"ME LLAMA LA ATENCIÓN LA POBREZA EN EL MUNDO DE LA CULTURA: HAY POCO TRABAJO"
"ME LLAMA LA ATENCIÓN LA POBREZA EN EL MUNDO DE LA CULTURA: HAY POCO TRABAJO" Matías Rivas, 52 años, editor, poeta y columnista cultural, ojos claros, pelo canoso, dos libros sobre la mesa, una Coca Cola en la mano y un cigarro en la otra, dice antes de inhalar una bocanada de humo: --Tenemos un problema con las palabras. Es martes por la mañana en un café de Providencia. Los titulares del día hablan de la entrega del texto final de la nueva Constitución que hizo el Consejo Constitucional al Presidente, y Rivas llega a esa conclusión. Más allá de las opciones, no pudimos ponernos de acuerdo en un lenguaje común que abarque a una mayoría sustancial del país. Tenemos un problema de lenguaje, con el significado de las palabras, con las preposiciones incluso. ¿Y cómo interpretas eso? Es un síntoma. Habla de un problema mayor. Educacional, cultural, una incapacidad de buscar matices, creo que tiene que ver con eso. Entre más palabras tenemos, es más fácil que nos pongamos de acuerdo, que encontremos el sinónimo que nos convenza. Lo que se ha visto en estos procesos es gente que ha usado las palabras, de una u otra manera, para ejercer el poder, sin contemplar demasiado al otro. Y eso es una cuestión que se ha hecho con el lenguaje. Matías Rivas, quien estudió Literatura en la Universidad Católica, lleva varias décadas trabajando en forma profesional con las palabras. Desde hace 20 años es director de publicaciones de Ediciones UDP y autor de varios libros, el último Un poema de amor, que ha sido muy elogiado. Escribe, además, columnas culturales en el diario La Tercera y hace un taller de lecturas en la galería D21.
Su gusto por el lenguaje y los libros, cuenta, se lo debe a su padre, quien falleció durante la pandemia. --Él fue una figura importante porque me conectó con los libros y también con amigos de él, gente que yo miraba cuando era muy niño y hacían cosas en las artes visuales, la fotografía, la literatura.
Y para mí esos personajes --Paz Errázuriz, Enrique Lihn, Thomas Daskam--, fueron importantes, me daban ganas de ser como ellos. --¿ Estos personajes circulaban por tu casa? --Sí, porque mi papá trabajaba con grabados de forma artesanal. En el garaje, en vez de auto, tenía una máquina para imprimir a litografía, con la que hacía libros y grabados. Antes mi papá trabajó de manera más convencional, como gerente de la Papelera del Pacífico, pero un día se transformó en alguien que hacía grabados y vivía de ese mundo. Es decir, no tenía nada que ver con el padre que se va en la mañana y no vuelve hasta la tarde. Él era diferente a los papás de mis compañeros de colegio, tenía otro look. Fuimos muy amigos. Entonces, perderlo fue dejar de tener un interlocutor central y una persona a la cual adoraba, por cierto. --¿ Qué quiere decir que era tu interlocutor central? --Más allá del rol de padre, conversábamos mucho. Con mi papá y con mis amigos, hablo habitualmente por teléfono. Esa relación antigua de llamar a los amigos para conversar, comentar las últimas noticias.
Entonces, con la muerte de mi papá y de otras personas, como Germán Marín y Juan Manuel Vial, con quienes fui muy cercano, perdí interlocutores. --Y con ellos, se pierde una conversación que se ha desarrollado a lo largo de una vida. --En un momento me di cuenta de que se estaban yendo todos los que hablaban por teléfono. Estaban quedando los que se comunicaban por WhatsApp, que tiene otros protocolos. Con Nicanor Parra, que murió hace cinco años, también conversaba mucho, más allá de ser su editor. Y así, muchos más. Esas conversaciones hoy día me doy cuenta de que fueron gravitantes, centrales, me acuerdo de ellos y los echo de menos. Porque uno está más preparado para algunas muertes, como la de los padres. Pero la muerte de los amigos es algo muy difícil de digerir, te demoras muchos años porque interrumpen una conversación muy larga, con muchos subentendidos. Esa cuestión es insustituible. --¿ Y cómo te las has arreglado sin ellos? --Hace muchos años voy al psiquiatra, a terapia. Si uno tiene la posibilidad de ir a una terapia, es un buen lugar, porque el duelo es una cuestión sofisticada que hay que saber trabajar. Que las cosas queden bien dentro de uno, bien ubicadas en la mente. Me he preocupado de eso en el sentido de estar más recogido, de pasar el proceso, entenderlo, con cero euforia. Mientras Matías Rivas fuma y habla, se acerca una mujer, que dice ser inmigrante, a pedir una cooperación. --Así están las cosas, la vida está dura --dice.
Rivas afirma que está muy preocupado, porque en el último tiempo ha visto de cerca una precariedad en aumento en el mundo de la cultura. --Me llama la atención la pobreza en el mundo de la cultura: hay poco trabajo. Recibo muchas llamadas de gente pidiéndome trabajo, gente importante, con obras, que está en la precariedad total. Creo que el mundo de los pintores, escritores, actores está viviendo una situación muy compleja. Hay una situación material difícil. La televisión, por ejemplo, que llega a los sectores más populares de la sociedad, a quienes no tienen dinero para pagar Netflix, no ayuda en nada. Ni a dar trabajo ni a generar cultura, que son cosas importantes porque la cultura ayuda a pacificar los ánimos. Y eso no es algo que inventé yo; es algo que se sabe desde Virgilio y Homero. La cultura une a las personas desde otro lugar. Eso trae una sensación de paz que hace falta.
La cultura sirve para que la conversación no sea tan brusca, tan violenta, porque ayuda a poner matices. --Si hay falta de trabajo, ¿por qué crees que la gente del mundo de la cultura no ha salido a reclamar por esto? --Pocos se atreven a explicitarlo porque hay un compromiso con el Gobierno. Ahí están metidos en un problema. A veces, el hecho de criticar una opción del Gobierno les cuesta bullying y situaciones, entonces prefieren callar. Yo prefiero ser independiente y decir lo que veo: una precariedad material urgente que solucionar. Estoy hablando de que la gente necesita trabajar y no hay trabajo. Al achicarse los espacios culturales, se han reducido los espacios dentro de las universidades, las becas, los premios, todo. Por ende, hay un contingente de intelectuales, algunos de ellos son profesores, pero de media jornada o con pocas horas, que tienen necesidades de trabajo para poder sobrevivir. Ellos no son decorativos, están trabajando arduamente en lo suyo. Es terrible que a esa gente no se le ponga atención. Porque si esa misma situación se diera en otros mundos profesionales, quizás alegarían. --Es una situación que está soterrada. --Me llama la atención el silencio. Que muy pocas personas salieron a alegar por lo de la Feria del Libro de Frankfurt, muy pocos se quejaron de lo del Festival de Venecia. Y son pérdidas que influyen a muchos, pero hay demasiados que callan, pese a que saben que está mal, que les influye.
Todos los que fueron antes (al Festival de Venecia), Alfredo Jaar, Paz Errázuriz, Voluspa Jarpa, gente que tuvo una presencia importante, no los he visto quejarse a través de los medios de lo injusto que va a ser para las nuevas generaciones o para los otros artistas, no tener esa posibilidad de visibilizarse mundialmente. Lo mismo pasa en la literatura con no haber ido a la Feria de Frankfurt. Un caso elocuente es que una escritora como Isabel Allende se dio a conocer en Frankfurt, donde aconteció el fenómeno de La casa de los espíritus. En ese sentido, el mundo cultural, que implica a todos los que escriben y pone en circulación a pensadores, a la gente de la política, los historiadores; todos ellos se vieron privados. Sin embargo, salvo algunas voces que fueron las mismas de siempre, reina el silencio. Matías Rivas hace una pausa y enciende un nuevo cigarro. Luego agrega: --Al final, no es un problema de este Gobierno, sino que va a trascender en el tiempo. Cuesta recuperar lo que se pierde. Y cuesta ganarlo. Fueron varios gobiernos en los que se tuvo que trabajar para obtener el pabellón de Venecia. Hubo que convencer a mucha gente, estuvieron involucradas personas de distintos pensamientos que lograron juntar sus ideas, dinero, gestión para lograr algo. Entonces, cuando se pierde y los artistas no dicen nada, se vuelven cómplices pasivos. --Puede que el silencio tenga que ver con esa fragilidad material de la que hablas. Quizás los artistas están preocupados de pagar la luz. --Cuando las necesidades se hacen muy fuertes, te haces más individualista. Tienes que pagar la luz, darle de comer a tu hijo. Por lo tanto, pierdes tu idea de poner la cabeza en los grandes problemas de la sociedad. Porque estás sobreviviendo. Creo que hay mucha gente en esa situación. O sea, no es culpa de nadie hablar o no hablar, son opciones personales. Algunos tienen la oportunidad o la disposición.
Pero sí me parece que es importante que se solucione. --¿ Qué lectura has hecho de todos los problemas que ha tenido el Ministerio de las Culturas, con varios cambios de ministro? --Es una especie de síntoma que lleva mucho tiempo generando problemas, dando malas noticias. Me parece curioso que no se pueda instalar este ministerio, hay un conflicto, creo que deberían ayudarlos definitivamente.
Hay problemas sindicales, laborales, de gestión (... ). Ojalá hubiera una preocupación especial del Gobierno para convertir el ministerio en uno que nos proyecte y no solo nos traiga noticias nefastas. --¿ Estás decepcionado del desempeño del Gobierno en materia cultural? --Todavía no termina el Gobierno. Nunca tuve muchas esperanzas, esa es la verdad. Espero que lo hagan lo mejor posible, que salgan de todos los problemas, que pongan un horizonte, sobre todo en el tema del trabajo. Matías Rivas habla con entusiasmo de libros.
Del interés que, dice, suscita una colección llamada "Vidas Ajenas" de su editorial, donde publican biografías, como la de Lola Hoffmann o Pedro Lemebel, o la colección de poesía, donde han editado libros de Juan Luis Martínez, Enrique Lihn, Elvira Hernández o Rosabety Muñoz. --Hay una demanda total --asegura--. La gente lee. O sea, lee un porcentaje muy pequeño de la ciudadanía para lo que es todo el país. Es un mercado lector chico y lo ideal sería ampliarlo. No por razones comerciales, sino culturales.
Es importante que más gente tenga acceso a los libros, ya sea a través de bibliotecas, de poder comprarlos, de acercarse a ellos de manera normal y cotidiana porque eso genera hábitos. --En los últimos años han surgido los llamados "lectores de sensibilidad", que pesquisan que el contenido de un libro no vaya a ofender a algunos lectores en temas controversiales, como el racismo.
Los libros de Roald Dahl, por ejemplo, se reescribieron bajo ese nuevo criterio. --Tengo una aproximación a eso que es la siguiente: Va a haber versiones de un mismo libro, como por ejemplo Tom Sawyer: la original, la versión censurada y la que posiblemente haga la inteligencia artificial. --¿ Crees que vamos a convivir con todas esas versiones a la vez? --Sí. No se excluye. Hay un mundo al que incluso le estimula leer si hay censura. A ellos el mercado le está entregando esos productos. Pero hay un público no menor que quiere leer los libros tal como fueron escritos, y esos libros se van a seguir publicando. Seguramente, con la inclusión de nuevas tecnologías van a poder clonarse, escribirse segundas partes que están en un plano especulativo y que van a capturar otro público. Entonces vamos a tener que convivir con ese tipo de obra y la gente va a tener que saber hacer las distinciones. No lo veo como un daño, sino como una movida comercial, de llamar la atención sobre un mismo texto al censurarlo.
Ahí no hay buenismo, sino el deseo por abrir nuevos públicos. --Cuando se cumplieron 50 años de la muerte de Neruda, escribiste una columna muy comentada, en que hacías referencia al silencio en torno a su figura, pese al hito de su efemérides. ¿A qué lo atribuyes? --Es raro eso. Me llama la atención que haya sido mundial.
Neruda es parte de nuestra historia y que no se haya hecho nada contundente para los 50 años, ninguna serie en la televisión, ninguna edición conmemorativa de parte de las trasnacionales que son las que lo distribuyen. Tampoco pasó en España o en Argentina. Esa situación habla del mundo en que estamos viviendo, pero por otra parte, se siguen vendiendo sus libros e investigando sobre él, lo que es contradictorio. Pero hay un silencio producto de cuestiones que dijo, de lo que le hizo a la hija. --Por hechos de su biografía. --Una especie de purgatorio en el que su figura aún está atrapada. Bueno, tratar de llamar la atención sobre eso es tratar de que lo suelten de ahí. Los escritores pueden tener biografías muy complejas, pero no se puede confundir eso con las obras. Está lleno de criminales que escribieron grandes obras. El mismo Dante, producto de su vida política. Este afán de juntar la vida con la obra y hacer un juicio sobre eso, es muy antiguo y no se llega a mucho, salvo una especie de satisfacción moral de quien hace el juicio.
Pero no se lee la obra ni se discute, ni se generan opiniones críticas que vayan un poco más allá de la denuncia. --Pero no pasó lo mismo con Gabriela Mistral, cuando apareció el tema de su homosexualidad. --Eso fue algo que la sociedad se tomó muy bien. No había por cierto ahí ningún abuso, como en el caso de Neruda. Hay un contrapunto interesante ahí. Gabriela Mistral también cumple con ciertas características que hace que funcione en esta época, con la juventud más bien. Se le está poniendo atención porque cambió su figura con el tiempo, políticamente, a nivel de identidades.
Poeta y director de Ediciones UDP, se declara muy preocupado por la creciente precariedad que ve hoy entre pintores, escritores, actores, y que se ha mantenido soterrada. "Pocos se atreven a explicitarla porque hay un compromiso con el Gobierno", dice.
Además, relata cuánto lo golpeó la muerte de su padre, quien lo introdujo en el mundo de los libros, y observa que las dificultades de escribir una nueva Constitución tuvieron que ver con la falta de lenguaje.
POR CAROLA SOLARI Matías Rivas "ME LLAMA LA ATENCIÓN LA POBREZA EN EL MUNDO DE LA CULTURA: HAY POCO TRABAJO" Durante la pandemia murió su padre, con quien tenía una relación a la antigua, de llamarse por teléfono para conversar. "Perderlo fue dejar de tener un interlocutor central y una persona a la cual adoraba, por cierto", dice. C ARLA PINILLA GRAN DÉ "Cuesta recuperar lo que se pierde. Y cuesta ganarlo. Fueron varios gobiernos en los que se tuvo que trabajar para obtener el pabellón de Venecia. Entonces, cuando se pierde y los artistas no dicen nada, se vuelven cómplices pasivos". pasivos"..