestro pecho. ¿Cómo es que esta especie endeble, superada por tantos otros animales, logró subsistir? Es que desarrolló astucias, técnicas crueles, inventó armas arrojadizas, gritos guturales para atacar en manada, aprendió a ser peligroso para que los demás retrocedieran retrocedieran a su paso. Así nos fuimos apoderando del mundo, del planeta entero, avanzando detrás de los sanguinarios machos alfa. Los primeros héroes griegos eran caprichosos, espontáneos, impulsivos, impulsivos, sólo atentos a sus instintos. Tan bárbaros que, a pesar de ser guerreros con liderazgo, podían no llegar a una batalla porque estaban gozando algunos placeres. Se les consideraba semidioses, libres de las cosas de este mundo. Luego, hacia el siglo V antes de Cristo, en la que se conoce como Edad Dorada, los héroes cambiaron. Atentos al llamado del deber, sometidos a las reglas de un ejército, a las normas de una civilización, ya no eran como querían ser; se inclinaron ante el deber ser. Para un bárbaro, fue un momento de decadencia, el inicio de una Edad Oscura. En el fondo, el bárbaro detesta a la civilización grecorromana y sus ciudades. Las leyendas nórdicas, mucho antes de aparecer Hitler con sus secuaces, idealizaban la vida salvaje como una verdadera Edad Dorada. También en Inglaterra.
Los grandes artistas icónicos rinden tributos tributos a las fuerzas más indómitas de la Naturaleza, a las tormentas y los truenos, a los parajes de masas de árboles frías e impenetrables, a las montañas oscuras apenas tocadas de un resplandor extraño. Para los seguidores de esa filosofia, toda intervención humana profana la pureza de lo natural. Como escribiera el historiador William Cronon, el problema con “la naturaleza salvaje”, es que la separa de lo humano, sólo la valora cuando está virgen, intocada. Les molesta el ser humano.
En esas culturas, quien quiera sumergirse en lo más profundo de la existencia, quien quiera asomarse a los misterios de la vida, debe adentrarse en lo profundo del bosque y dejar salir al salvaje que llevamos dentro. Tiene que aprender a vivir de otra manera, y llegar a comer carne cruda y luego aullarle a la luna. Hasta ser un hermano del oso y del lobo, un cazador alerta a la aparición de alguna víctima. En esas latitudes frías, habitadas por descendientes de vikingos brutales, mantienen esa conexión con el origen. Son los pueblos más rigurosos en su disciplina, cuando se organizan, porque les cuesta mucho la adaptación; o son rigurosos, en extremo, o vuelven a la barbarie. Es como el que deja de fumar; basta que aspire uno, medio cigarrillo, para recaer en el vicio. Todo o nada.
Se dice que los ingleses normaron los deportes para conservar su condición física en tiempos de paz, pero, al mismo tiempo, hay en ellos una cultura que celebra esa conexión con el cuerpo, los músculos, la rivalidad, los gritos de guerra de las barras bravas los feroces hooligans ingleses, para que no desaparezca el salvaje interior. interior. Ese otro invento de tierras frías, los scouts, tendrían esa misma filosofía de fondo, también creados para no olvidar cómo sobrevivir en lo profundo del bosque. Si quieres conocer la verdad, y conocerte a ti mismo, asómate a tu tempestad interior. Amarra tu pelo, consigue un buen cuchillo y entra en lo salvaje.
“Born ¿ o be wild”, esa canción que hizo célebre célebre la banda Steppenwolf (“lobo de las estepas”), de nombre muy apropiado, es parte del inmenso patrimonio del rock que, muchas veces, conecta directamente con esas energías interiores; en especial en vivo, en un concierto, en medio de una masa aullante.
El gozo de regresar a la tribu, que se creía perdida, y ahí está, más viva que nunca.. Trump, el bárbaro Nada puede molestar más a un bárbaro actual que la cultura woke; les parece, casi, que la inventaron para molestarlos. Eso de andar defendiendo a las mujeres, a las minorías indígenas, a “las razas inferiores”, a los débiles y perseguidos, a todas las víctimas, está en sus antípodas; es el polo opuesto.
No parece coincidencia que, en Estados Unidos y al mismo tiempo, en este comienzo del siglo )OCI, esa sociedad se haya polarizado de tal manera, con un descaro abierto de la barbarie en un extremo, que ya abandonó todas las máscaras; y en el otro, una cultura inclusiva que también se ha vuelto excesiva, canceladora, ftinadora. En el fondo, son los mismos dos polos originales, los dos protagonistas protagonistas de todas las historias, animales y humanas; los depredadores depredadores y las presas. El bárbaro arquetípico es muy similar a las bacterias, en todo sentido. Cuando busca debilidades, para aumentar su territorio o transmitir sus genes, está actuando de acuerdo con las leyes más elementales de las formas vivas. No olvidemos que el cuerpo humano tiene un porcentaje de bacterias (55%), que es mayor al de células humanas. No somos tan, tan humanos... Trump está allá en el norte, vociferando en las latitudes frías, pero también está dentro de nosotros. Es por eso que no nos deja indiferentes. indiferentes. Mal que nos pese, hay algo en ese ser que corresponde a una parte de nosotros. Todos somos Trump porque, al final, todos somos medio bárbaros. bárbaros. La única diferencia, es que la mayoría intentamos domesticarlo, domesticarlo, mientras que él, triunfante, lo exhibe por fuera; es el arquetipo encarnado. 1 7rump publica una imagen de sí mismo como Papa.
El Presidente ha bromeado sobre la posibilidad de ser el próximo pontífice, pero la imagen, que parecía generada por Inteligencia Artificial (lA), fue un paso más allá y provocó algunas reacciones en contra, «The New York Times» (https://www, nytimes. com/es/2025/05/05/espanol/estados-unidos/ trump-papa-foto, html) © www.ynetnews.com/articIe/rje3yu7gii Miguel Laborde es Director del Centro de Estudios Geopoéticos de Chile, director de la Revista Universitaria de la UC, colaborador estable «Diario El Mostrador», socio honorario Sociedad Chilena de Historia y Geografía, miembro honorario del Colegio de Arquitectos, además de autor de varios libros sobre historia, arte y cultura en Chile. 33.