Nuevas reglas para viejos problemas
Nuevas reglas para viejos problemas L a decisión de la Municipalidad de Puerto Montt de impulsar un nuevo cuerpo normativo para regular los mercados y las 17 ferias libres que operan en la ciudad se presenta como un paso ineludible hacia la gobernanza y el orden. En efecto, la unificación de ordenanzas dispersas y obsoletas es, en teoría, una medida administrativa sensata para enfrentar un escenario de evidente precariedad y descontrol. Sin embargo, un análisis más profundo revela una paradoja inquietante: el caos que hoy se busca contener es, en gran medida, el resultado de una prolongada negligencia y de decisiones políticas cuyas consecuencias fueron advertidas. No se puede obviar que el desborde del comercio informal no es un fenómeno espontáneo, sino el síntoma de un problema mayor.
Como bien apunta una voz dentro del propio Concejo Municipal, la proliferación de ferias libres parece ser una consecuencia directa del desalojo de comerciantes del centro de la ciudad, así como de la pérdida empleos formales, lo que obedece a un problema estructural más allá de los muros de la capital regional.
Por otro lado, mercados con infraestructura deficiente, falta de administradores y carencia de servicios básicos como el aseo, pintan el cuadro de una gestión municipal que durante años pareció dar la espalda a estos importantes centros de abastecimiento comunitario. La alta morosidad mencionada en las comisiones no es sólo una causa del problema, sino también una consecuencia de la falta de inversión y condiciones dignas que incentiven el cumplimiento. En este contexto, la actual administración hereda un desafio complejo. La percepción de los dirigentes de que fueron convocados a revisar documentos "ya listos", en contraste con procesos anteriores más participativos, enciende una alerta. Un verdadero ordenamiento no puede ser una imposición vertical, sino el fruto de un consenso construido con quienes viven día a día la realidad del comercio local. El plan municipal es necesario, pero su éxito no se medirá por la promulgación de una o dos ordenanzas, sino por su capacidad para reparar la confianza rota y abordar las causas de fondo.
De lo contrario, se corre el riesgo de que esta intención de ordenar se convierta, simplemente, en letra muerta.. El plan de ordenanzas busca solucionar unos conflictos que la propia inacción municipal en el pasado ayudó a crear. E Editorial