Columnas de Opinión: Chile 2035: la modernidad sin brújula
Columnas de Opinión: Chile 2035: la modernidad sin brújula César Cifuentes Ingeniero en Administración de Empresa ¿ Qué país estamos construyendo hoy? Esta columna no es un ejercicio de futurología ni una pieza de ciencia ficción. Es una advertencia.
Porque si seguimos transitando por el mismo camino político, social y económico, el Chile del año 2035 no será muy distinto del que ya podemos intuir: uno que avanza en tecnología, pero retrocede en cohesión; que brilla por fuera, pero se fractura por dentro. Hoy, a solo diez años de esa fecha simbólica, se multiplican los anuncios de transformación: electromovilidad, ciudades inteligentes, energías limpias, inteligencia artificial en servicios públicos. Todo eso suena bien, y en parte es positivo.
Pero ¿ quién se está preguntando si estamos realmente preparados para sostener ese país del futuro? ¿ Quién está pensando en el tipo de sociedad que queremos ser cuando lleguemos ahí? Si no actuamos ahora, el Chile de 2035 será un país con vehículos eléctricos recorriendo autopistas impecables mientras los barrios populares seguirán temiendo al narcotráfico. Tendremos hospitales con sistemas automatizados pero listas de espera de un año. Edificios sustentables, pero pensiones miserables. Drones repartiendo compras, pero ciudadanos cada vez más desconectados de sus instituciones. Y no será culpa del tiempo, ni del azar. Será consecuencia directa de las decisiones o de las omisiones que estamos tomando hoy. Porque el principal problema de Chile no es la falta de recursos. Es la ausencia de dirección política. Estamos modernizando el país sin una brújula. Gobiernos que solo administran lo urgente, congresos dedicados al pequeño cálculo, y una elite desconectada del Chile real. La lógica de la encuesta ha reemplazado a la visión de Estado. Nadie se atreve a hablar del largo plazo. Nadie quiere pagar el costo de las reformas profundas.
Todos parecen funcionar bajo el principio del “mientras tanto”. El resultado está a la vista: una ciudadanía desencantada, una clase política cada vez menos creíble, y una democracia que se vuelve frágil no por falta de instituciones, sino por falta de liderazgo. En el camino al 2035, los desafíos son enormes: la transición energética, el cambio climático, la transformación del trabajo, el envejecimiento de la población, la amenaza del crimen organizado. Todos requieren políticas estructurales, acuerdos de largo aliento y sentido de responsabilidad histórica. Pero seguimos respondiendo con parches, slogans y promesas recicladas. A esto se suma otro fenómeno preocupante: la normalización de la fragmentación. Ya no hay coaliciones, hay archipiélagos. Ya no hay visión común, hay trincheras. Y en medio de ese ruido, se pierde lo esencial: ¿ qué país queremos ser? Porque no basta con tener una economía digital o con descarbonizar la matriz energética. No basta con construir edificios eficientes o aplicar inteligencia artificial en la gestión pública. Si no recuperamos el sentido de comunidad, la política con propósito y la justicia territorial, todos esos avances serán solo fachada. Chile no necesita más tecnología si no hay humanidad. No necesita más crecimiento si no hay distribución. No necesita más conectividad si seguimos tan desconectados de lo que pasa en los barrios, en las regiones, en las escuelas, en los hospitales. Si llegamos al 2035 sin haber hecho los cambios estructurales que hoy postergamos, será tarde. Tendremos un país funcionalmente moderno, pero socialmente roto. Un país lleno de datos, pero vacío de verdad. Lleno de redes, pero carente de comunidad. Un país con pantallas táctiles, pero sin tacto político. Por eso, este no es un llamado a planificar para el futuro. Es un llamado a actuar en el presente. A recuperar la política con visión. A reconstruir la confianza pública. A hacer de la planificación una herramienta, no un eslogan. A dejar de navegar con el piloto automático, y a tomar de una vez por todas el timón. El 2035 no es una meta lejana. Es el espejo que nos está esperando. Y si no corregimos el rumbo hoy, ese espejo nos mostrará un país moderno, sí pero sin alma. Sin norte. Y sin retorno..