Columnas de Opinión: Cuando el aire dejó de cumplir su función
Columnas de Opinión: Cuando el aire dejó de cumplir su función Patricio Segura Ortiz Periodista psegura@gmail.com Antes que aterrizara el invierno, ya merodeaba el desvelo por la contaminación en Coyhaique. De ésa que se esparce a lomo de cada bocanada, colándose por toda rendija que encuentra, que de tan pequeña no hay muro ni moro que le aguante. Los pulmones son su alojo preferido, transformándose en gatillante de enfermedades y fragilidad inmunológica en quien sea que encuentra a su paso. No es tema fácil de tratar. Más aún cuando se ancla a una actividad productiva, de ésas que dan empleo y trabajo. Anhelo relevante, claro está, pero que impera conciliarse con otros derechos fundamentales. El problema se arrastra por décadas, caleteando de gobierno en gobierno. Con más y menos medidas, es el Estado en su conjunto el que ha fallado. Cuando estalla, cada cierto tiempo, harto se dice y planifica. Seapaganlosfocosyvuelvelainstitucionalidad a mirar hacia el costado. Sí, el dilema no es simple de abordar. Pero tal no obsta para que se tomen medidas que ataquen la raíz: el modelo social dominante, que permite la mantención de sistemas productivos con alto impacto ambiental y para la salud de las personas. Quizás, el reducido número de personas afectadas no permite ser más drásticos. No viven por estos lados los millones que exhiben Santiago, Valparaíso o Concepción cuando de ingeniar políticas públicas se trata. Pero aunque fuera sólo una familia, la vulneración de derechos humanos como la vida y la salud no debe ser permitida. Debe ser, por todos, interpelada. Mesas de trabajo van, mesas de trabajo vienen. Y en el intertanto quienes viven rodeados de esa mezcla de oxígeno y diminutas partículas se envenenan lenta y cotidianamente. Como una condena. Como una sentencia. Por ello se comprende la indignación. La molestia. La rabia si se quiere. Pero pareciera que no hay interpelación que valga. Tampoco movilización o conversatorio. Cuando el aire deja de cumplir su función, estamos en un problema. Grandes y principalmente chicos (y embarazadas, y ancianos) son sus víctimas. Y, peor aún, quienes no tienen el poder adquisitivo para abandonar lugares donde ya no es posible respirar. Y aunque lo tuvieran, ¿por qué deben dejar, en muchos casos, el hogar en han vivido toda una existencia? Un alcance: estas líneas no van dirigidas a la contaminación atmosférica de Coyhaique, ciudad. Ésa que invierno tras invierno colma de titulares los medios locales. Aquella que es tema obligado de sobremesa y posteos en redes sociales. Estos párrafos aluden a Coyhaique, comuna. Y más específicamente, a Alto Mañihuales.
Donde también se enferman por el aire (y el suelo, y el agua, y los alimentos), al estar obligados a convivir con un tranque de relaves de casi 6 millones de toneladas de residuos mineros de Minera ElToqui, hoypropiedaddeSociedadMineraPacíficodel Sur. SunombreesConfluenciayhaincumplidomúltiples normas. Pasivo ambiental que la empresa, con la anuencia del Estado, se niega a someter a evaluación ambiental. Una que permita cuantificar la magnitud del impacto en la salud de las personas y ecosistemas, y propender a su reparación. Miremos el futuro, de seguro, pero hagámonos cargo del pasado. Así como en Coyhaique se quejan de Santiago, por allá viven lo propio por ser muy pocos, por estar muy lejos. Aunque ni tanto, a estas alturas 60 kilómetros es una bicoca. Más lejos queda Puerto Aysén. Por esas tierras no son partículas de la ineficiente combustión de leña las que circulan por los aires. Son metales pesados como plomo, mercurio y arsénico los que esparcen la brisa y el vendaval.
Los que este verano fueron motivo de muerte de una decena de vacunos, que en 2021 ocurrió lo propio con otro tanto de equinos y que en 2014 voló hasta la prensa nacional por las altas concentraciones en la sangre de pobladores y pobladoras. Sí, es grave la contaminación en Coyhaique. Pero no sólo en invierno. Y tampoco sólo en la ciudad. Opinión.