Violeta, Nicanor, Roberto
Violeta, Nicanor, Roberto GEOPOÉTICA_ Violeta, Nicanor, Roberto Ella, un fenómeno en la escena musical; el segundo, lo mismo con su antipoesía. El tercero marcó un hito en las tablas con ((La Negra Ester». Merecían estar en un mismo libro de Fidel Sepúlveda, para ver si tenían algo en común.
Por_ Miguel Laborde Nicanor Nicanor se llamó igual que su padre, así es que, como es típico del campo, pasó a ser Nicanor Segundo; la Violeta del Carmen lo siguió tres años después, en 1917; Roberto Roberto llegó en 1921. Igual que con lo de las longanizas y la exitosa película «Denominación de origen», San Carlos y San Fabián de Alico se disputan ser la cuna de los primeros. Da lo mismo, son de Nuble, que es mucho decir. Más al norte, los campesinos son más apatronados, hablan en chiquitito, se ningunean, soportan el destino que les llegó como una suerte de “fatalidá”. Toca aguantar y soportarla. Estos hermanos Parra Sandoval, como buenos ñublensinos, crecieron crecieron diferentes, sin achicarse. Para Fidel Sepúlveda, de quien se publicó ahora un libro póstumo PARRA, estos hermanos son típicos de la cultura de América Latina. Salen de la provincia, de un mundo precario, pero poseen una grandeza de espíritu que los hace fuertes, a veces tiernos, pero capaces de un humor irreverente, irreverente, desenfadado, con un algo de descaro. Dicen que la cultura nace cuando el primer humano, consciente de sí mismo, fue capaz de decir “yo soy”. Así fueron estos Parra. Sabían, allá en el sur, que eran portadores de una alta cultura. No hablaron sólo por sí mismos, sino por todo un Pueblo. No quisieron aprender a hablar de otra manera, la citadina.
Lejos de esa renuncia, pusieron en valor su habla rural y, como dice en el prólogo Gastón Soublette (recordado en esta misma edición de #LAPANERA), con todo su “colorido verbal e ingenio”. Fieles a su origen.
Es interesante acordarse que Argentina también vivió el mismo choque, por el hablar del gaucho y el del porteño, peculiares, incorrectos para la Real Academia, pero el país resultó ser nacionalista nacionalista y reivindicó el modo propio de usar la lengua castellana. También los Parra, que crearon vocablos nuevos con vital soltura. No eran bufones, no servían para divertir al público por un plato de comida. Muy orgullosos, hábiles en el doble sentido, en la talla y la paya, su actuar recuerda el modo de ser del pícaro andaluz. El propio Roberto pasó a ser un símbolo de la cultura guachaca, el verdadero inventor de las cuecas choras.
La gracia, como observa Fidel Sepúlveda en estos textos escritos en distintos momentos o pronunciados en conferencias todo reunido reunido en este pequeño volumen, es que detrás de esas ironías, de ese espíritu lúdico, se comparte un sentido de vida trascendente. El contexto recuerda el pesebre cristiano, es la misma metáfora; metáfora; en lo sencillo y cotidiano, en lo silvestre como las flores del campo, es más fácil que se haga realidad lo trascendente. Los tres hablan desde lo cercano y, en ese sentido, dignifican la vida de quienes viven esa precariedad que reconoce Fidel como característica característica de América Latina. Puesto que ella tiene la virtud de acercarnos a lo trascendente, dice Soublette en su prólogo, habría que bendecirla. Ahora, y esto lo destaca Fidel, los Parra no se quedaron en la nostalgia nostalgia de la infancia campesina, en el rescate del folclor. Sabiendo que eran portadores de palabras mayores, de una cultura viva, los tres se nutrieron de ella para dar vida valga la redundancia a unas formas artísticas de vanguardia. Estos escritos póstumos de Fidel Sepúlveda (falleció el 2016), hacen hacen que el Premio al Patrimonio Inmaterial que otorga anualmente la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos lleve su nombre. Es su honda cultura, nutrida del mismo origen también nació en Nuble, lo que le permite leer y aquilatar el aporte de los Parra en todas sus dimensiones.
Identidad compartida El ser humano, decíamos, surge al decir “yo soy”. Pero, se completa cuando se hace parte, en la feliz expresión de Octavio Paz, de una comunidad de yoes, una identidad que no se forma contra otro, sobre otro, sino por vinculación.
A Violeta la lleva a sumergirse, además, en la música de los pueblos originarios, integrándolos en la nueva canción chilena, tal como sucede con su «Gracias a la vida», en la que hace uso de una sonoridad huilliche. Abierta al mundo, se hace voz de América Latina toda, la indígena y la hispana andaluza. Nicanor lo hace por articulación.
Deja atrás la poesía convencional convencional e irrumpe con su poesía de lo cotidiano con tal humor y agudeza muchos poemas son verdaderas tallas, chispazos irónicos, que al final sedujo a la poesía oficial y logró ser leído en los más distintos ambientes. Si las ciudades invadían los campos, él se encargó de devolver la mano y su habla campesina campesina se entronizó en la ciudad. Hay otro aspecto que subraya Fidel, de dimensiones cósmicas. Esa identidad colectiva, esas artes de la comunidad, no se limitan limitan a lo humano.
Integran la flora y la fauna, se hermanan con el mundo de los animales y hasta de las cosas, reconociendo en todo cuando existe nuevamente abiertos a la trascendencia una armonía que todo los atraviesa, donde nada sobra, ni las rocas ni las arenas, nada. Se deja ver un cosmos, y se invita a vivir en armonía, a sumarse a esa fiesta de celebración de la vida. Hay algo mediterráneo, griego y romano, español, que se suma a lo indígena en América Latina, y desemboca en una cultura mestiza que busca ese vivir armónico y en plenitud. Como bien destaca Fidel, el comer y el beber también son expresiones de esa comunión vital, de un ser 32_ I Iancra 17Z_ julio 2025. Violeta, Nicanor, Roberto estar en el mundo; hasta las recetas, a veces legadas de una generación a otra, son logros vitales. Llama a descentralizar, partiendo por apoyar las gastronomías regionales, esa cultura de la mesa compartida en familia, con amigos, que le agrega sabor y sentido a la vida. Y, llevan a “la plenitud del cuerpo y del alma”. A 500 años del Descubrimiento de América, dice Fidel, aún no nos hemos descubierto. Más bien, nos habríamos encubierto, sometidos a un complejo de inferioridad y sin atrevemos a ser como somos. Analiza canciones de Violeta que son virtuales terapias de grupo, conversaciones sobre el ser y el deber ser. Las cantoras que admiraba Violeta cumplían esa función en los campos.
Pueden llegar a cantar a la casa donde había muerto un niño y cantarle al “angelito”: “Saludo conjuntamente / los pájaros y sus voces, que te conducen veloces! por esos mares ausentes”. .. El hijo ya vuela, surca los cielos, cruza las nubes, las aves lo acompañan, ya nunca estará solo, la madre se consuela. consuela. Así, canciones de amores perdidos, de errores fatales, de desgracias y fatalidades, pero también, como decíamos, de celebración de la vida. Canciones que hacen visibles la identidad colectiva, la riqueza de vivir en compañía de otros, derrotando a la soledad y a la muerte. Y a las mezquindades y a las injusticias. Son voces que encomian a quien, a pesar de tanta precariedad, sigue siendo quien es, y saca adelante su proyecto vital. Fidel celebra esa actitud de asombro y agradecimiento.
De curiosidad incluso, por creer que la vida tiene sentido y que “todo lo del mundo está en trance de revelar su identidad”. Es también parte de la herencia indígena, esa hermandad con el río, el volcán, la nube, compañeros de ruta que nos acompañan y embellecen la vida mientras estamos vivos. La ecología queda superada por esa cultura mestiza. Habiendo tantas especies de aves, de reptiles, de plantas, de todo, parece no importar demasiado el saber de algunas en extinción, de las que uno jamás hubiera pensado que existen. Sin embargo, en este contexto, en esta actitud, la infinita variedad de especies nos conecta con algo superior, trascendente: el infinito. Es interesante lo que escribe Fidel sobre Nicanor y su traducción traducción de «El rey Lean. Este poeta del campo chileno que, sin complejos, se lanza a trabajar una obra mayor de la literatura universal, de William Shakespeare. Y no lo hace para acercarla al chileno medio, lo hace para conectarla con su habla sureña, con sus metáforas y humores. Se la apropia. Este libro deja abierta una puerta; nos habla de unos hermanos que nos representaron como ser colectivo. A través de sus obras, nosotros somos, todos nosotros, ese Pueblo que anda buscando su sentido.
La ecología (Inc(Ia superada por esa cultura inestiza. habiendo tantas especies de aves. de reptiles. (le plantas, de 10(10. parece no iniportar demasiado el saber de algunas en exlinción. de las que uno jamás hubiera pensado que existen.
Miguel Laborde es Director del Centro de Estudios Geopoéticos de Chile, director de la Revista Universitaria de la UC, colaborador estable «Diario El Mostrador», socio honorario Sociedad Chilena de Historia y Geografía, miembro honorario del Colegio de Arquitectos, además de autor de varios libros sobre historia, arte cultura en Chile. 33 y «Pájaros en la cabeza» (2022), Bernardo Oyarzún, su trabajo explora temáticas como la -, el territorio y la cultura popular..