Autor: Fernando Venegas Espinoza Académico Universidad de Concepción
Columnas de Opinión: Gastón Soublette ya habita el parque
Columnas de Opinión: Gastón Soublette ya habita el parque arafraseando a Marc Auge y sus no-lugares, podríamos haP blar también de los no-nombres: nombres que pierden sentido cuando emergen otros más significativos. No por imposición, sino porque se exponen. No voy a decir que surgen de forma natural, pero si que se imponen por la fuerza de lo evidente. Y entonces, lo que queda no es mas que reconocerlo: Gaston Soubletteya habita el parque. Sólo falta renombrarlo. Conocía Gastón Soublette a través de su libro La estrella de Chile, que hojeé en la entrañable libreria Crisis de Valparaiso. Luego vinieron conversaciones en la radio, alguna diferencia en torno al Parque Nacional La Campana, hasta que nos encontramos al alero de Violeta Parra, su maestra, en una larga charla en 2017. Vendrían otras igual de cautivadoras. Gastón fue una persona multifacética: filósofo, musicólogo, pensador incómodo, voz ética.
Algunos le recriminan haber dicho abiertamente lo que penso en su juventud, pero no reparan en que sólo lo supimos porque él mismo lo contó. ¿ Quién dice hoy públicamente "me equivoqué, pero eso no me impidió crecer"? Por eso fue reconocido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales. Pero en lo que a esta columna respecta, también fue un hombre profundamente amante de lo local. Contribuyó a la defensa del centro histórico de San Francisco de Limache, luchó contra el proyecto inmobiliario que amenazaba la avenida Urmeneta, acompañó a su vecindario en diversas gestiones, escribió, orientó, alentó. Su legado es un bien común. Por eso, cuando todavía vivo se pidió-en una encuesta ciudadana abiertarenombrar el Parque Brasil como Parque Gastón Soublette, fue una iniciativa llena de sentido. Se hizo porque se vislumbró que el pensamiento de Gastón habitaba, y sigue habitando, ese lugar. Y hay algo todavia más simbólico: en el corazón del parque está la pérgola Gabriela Mistral. No es una casualidad: unirlos es un acto cargado de sentido. Algunos discuten si es apropiado cambiar el nombre del Parque Brasil. Alegan que "hay que respetar el patrimonio" o que su nombre se debe a la visita de un embajador.
Pero la verdad es otra: ese nombre fue adoptado en el contexto de la posguerra del Pacifico, a fines del siglo XIX, cuando, ante un escenario diplomático regional complejo-especialmente con Argentina-, la relación con Brasil fue destacada y celebrada públicamente. Asi lo reflejaron con insistencia los periódicos de la época. En ese clima, surgió la idea de renombrar localmente espacios como el antiguo parque Vicuña Mackenna, cuyo nombre original fue Plaza La Glorieta. No tiene nada que ver con la Escuela Brasilia, construida más de treinta años después. Pero si se trata de respetar el patrimonio, Mistral y Soublette compartieron una ética del arraigo, una defensa de lo intangible, un amor profundo por los pueblos y la tierra. No es que Gastón merezca el nombre de un espacio público. Es que Limache se honra reconociendolo. Porque en los espacios públicos no sólo se camina. También se evoca, se educa, se resiste, se sueña. C Columna.