Autor: Crónica cronica@lidersanantonio.cl
La solidaria descendiente de José Miguel Carrera que se enamoró de la belleza de Cartagena
La solidaria descendiente de José Miguel Carrera que se enamoró de la belleza de Cartagena stamos en pleno inEvierno y las noches heladas calan los huesos de cualquiera.
Los vecinos que transitan por las calles se retiran a sus casas en cuanto baja la temperatura, pero quedan las personas que por diversos motivos terminaron sin un techo para vivir y que, obligadamente, deben pernoctar en la vía pública, soportando temperaturas tan extremas que en algunos casos llegan a poner en peligro la propia vida. En su casa de la población Pudeto, la cartagenina Andrea Muñoz Carrera teje gorros de lana. No son para ella ni para venderlos. Andrea sabe de fríos. Sus comienzos fueron de muchas carencias y el sufrimiento de los hombres y mujeres que viven en la indigencia no le es indiferente.
La vida de esta descendiente directa de José Miguel Carrera -considerado uno de los próceres de la Patria por su participación como militar en las batallas que lograron la independencia de Chilefue muy modesta y sin mayores lujos. Quizás por eso se enamoró perdidamente de Cartagena, el lugar donde LA HISTORIA EL LÍDER caminar varias cuadras hasta llegar al tranvia, que no pasaba cerca de nuestra casa.
En el equipaje, tambien se incluía una buena cantidad de comida, como la pasta para el pastel de choclo que, en crudo, lo llevábamos desde Barrancas, que hoy es la comuna de Pudahuel, hasta el balneario", rememora esta vecina de Cartagena. "De los viajes, tengo grandes recuerdos. El avance del tren iba mevacacionaba junto a su familia sagradamente durante los veranos. A pesar del paso de los años, en su memoria aún están frescos los recuerdos de esas temporadas estivales en el tradicional balneario.
Cuenta que la preparación del viaje de Santiago a Cartagena comenzaba varios días antes y el día de partida era una realidad fascinante. "Nos levantabamos a las 5 de la mañana para cargar todo y ciendo nuestras existencias, como si quisiera despercudirnos de las preocupaciones que teníamos en nuestras vidas santiaguinas", añade escarbando en su memoria. Una vez en Cartagena, la vida en Playa Grande era algo que Andrea recuerda con gran cariño. Atesora las mañanas haciendo ejercicio bajo las instrucciones de su padre, quien había sido militar. Así que eso de dar órdenes se le daba de manera natural. Andrea era la hija mayor y muy querendona de Andrés, su progenitor. OTROS TIEMPOS Corrían los años 50' y Cartagena era el epicentro de la vida veraniega de la zona central del país. Hasta la estación de trenes de la comuna llegaba la flor y nata de la sociedad chilena. Los veraneantes de la clase alta se entremezclaban de manera armónica, con la gente de trabajo, que veraneaba en el mismo lugar.
Andrea Muñoz confiesa que sus panoramas durante los veranos eran tan simples como entretenidos: "chapuzones en la playa y pichangas en la arena, mientras nuestros papás iban a bailar a las quintas de recreo, que estaban ubicadas donde hoy están los restoranes de Playa Grande", relata.
En ocasiones su padre tenía que ir por un par de días a trabajar a Santiago y, a su regreso, traía frutas, Milo, turrón y harina tostada para la familia. "A los 40 años, estando en Cartagena, aprendi a hacer artesanía con conchitas. Las fui a vender a la estación de trenes y, así pasé rápidamente de ser turista a emprendedora residente en mi querida ciudad", De los viajes, tengo grandes recuerdos. El avance del tren iba meciendo nuestras existencias, como si quisiera despercudirnos de las preocupaciones que teníamos en nuestras vidas santiaguinas", Andrea Muñoz Carrera, recordando las vacaciones en Cartagena durante su niñez y juventud. Andrea Muñoz Carrera venía desde niña al tradicional balneario junto a su familia. Hoy, a sus 82 años, todavía teje gorros de lana para donarlos a personas en situación de calle. De los viajes, tengo grandes recuerdos.
El avance del tren iba meciendo nuestras existencias, como si quisiera despercudirnos de las preocupaciones que teníamos en nuestras vidas santiaguinas", Andrea Muñoz Carrera, recordando las vacaciones en Cartagena durante su niñez y juventud LA AMANTE DE CARTAGENA ACOMPAÑADA DE SUS NIETOS. ANDREA ENTREGÓ 20 GORROS EN EL ALBERGUE DE SAN ANTONIO. EL DÍA DE SU MATRIMONIO.
La solidaria descendiente de José Miguel Carrera que se enamoró de la belleza de Cartagena CASA PROPIA Andrea Muñoz tiene otra historia que marcó su vida. "Un día vimos en la televisión la historia de una mujer que le escribió una misiva a Lucía Hiriart, implorando ayuda para tener una casa", recuerda. Como ella tampoco tenía una vivienda propia, una de sus vecinas la animó a escribir una carta y. sin nada que perder, la redactó. Al día siguiente tomó un bus y fue, con sus hijos, al Palacio de La Moneda. Fue el 9 de diciembre de 1980. Contra todo pronóstico, Andrea y sus hijos fueron recibidos por una representante del gabinete presidencial de Augusto Pinochet. "Mientras hablaban conmigo, a mis hijos los atiborraron con lechey galletas. Una vez terminada la conversación, me acompañaron a la puerta, me regalaron leche, chocolate y galletas para el viaje de regreso, indicando que me contactarían pronto. Volví a Cartagena llena de esperanza", asegura. Casi tres meses después, el 5 de marzo de 1981, un par de carabineros de la Guardia de Palacio llegó al lugar donde alojaba en el balneario.
Los funcionarios policiales traían consigo una carta de la primera dama, donde se le solicitaba ir a entrevistarse con Hugo Larraguibel, oficial de Ejército designado como alcalde de ese momento, para que enjoy cold days afirma. calde no se tomó bien la misiva que le mostró Andrea y dudó de su presidencial origen.
Por este motivo, la vecina llamó por teléfono a La Moneda y, un par de días después, volvió a la oficina del alcalde, esta vez acompañada por un par de policías enviados directamente desde el Gobierno. Esta segunda visita no dejó espacio a dudas, y Andrea obtuvo un terreno en lo que hoy es el pasaje Calama. Se trataba de un lugar con mucha pendiente, pero eso no la desanimó y comenzó a erigir, con ayuda de una amiga, una improvisada choza, con maderas y fonolas que consiguieron. La vida en su tierra adoptiva no tuvo un comienzo fácil.
Las primeras noches se veía el cielo desde el lugar donde dormía. "Estaba tan feliz por tener un terreno para mí, dejar de depender de otros, que no me importó todo el esfuerzo que tuve que realizar. La gran motivación siempre fueron mis hijos, a los que saqué adelante en medio de todas las carencias que nos rodeaban", admite.
Fueron los recuerdos de esas noches frías de comienzos de los años 80', una motivación para que Andrea, con sus 82 años, haya llegado hasta el albergue de personas en situación de calle en San Antonio, a entregarles gorros de lana, tejidos por sus propias manos, a los 20 residentes del lugar. 0 se le asignara el sitio donde viviría.
La situación, rememora ella, no estuvo exenta de polémica, porque el alEstaba tan feliz por tener un terreno para mí, dejar de depender de otros, que no me importó todo el esfuerzo que tuve que realizar. La gran motivación siempre fueron mis hijos", Andrea Muñoz Carrera. Estaba tan feliz por tener un terreno para mí, dejar de depender de otros, que no me importó todo el esfuerzo que tuve que realizar. La gran motivación siempre fueron mis hijos",