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27-09-2025
Samanta Schweblin, la autora argentina, ¿candidata al Nobel?
Cada año, poco antes del anuncio del ganador del Premio Nobel de Literatura, que será el 9 de octubre próximo, crecen las apuestas. En 2025, suena el nombre de la escritora argentina que, desde Berlín, no se tomó muy en serio su ingreso a las listas. Ganadora o no, es una autora imprescindible. El nombre de Samanta Schweblin resuena con fuerza como posible candidata al Premio Nobel de Literatura 2025.
Medios influyentes como The New York Times y The Guardian han publicado reseñas elogiosas de su último libro, El buen mal, mientras que en Hispanoamérica se impulsa su candidatura como un gesto de reconocimiento a una obra que ha sabido desestabilizar los límites del realismo, el género y la sensibilidad contemporánea. Nacida en Buenos Aires en 1978, Schweblin reside desde hace más de una década en Berlín.
Su escritura, traducida a más de 40 idiomas, ha sido distinguida con premios como el Casa de las Américas, el Juan Rulfo, el Tigre Juan, el Premio José Donoso y el National Book Award en la categoría de literatura traducida. Pero más allá de los galardones, su obra se ha convertido en una zona de riesgo donde lo cotidiano se desarma y lo íntimo se vuelve inquietante.
El reconocimiento internacional La publicación en inglés de El buen mal bajo el título Good and Evil and Other Stories (Knopf, Penguin Random House), traducido por Megan McDowell, ha generado una ola de admiración en el ámbito anglosajón.
Joyce Carol Oates, en su reseña para The New York Times, destaca el impacto emocional de los cuentos y afirma: “Uno de los placeres de leer una colección de cuentos vinculados temáticamente es que, si bien cada historia puede ser independiente de las demás y representar personajes no relacionados, ambientados en lugares muy diferentes, el lector experimenta en conjunto algo del impacto emocional de una novela”. Oates considera que el título en inglés es “inesperadamente genérico”, pero subraya que la presión de la vida familiar, más que el conflicto moral, lleva a los personajes a crisis existenciales. Concluye que las historias son “poderosamente evocadoras e inquietantes”, y que Schweblin logra una atmósfera donde lo perturbador no proviene de lo sobrenatural, sino del reconocimiento de lo fundamental.
Desde el Reino Unido, el escritor Sam Byers sostiene en The Guardian que “la franqueza y la claridad del lenguaje de Schweblin abren un terreno emocional único donde el miedo y la compasión se unen”. Para Byers, la colección de relatos comparte con el género de terror su esencia espiritual, pero evita “todas las trampas estilísticas de lo místico”. Su objetivo no es mistificar ni distorsionar, sino mirar el mundo directamente. Una obra que desarma lo real Desde El núcleo del disturbio (2002), su primer libro de cuentos, Schweblin mostró una pulsión por lo mínimo que se desajusta. Le siguieron Pájaros en la boca (2009), donde lo doméstico se vuelve inquietante, y Siete casas vacías (2015), que explora el vacío y la incomodidad en vínculos familiares. Este último le valió el National Book Award, siendo la primera autora argentina en recibirlo desde Cortázar.
Su novela breve Distancia de rescate (2015), adaptada al cine por Claudia Llosa, con Dolores Fonzi en el papel principal, es una pieza de tensión ambiental y afectiva que indaga el vínculo madre-hija en un entorno rural contaminado. Kentukis (2018), en cambio, se adentra en la distopía tecnológica: una red de dispositivos que permite espiar vidas ajenas, pero también establecer vínculos afectivos inesperados.
El buen mal (2025), su más reciente colección de cuentos, consolida su poética del “realismo torcido”. Historias como “Bienvenida a la comunidad” o “Un animal fabuloso” muestran personajes que cruzan, casi sin notarlo, la frontera entre lo vivo y lo muerto, lo normal y lo siniestro. La presión de la vida familiar, más que el conflicto moral, los lleva a crisis existenciales. Como señala Oates, “todo existe en un estado de tensión, cargado de contradicciones”. Escritura como zona de riesgo Schweblin escribe desde una zona liminal. Su estilo, preciso y sin ornamentos, evita las trampas del misticismo y la alegoría. No hay moraleja ni redención: hay reconocimiento. El horror, en su obra, no es sobrenatural, sino el que emerge al mirar de frente las condiciones fundamentales de la vida.
Como afirma Byers, “las barreras entre lo deseado y lo indeseado son inexistentes”. En tiempos donde la literatura parece buscar consuelo o espectáculo, Schweblin propone otra cosa: una escritura que incomoda, que no se deja domesticar. Su posible candidatura al Nobel no solo celebra una trayectoria, sino también una ética narrativa que se atreve a mirar lo que otros esquivan. En ese gesto, hay una forma de belleza: la que nace de la perturbación, del desarraigo, de la obstinación por narrar lo que no tiene nombre.
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