Autor: JUAN RODRÍGUEZ MEDINA
RAFAEL ELIZALDE MAC-CLURE: el pionero olvidado del ambientalismo chileno
La redición de "La sobrevivencia de Chile" incluye fotos de Robert Gerstmann, de su libro "Chile" (Alemania, 1932, prólogo de Ricardo Latcham), registro de 280 imágenes del país reproducidas en fotograbado en matriz de cobre. ROBERT GERSTMANN / GENTILEZA SAPOSCAT H abía preocupación en la comunidad y las autoridades de Santiago por la tala excesiva.
La escasez de árboles en las proximidades de la ciudad instó al Ayuntamiento, el 12 de febrero de 1557, a suscribir un acta que señala: "E otro sí, por cuanto son informados que en monte de la ciudad que está señalado por los bosques de ella, se ha cortado y se corta muy grande cantidad de madera, y de aquí adelante no se remediara, se acabaría de destruir y talar todo dicho monte". La multa que se estableció por cada árbol cortado sin permiso era enorme: 50 pesos de oro.
Lo recuerda Rafael Elizalde Mac-Clure (19081970), pionero de la ecología, en su libro "La sobrevivencia de Chile". Publicada en 1958 y reeditada con actualizaciones poco después de su muerte, la obra vuelve a circular ahora gracias a la editorial Saposcat, como parte de su colección "otra ciencia", con selección de la editora y periodista Marcela Fuentealba, directora del sello, y un prólogo del artista, académico y escritor Pablo Chiuminatto. "La civilización, en su arrolladora acometida, apenas tolera un retazo de suelo sin explotar, un bosque sin talar, una caída de agua sin amordazar, una pradera sin sobre pastorear, etcétera.
El utilitarismo sin freno, al acecho de nuevos recursos, acciona la monstruosa máquina que, poco a poco, va aplastando animales y plantas, bosques y ríos, sin parar mientras provoca el desequilibrio de las fuerzas vitales que lo sostienen", escribe Elizalde.
Vocación ecológica "Para impulsarnos a luchar por la conservación", dice el monumento que en 1970 se instaló en Santiago, en el cerro San Cristóbal, en la subida por Pedro de Valdivia; fue en homenaje a su memoria, durante la Semana del Árbol.
Si se buscan fotos de él en internet, no aparece nada, salvo un poco legible recorte de prensa que informa sobre su muerte. "Elizalde es un intelectual chileno, cientista político de Lovaina, especializado en economía en la Universidad del Sur de California", responde Chiuminatto al preguntarle por este insuficientemente conocido conservacionista, ensalzado, entre otros, por Luis Oyarzún en "Defensa de la tierra". Chiuminatto agrega: "Viajero, testigo de lo peor y mejor del siglo XX, Elizalde trabajó con el político republicano estadounidense Nelson Rockefeller, que dirigía la Oficina de Asuntos Interamericanos, así como hizo este estudio para el Ministerio de Agricultura de Chile durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo. Realizó traducciones y doblajes para Walt Disney y participó en la fundación del Comité Pro Defensa de la Flora y Fauna chileno en 1968.
Es fácil imaginar que su figura resulte inclasificable para el contexto de la época y más aún para las décadas posteriores". Su conciencia de lo que hoy, aceleración capitalista y emergencia climática mediante, ya es tópico, no es exclusiva: una de las gracias de "La sobrevivencia de Chile", además de apuntar al desequilibrio medioambiental y las implicancias que tiene para la vida humana, es que construye una suerte de canon o corpus del ambientalismo chileno: desde Alonso de Ercilla, pasando por los cronistas de la Colonia, hasta Benjamín Vicuña Mackenna. "Elizalde recupera una forma clásica, su libro, aunque principalmente científico, supone un público más amplio", explica Chiuminatto. "Rescata pasajes de cronistas, intelectuales y poetas que apreciaron la naturaleza, la conservación y su complejo equilibrio y, sobre todo, autores que reconocen la influencia humana en el entorno desde la colonia hasta el siglo XIX.
Como diría Mauricio Ostria, se trata de `textos con vocación ecológica' que permiten a Elizalde una visión amplia, no solo a su tiempo, sino que contrasta con la Revolución Industrial y los efectos de la aceleración que provocó". "Sin duda, Elizalde, al igual que Víctor Bianchi en 1942, entre otros, son precursores no solo del ambientalismo, sino que también del estudio y la acción --desde las instituciones responsables-por aminorar los efectos antrópicos". "La fascinación prometeica que trajeron los adelantos técnico-científicos de la segunda mitad del siglo XX postergaron las consecuencias. Nadie puede negar que representaron el control de fenómenos que por siglos fueron un misterio para la agricultura, la salud y el bienestar, pero a poco andar demostraron su ambivalencia. Por eso titulé el prólogo, `una voz en el desierto', eso representa Elizalde'". Vuelta a la religión "El colapso climático ha comenzado", dijo esta semana António Guterres, secretario general de la ONU.
Elizalde, en su libro, habla de Chile como "el paraíso que fue". Y al momento de vislumbrar un camino que tuerza el rumbo, escribe: "Como la meteorología no ha hecho aún los fabulosos progresos de otras ciencias en la previsión del tiempo, una vuelta a la religión en nuestros días sería tal vez la mejor solución para corregir las anormalidades del clima, la felicidad del estómago quedaría asegurada, y si esta se combinara con un retorno a la naturaleza, se podría alcanzar mayor tranquilidad de espíritu". "Nada podem o s h a c e r p a r a m e j o r a r e n nuestro provecho el régimen de la naturaleza. Somos nosotros quienes debemos adaptarnos a sus imperativos.
Y en la medida que en el futuro lo hagamos, nos será posible sobrevivir". Tal vez en línea con esa vuelta a la religión y la naturaleza que propone Elizalde, durante la presentación del libro, Chiuminatto sugirió que, dada la magnitud de la crisis, el asunto ya no sea solo político, sino teológico-político. La expresión viene de Baruch Spinoza, el filósofo holandés, de origen sefardí, nacido en 1632 y muerto en 1677.
Este, en su "Tratado teológicopolítico", escribió que "la fe no exige tanto dogmas verdaderos cuanto piadosos, es decir, capaces de mover el ánimo a la obediencia". Al parecer, no dan las razones y los datos; se necesita una fe. Chiuminatto lo explica así: "Comprender el hecho de que la crisis que vivimos es de una escala sin precedentes, devela cómo la responsabilidad individual y el principio de cohesión social que conocemos son insuficientes. Las urgencias medioambientales implican al mismo tiempo formas de coacción y obediencia, tanto así que, como señaló Michel Serres, se hace necesario ya no un contrato social, sino uno natural.
De ahí que algunos estudiosos propongan este alcance teológico-político". "Ya no bastaría con la solidaridad, también debemos asumir formas de compromiso que van más allá del fuero asociado a la noción occidental de provecho y libertad", cree Chiuminatto. "Los datos científicos de esa época (la de Elizalde) ya demostraban la complejidad involucrada. Transformaciones profundas, cambios de hábitos y costumbres, no bastan decretos o revisiones, ni una tecnología revolucionaria fruto exclusivo de la innovación. Las resistencias y el malestar, el negacionismo, no son simplemente posturas u opciones, son convicciones que pueden acarrear guerras internacionales, pero también guerras civiles.
Hablamos de `creer en el cambio climático', o sea, no es solo una cuestión científica o intelectual, es algo mayor". Conocer tu árbol Puesto que el pensamiento de Spinoza suele describirse así, y ya que, según Elizalde, se trata de volver a la naturaleza, quizás el panteísmo, la identificación de Dios y la naturaleza, sea la fe necesaria.
O algo por el estilo. "El concepto de naturaleza tiene acepciones según las diferentes culturas, y hoy pueden reconocerse corrientes panteístas con influencias arcaicas, pero también acercamientos a formas de animismo", recuerda Chiuminatto. "No es casual que el papa Francisco impulsara la encíclica Laudato si' en 2015, donde reconoce y discute los así llamados `motores del cambio global', es decir, de la crisis. Ahora redacta una segunda parte. El llamado a asumir que la humanidad depende de la naturaleza es una responsabilidad común.
Los credos de influencia mundial están determinados a su vez por formas tradicionales de humanismo; por eso, si esperan un futuro para sus comunidades, este tiene que ser ecológico, o de otro modo las conducen a la autodestrucción, que es lo contrario de la trascendencia". "De ahí la relevancia del negacionismo, porque se vuelve una religión no formal; pero atención, es tan nefasto como quienes cultivan la idea de una vida en Marte", agrega a propósito de una huida al espacio como posible solución. "Ambas perspectivas no consideran ni la recuperación del planeta ni una salvación en comunidad". En su libro, Elizalde hace un listado de árboles, "símbolos para las provincias de Chile", como el tamarugo en el caso de Tarapacá, el Quillay en Colchagua, el canelo en Arauco o el ñirre en Magallanes. "Cada chileno debiera conocer el árbol de su provincia y cuidarlo con afecto", dice.
Lo que lleva a preguntarse si, tal como frente a la crisis de la democracia se habla de la necesidad de tener educación cívica, deberíamos educarnos en la naturaleza chilena. ¿Es esa la verdadera educación cívica? "Es una posibilidad y sin duda ayuda, aunque la urgencia por alcanzar a contener o amainar los efectos de la catástrofe que ya vivimos a nivel global tiene una cara individual, social y nacional, si se quiere, pero, a su vez, considera aspectos regionales, continentales y mundiales.
De ahí la actitud de espera e incluso de inmovilismo que reina: `Yo no cambio si tú no cambias primero'. Eso, a nivel planetario, es la raíz del problema", contesta Chiuminatto. "Hace décadas se sabe que esto no se trata de una cuestión de ideas de izquierda o derecha. Más que de educación cívica se trata de impulsar una nueva cultura, así de radical. Este es el único mundo que tenemos, cualquier alternativa es una ilusión que supone que serán otros los que sufrirán las condiciones no aptas para la vida. Creíamos haber dominado los elementos y, bueno, aquí estamos, ahogados o sedientos, sin punto intermedio. La pregunta es por qué a pesar de la evidencia no se produce un cambio.
De ahí que no se trate de solo educación, sino de acuerdos políticos, pero también culturales, los que ya no son responsabilidad solo de una gestión gubernamental, sino de una visión medioambiental; de otro modo, estamos destinados al colapso como civilización". RESCATE Una voz en el desierto RAFAEL ELIZALDE MAC-CLURE: el pionero olvidado del ambientalismo chileno JUAN RODRÍGUEZ MEDINA LA SOBREVIVENCIA DE CHILE Rafael Elizalde Mac-Clure Selección de Marcela Fuentealba y prólogo de Pablo Chiuminatto, Saposcat, 2023,93 páginas, $10.000. En librerías y Saposcat. cl.
ENSAYO Lo dijo en 1958: "La civilización (... ) apenas tolera un retazo de suelo sin explotar". Ahora que el cambio climático devino ebullición, su libro "La sobrevivencia de Chile" (Saposcat) vuelve a circular, con prólogo de Pablo Chiuminatto, quien, en línea con Elizalde, sugiere que no bastan la razón y la técnica para hacer frente a la crisis ambiental: el asunto es "teológico-político". Chiuminatto cree que Elizalde aún es una figura inclasificable. COMUNICACIONES UC RAFAEL ELIZALDE MAC-CLURE: el pionero olvidado del ambientalismo chileno.