Autor: CARLOS PEÑA
Manuel Montt Balmaceda (1925-2022)
Ha muerto Manuel Montt Balmaceda, Los lectores del diario seguramente lo recuerdan por el sentido del humor de que hacía gala en sus breves escritos y cartas, por una actitud levemente desaprensiva frente a las dificultades y una permanente preocupación por lo público. Perteneció a un Chile ya un grupo Social con un sentido del deber que va poco a poco desapareciendo. Y construyó un personaje capaz de manejar con pareja destreza las ideas y la ironía.
Fue por muchos años uno de los representantes de Chile ante la OIT, y si bien, por origen socia y por ideas, debió ser más bien de derecha, esa derecha con más recuerdos que fortuna (aunque: alguna vez confesó ser "conservador en lo digno de ser conservado y revolucionario en todo lo demás”, logró mantener una irónica distancia frente a la dictadura sin nunca dejarse confundir con ella, Fundó en los años ochenta una universidad a la que mantuvo, con escrúpulo, lejos de todo compromiso ideológico, yen ella acogió a muchos de quienes las universidades tradicionales (que por esos años tenían rectores delegados) no permitían enseñar. En la escuela de Derecho de la institución que fundó enseñaron desde Eugenio Velasco al volver del exo, Francisco Cumplido, hasta Sergio Diez. De esa forma Manuel Montt dio pruebas del espíitu liberal que poseía, el que le hizo rechazar siempre el sectarismo y la exclusión.
Su sentido del humor no siempre bien entendido (como cuando preguntado por la universidad que había fundado declaró que “siempre había soñado con tener un circo”) era una muestra de su saludable distancia frente a todo dogmatismo y frente a sí mismo, pre sospechoso de que sus logros tuvieran alguna valía.
De sus escritos, invadidos siempre por el humor (aunque también escribió un tratado sobre Derecho Internacional del Trabajo) vale la pena recordar su esbozo de novela, como prefería él lamaria, "Yo no asesiné a Carter” Una broma suya dicha en alguna reunión socia legó los idos de la embajada norteamericana, la que, entonces, para proteger a sus autoridades decidió priarto de la visa. Mostrando su talante, Manuel Montt transformó el en una historia hilarante donde él se esfuerza por demostrarlo que no había asesinado, pretendía hacerlo, a Jimmy Carter.
La anécdota muestra la capacidad que tenía para mudar y transformarlo que nos ocurre en algo de lo que, mejor, vale la pena reírse como siesa fuera una forma de tomar venganza de aquello que nos iria. Pero es probable que ese sentido del humor que él poseía fuera también una vestimenta y un disfraz de una cierta soledad interior, de una. Conciencia aguda de la problematicidad de la propia existencia.
Podía, en efecto, adivinarse en ese humor suyo una forma de aligerar la cotidianidad, de no darle demasiada importancia alo que nos ocurre o lo que nos pasa, convencido, como parecía estar que lo te importante era el misterio que había en el hecho de existir, un misterio que solo cabía confar; pero al que, desgraciadamente, no era posible asomarse.
En sus últimos años esa conciencia de la problematicidad de la propia existencia se en él, no, seguramente, porque temiera y supiera que el in estaba cerca, sino porque él debió creer que en realidad amel que ss porfi asu alcanos: