Un viaje tras todos los HONGOS DE CHILE
Un viaje tras todos los HONGOS DE CHILE LADIV RAZALA SANAVV. WAVLATNOMNÁITSABES “¿ S abes cuál fue el gran diar Medicina en vez error de mi vida? Haber empezado a estude meterme a Farmacia. Yo como boticario hubiera sido el tipo más feliz del mundo.
De hecho, es gracias a los remedios que creo que estoy vivo: si te mostrara la cantidad de remedios que tengo en el cajón, te escandalizarías”. Es una tarde de abril y el profesor Waldo Lazo está sentado en el living de su casa en el barrio Yungay de Santiago intentando resumir la historia de su vida, tarea para nada fácil: está a punto de cumplir 95 años. La edad se nota en su andar lento y dificultoso, pero también en la cantidad de recuerdos que persisten en su memoria y que desenreda poco a poco, como una madeja de lana.
Waldo Lazo no solo es un destacado exacadémico de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile o un precursor en la investigación de antibióticos, un trabajo que realizó a comienzos de los años 50, solo unos años después de que se hubiera descubierto la penicilina.
También es un divulgador científico y, sobre todo, un pionero en el país de la micología o estudio de los hongos: entre 1961 y 1967, Lazo realizó el primer gran registro científico de estas especies, cuando por entonces no se sabía prácticamente nada sobre ellas, más allá de investigaciones internacionales que habían realizado otros próceres como el alemán Rolf Singer, de quien Waldo Lazo fue discípulo. Su trabajo desembocó en la obra que hoy se considera fundamental para el estudio de esta disciplina: Hongos de Chile.
Atlas Micológico, un libro que si bien estuvo listo en 1967, por distintas razones demoró 34 años en ser publicado, lo que de alguna forma hizo que el nombre de Waldo Lazo se mantuviera en el olvido por décadas: solo vio la luz en 2001. Claro que al profesor Lazo este atraso nunca le preocupó demasiado.
O al menos eso es lo que repite a menudo durante esta entrevista: al hombre que por primera vez recolectó, fotografió y describió las principales especies del reino fungi presentes en nuestro país, en realidad nunca le gustaron los hongos. Y ahora, casi alcanzando un siglo de vida, reflexiona: “Yo nunca me sentí micólogo. Solo fui un extraño que llegó y que dejó una huella”. La tarea que le encargaron a Waldo Lazo a comienzos de los años sesenta hoy podría sonar insólita. En palabras simples, lo que le pidieron fue que saliera a terreno a ver qué había allá afuera, porque prácticamente nadie lo sabía.
En este caso, “lo que había que ver allá afuera” eran hongos superiores setas y callampas, que Waldo Lazo debía recolectar, fotografiar y describir para la ciencia, una tarea que en Chile solo había sido emprendida por naturalistas como Claudio Gay o, ya de forma más específica en los años 20 y 30, por el micólogo Marcial Espinoza, del Museo de Historia Natural, pero esto quedó abandonado tras su muerte. La solicitud de identificar a los hongos de Chile no provenía de cualquier persona.
Se lo había sugerido el destacado botánico alemán Jochen Kummerow, por entonces jefe del Laboratorio de Fisiología Vegetal de la Universidad de Chile, institución a la que Waldo Lazo había regresado después de estudiar becado en Estados Unidos, donde investigó myxomycetes (un tipo de protozoo). Además, sería un trabajo que no haría solo, sino con la guía de una eminencia: el micólogo alemán Rolf Singer, por entonces de paso en Chile; y tendría como impulsores y benefactores a otras dos grandes personalidades de la ciencia nacional: bien: el sector La Viñita, en Pumanque, donde había nacido. Allí fue recolectando los hongos que más le llamaban la atención, los que más se repetían y aparecían después de las lluvias. Casi siempre iba solo al bosque, a veces exponiéndose a la aparición de perros bravos o de barrancos imprevistos, como él mismo cuenta. Siempre llevaba consigo un canasto, tijeras y una cámara Contax, que conserva hasta hoy: con ella fotografió cada una de las setas y callampas desde todos los ángulos posibles.
Luego las secaba al sol y al aire con papeles y otras técnicas artesanales, y las llevaba a laboratorio, donde junto a Rolf Singer comenzaba su observación en microscopio, para luego realizar su descripción general: nombre científico, tamaño, forma, color, textura, hábitat, distribución, si era comestible o no y la locación donde había sido recogida. Todo eso está incluido en su libro, que es muy didáctico e incluye dibujos, esquemas y glosario de términos, entre otros contenidos fundamentales para su estudio.
Si bien algunas especies ya figuraban en libros y descripciones de científicos extranjeros, otras resultaron ser nuevas para la ciencia, como Hygrocybe pumanquensis o Cortinarius pumanquensis, dos especies que llevan ese nombre científico por la localidad donde fueron recolectadas. Como no existía ningún trabajo similar previo, los lugares donde Waldo Lazo podía buscar hongos parecían infinitos. Era casi como tomar a manos llenas una fuente de cabritas, donde cualquiera podría resultar interesante.
Además de La Viñita, exploró y recolectó hongos desde el Parque Nacional Fray Jorge por el norte hasta Chiloé por el sur, con escalas en sitios como el Jardín Botánico de Viña del Mar, la Rinconada de Maipú, el cerro El Roble, los bosques de El Tabo y los alrededores de Valdivia, entre otros. Su investigación en terreno duró seis AUTOR. Waldo Lazo en el lugar favorito de su casa: el jardín.
Con 94 años, hoy escribe sobre la Independencia de Chile. el rector de la universidad Juan Gómez Millas y el doctor Guillermo Mann, con quien Waldo Lazo había trabajado unos años antes, tras haber estudiado hasta tercer año de Medicina en la Universidad Católica y luego egresar como Licenciado en Filosofía con Mención en Biología en la Universidad de Chile. La pasión de Waldo Lazo, lo repite a menudo, siempre había sido la investigación de bacterias, protozoos, antimicrobianos, antibióticos. Era eso, de hecho, lo que lo había impulsado a convertirse en científico, cuando era un niño que jugaba en los campos de Pumanque, Colchagua. Sin embargo, fue el encargo de esas personalidades lo que lo llevó, sin proponérselo, a un mundo del que poco y nada se sabía aquí, y que incluso era mal visto. “Aquí en Chile se hablaba de callampología. Así que yo era un callampólogo”, explica el profesor Lazo, quien dice haber hecho esto básicamente por su sentido del deber. “A mí los hongos nunca me gustaron. A mí me gustan los remedios. Pero lo hice tal como Tchaikovsky: él, odiando la guerra y a Napoléon, escribió en 1812 una sinfonía maravillosa. Cuando hay dedicación y talento para hacer algo, se hace muy bien. Así que yo hice algo muy bien, a pesar de que nunca lo quise, nunca lo amé”. Así que, con esa misión en mente, Waldo Lazo comenzó a recorrer Chile.
Primero partió por un lugar que conocía muy Esto solo ocurrió en 2001, cuando finalmente, con el apoyo del decano de la Facultad de Ciencias Camilo Quezada, pudo publicar su tan postergado libro a través de la Editorial Universitaria.
Ese mismo año, la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile lo distinguió “por su labor académica y contribución al conocimiento de la micología chilena”, como se lee en un diploma que hoy está sobre un mesón de su biblioteca, entre muchos libros y cachivaches. Los mil ejemplares impresos se agotaron tan rápido que, nuevamente, su obra volvió a convertirse en una especie de mito: eran muy pocos los que tenían una copia. Esto se subsanó en 2016, cuando la misma editorial publicó la segunda edición de Hongos de Chile, esta vez con un diseño renovado, hecho por el mismo profesor Lazo. Junto con sus clases en la Facultad de Ciencias, que realizó hasta 2019, Waldo Lazo también publicó otros libros, como Viajeros y botánicos en Chile durante los siglos XVIII y XIX (2010), Insectos chilenos. Atlas Entomológico (2013) y Santiago, calles y lugares (2017), sobre el patrimonio arquitectónico de la capital.
Por estos días escribe sobre la Independencia de Chile, el único tema que, dice, le ha apasionado tanto como los antibióticos: lo ha investigado durante décadas, y confiesa que su máximo anhelo sería publicar alguno de esos textos. Pero sobre hongos no quiere saber mucho más, aunque sí está consciente de que la visión sobre estas especies ha cambiado. Ya no se habla precisamente de “callampología”, sino de un reino propio que cumple una función fundamental en los ecosistemas: son tanto el fin como el comienzo de la vida. Y en este sentido, el profesor Lazo sabe que su libro fue un significativo aporte, aunque solo haya sido un primer paso, porque todavía queda muchísimo por conocer.
“Me complace mucho (que mi libro haya sido un aporte). Me acuerdo que el doctor Singer una vez me dijo: Los chilenos quieren siempre empezar un edificio por el segundo piso, y no por los cimientos. Lo que usted hizo, Lazo, son los cimientos, porque hasta hoy no hay ningún libro que exponga el nombre de los hongos que hay en Chile. Hay que empezar por eso”, cuenta el profesor. “Son las nuevas generaciones las que deben seguir investigando. Ellos van a escribir otros libros, porque yo ya me fui de esto. Ellos saben 10 o 30 veces más que yo. Pero ¿ sabes cuál es mi sentimiento, mi diferencia? Es que a mí no me interesa saber lo nuevo sobre los hongos. Sí me interesa la Independencia. Yo cuando me entrego a un amor, me entrego totalmente. Y es ese tema el que me da lo que antes me dieron los antibióticos”. D ESTUDIO. Lazo fue discípulo del célebre micólogo alemán Rolf Singer. Junto a él describió varias especies. años y cuando alcanzó unas 260 especies descritas, paró de recolectar.
“Es que me aburrí, y vi que ya había material como para hacer un libro”, dice hoy el profesor Lazo, consciente de lo mucho que todavía falta por investigar en esta materia: se estima que en Chile existen unas 3.000 especies de hongos, de las cuales solo han sido descritas unas 1.600, según la Lista Sistemática de Macrohongos Presentes en Chile, elaborada por Pablo Sandoval y otros autores. A nivel global la cifra es intimidante: solo se conoce el 5 por ciento de las especies de hongos que existen en el planeta. Waldo Lazo terminó de escribir Hongos de Chile. Atlas Micológico en julio de 1967. Si bien el texto fue aprobado por la Comisión de Publicaciones de la Universidad de Chile, no se lanzó.
Aunque prefiere no entrar en detalles, Waldo Lazo atribuye esta decisión no solo a un tema de costos 1967 y 1968 fueron años de escaso presupuesto y revueltas estudiantiles que paralizaron la universidad, sino sobre todo a “los celos profesionales e intriguillas de dos miserables: un agrónomo catedrático en botánica y un veterinario catedrático en genética, cuyos nombres no doy a conocer aquí para no ensuciar con su mención esta reseña”, como dice en un texto autobiográfico que escribió n1 n3 n2 Cortinarius pumanquensis (1), Agrocybe lazoi (2) y Agrocybe allocystis (3). para esta entrevista. Ambas personas ya murieron.
“La no publicación de este libro en su época significó un retraso de varias décadas en el desarrollo de la micología en Chile, ya que no había ninguna base desde donde partir los estudios de hongos”, explica la micóloga de la Universidad de Concepción Viviana Salazar-Vidal, quien hoy mantiene una estrecha relación con Waldo Lazo: lo conoció en 2016, cuando lo invitó a participar en la creación de la Asociación Micológica de Chile, y actualmente lo ayuda a publicar contenido en el sitio web WaldoLazo. cl, que busca dejar un testimonio de su vida y obra dedicada a la investigación y la divulgación científica e histórica de Chile.
Tras esta investigación y la no publicación de su libro, Waldo Lazo fue dejando el estudio de hongos en Chile, y se dedicó a su labor como profesor de botánica y ciencias en la Universidad de Chile. Sin embargo, el contenido de su Atlas Micológico circuló por muchos años suelto en distintos boletines universitarios, que eran difíciles de conseguir: la gracia era poder tener la obra completa. OBRA. Su libro solo ha tenido dos ediciones, de la cuales ya no quedan copias.
En los años 60, el científico y académico Waldo Lazo realizó el primer gran registro y descripción de los hongos de Chile, un trabajo que lo llevó a recorrer buena parte del país y que desembocó en un libro fundamental que demoró 34 años en ser publicado. “Nunca me gustaron los hongos”, dice hoy, a punto de cumplir 95. POR Sebastián Montalva Wainer.. Algunas especies que su libro describió: