Autor: Mario Rodríguez Órdenes Fotografía: Patricia Ibáñez Medrano
“La pandemia demostró que no se puede ignorar el conocimiento científico”
“Cuando alguien afirma que la única o principal motivación para generar conocimiento es promover la economía o la productividad, se dejan de lado muchas preguntas relevantes, que nos ayudan a entender quiénes somos”, precisa Pablo Astudillo, uno de los fundadores del movimiento Más Ciencia para Chile Pablo Astudillo considera que Chile “avanza mirando de reojo a la ciencia, pero negándose aún a abrazarla”. Ablo Astudillo Besnier (Rancagua, 1980) es doctor en Ciencias Biológicas, con mención en biología celular y molecular de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con un post doctorado en la Universidad de Manchester, Reino Unido. Entre sus libros destacamos, “Manifiesto por la ciencia. Un nuevo relato para la ciencia en Chile” (2016). Además, es uno de los fundadores del movimiento Más Ciencia para Chile. Actualmente es académico de la Universidad Autónoma de Chile. Astudillo reflexiona en entrevista con Diario Talca sobre la importancia de la investigación científica en el marco del proceso constituyente y lo que esta discusión representa para el futuro del país.
Acaba de publicar La Ciencia en Clave Constituyente (RIL Editores, 2021). Pablo, ¿qué ha impedido que la investigación científica haya tenido históricamente una importancia mayor en Chile? “Creo que varios factores se conjugan para explicar la falta de relevancia de la ciencia en Chile. En primer lugar, la ciencia es ante todo una expresión cultural de las naciones, y en Chile se valora poco el desarrollo cultural. Por otro lado, la investigación científica tiene una dimensión económica innegable, pero nuestro país posee un modelo productivo de escasa complejidad, que no requiere conocimiento científico en niveles importantes. Finalmente, creo que solo en años recientes el sistema político se ha convencido de que los problemas sociales y políticos requieren de conocimiento científico. Por cierto, la comunidad científica podría hacer más para comunicar a la ciudadanía la relevancia de nuestro quehacer”. ¿ Qué permitió alcanzar la Constitución de 1980 en el ámbito de la ciencia?“Poco. El mejor ejemplo es que llevamos casi una década estancados en virtualmente los mismos niveles de inversión en I+D, es decir, en Investigación y Desarrollo. El sector público no se siente con la obligación de impulsar la investigación más allá de solo ciertos niveles mínimos. Solo basta con “estimular, según la Constitución vigente.
Las constituciones de otros países, en cambio, establecen obligaciones claras para el Estado en este ámbito, como lo detallo en “La Ciencia en Clave Constituyente”. ¿ Qué daño ha producido la idea de que “un Estado tiene un rol de incentivar y promover la investigación y la innovación, en gran medida con el fin de mejorar la economía y la productividad”?“Argumenté en mi libro anterior, “La Ciencia Liberada, que la idea de que la ciencia debe estar al servicio del desarrollo productivo es profundamente dañina. Es una suerte de dogma que, si bien a veces es matizado, mantiene su centralidad al momento de concebirse el papel de la ciencia en nuestro país. También mostré en ese libro que esta idea está ampliamente difundida. Pero ese nuevo conocimiento puede generarse debido a múltiples motivaciones.
Cuando alguien afirma que la única o principal motivación para generar conocimiento es promover la economía o la productividad, se dejan de lado muchas preguntas que son relevantes, que nos ayudan a entender quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos, y nos priva de conocimiento que puede ayudarnos a responder otros problemas y desafíos”. ¿ Cómo la eventual nueva Constitución debe considerar el rol de la ciencia?“En lo personal creo que hay cuatro dimensiones fundamentales que la nueva Constitución debe considerar en este ámbito. La primera es el derecho a la ciencia. La segunda es la libertad de investigación. El tercer aspecto importante es el derecho al acceso a los beneficios del conocimiento, junto con la protección frente a los usos indebidos del conocimiento.
Hago esta distinción respecto al derecho a la ciencia porque, actualmente, se entiende que el derecho a la ciencia no se limita al acceso a los beneficios, sino que se refiere también al derecho a participar del progreso científico; es decir, el derecho a hacer ciencia.
Finalmente, creo que la Constitución debe establecer explícitamente la obligación del Estado en su promoción con el fin de alcanzar el bien común, por ejemplo”. ¿Dónde están las fortalezas de los científicos chilenos? “No tengo la fortuna de conocer a investigadores e investigadoras de todas las áreas del saber, pero sí de varias de ellas. En general, creo que nuestros investigadores están bien preparados; son capaces; altamente productivos (aunque este último punto es polémico y no necesariamente es un rasgo positivo); son creativos y sobre todo resilientes. Están dispuestos a colaborar (más bien, se han visto obligados a colaborar, debido a nuestras carencias), lo cual es otro rasgo positivo.
Además, creo que cada día nuestros investigadores se atreven más a explorar otras actividades, como la divulgación científica o participar en instancias políticas”. ¿ Cuáles son los principales desafíos del Chile actual en el ámbito de la ciencia? “Creo que tenemos tres desafíos claros y urgentes. Uno, aumentar nuestra inversión en I+D. No podremos construir nada más si no entregamos más recursos y capacidades a nuestra comunidad científica. Pero no podemos seguir destinando recursos a los mismos instrumentos, lo que nos lleva al segundo desafío: reformular nuestro sistema de financiamiento científico. El tercer desafío creo que engloba a los otros dos: necesitamos una mejor política científica.
Y esa política científica debe conversar con otras políticas sectoriales”. Más ciencia para Chile Pablo, desde 2010 usted participa en Más ciencia para Chile. ¿Cuáles han sido los avances? “Cuando comenzamos la campaña “Más Ciencia para Chile, planteamos la necesidad de avanzar en cuatro ejes: institucionalidad (lo que incluía a las políticas públicas en este ámbito); inserción de investigadores; inversión en I+D y cultura científica. Creo que es justo decir que hemos avanzado en materia de institucionalidad, y que fue nuestro principal foco de interés por varios años.
Sin embargo, veo con preocupación que hemos avanzado muy poco en los otros frentes”. Hasta ahora, ¿cuál ha sido el aporte de la ANID, Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo? “Si nos enfocamos en los últimos años, CONICYT y ANID (como se llama la agencia pública a la cual CONICYT dio paso) han intentado establecer nuevos programas y mejorar algunos aspectos burocráticos.
La ANID es una agencia extremadamente valiosa, pues constituye la base de nuestro sistema científico: permite la formación de investigadores y el financiamiento de diversas actividades, tanto de investigación como de establecimiento de redes y grupos asociativos.
Sin embargo, solo en los últimos dos años se ha dado la posibilidad, para el país, de contar con una política de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación, pero lamentablemente el contexto global ha impedido, en mi opinión, que esta política posea una ambición mayor y se despliegue de forma acorde.
Sin una política pública ambiciosa, es poco lo que ANID puede hacer, más allá de intentar mejorar cada día en su gestión”. ¿ Cómo evalúa los programas de doctorado de la ANID en Chile y en el extranjero? “No me siento plenamente capacitado para responder esta pregunta. Desde luego, hice mi doctorado en Chile y soy académico en otro programa de doctorado hoy. Pero no conozco de cerca la experiencia internacional, pues yo realicé un postdoctorado en el extranjero.
Sobre la base de esa experiencia, puedo decir que hay una brecha colosal, al menos en mi disciplina, entre lo que hacemos en Chile respecto a otros países, debido a los recursos disponibles en el extranjero, la infraestructura, la diversidad de temas, la masa crítica, el ambiente, etcétera.
Me parece indudable que aún tenemos una brecha insalvable”. Alguna vez escribió: “Hoy se tiende a pensar que los países pueden gobernarse con delegados presidenciales, comisiones transitorias y paneles de expertos, ignorando los reportes y opiniones de la comunidad científica en Chile, la que desde los años se encuentran debatiendo este tema”. ¿Mantiene sus dichos? “Creo que la pandemia de COVID19 demostró que no se puede ignorar ni el conocimiento científico ni la voz de las y los expertos. En el ámbito de las políticas científicas, me parece evidente que no se ha escuchado a todas las personas que tienen algo importante que aportar. Y creo que comienza a quedar claro que en otros temas ocurre algo similar.
Ahora bien, e Simporde un sector político maduro, dispuesto a tomar decisiones transparentes en contextos de incertidumbre”. ¿ Cuál es su balance del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Investigación? “Me parece que la respuesta políticamente correcta a esta pregunta sería que ha transcurrido muy poco tiempo como para hacer un balance. Pero creo que sí es posible decir algunas cosas. Más allá de su papel en la pandemia, este ministerio tenía una tarea fundamental, que era sacar a la ciencia chilena de su estado de precariedad. En esa misión, no ha tenido buenos resultados. Algunos de los problemas estructurales más profundos de la ciencia chilena permanecen sin solución, y en esto el ministerio está en deuda, indudablemente.
Además, creo que se ha configurado un ministerio que intentó desconocer la historia de su propia creación, y no me queda claro que quienes participamos en dicho proceso hayamos contado con un espacio para seguir contribuyendo. Desde luego hay avances. Por ejemplo, se han impulsado agendas de género y descentralización.
Pero en el balance, me parece que el ministerio se queda en deuda”. ¿ Cómo ha sido la experiencia del debate en torno a la ciencia en otros países de la región? “En algún momento en el pasado, durante nuestro trabajo en Ciencia para Chile, tuvimos conversaciones con personas involucradas en estos debates en Argentina y Perú. Hoy me parece que el escenario global es otro. A nivel mundial, hay una erosión de la figura del experto y una desconfianza en las instituciones políticas de representación, lo cual cambia el eje del debate.
Actualmente estamos en un intento de salvar la democracia de un naufragio generalizado, y en muchos países el debate sobre materias científicas no se centra en puntos tan elaborados como las políticas cas, sino en cuestiones en apariencia más mundanas, como si debe haber un asesor científico jefe o si tal o cual presidente debe escuchar o no a los científicos en asuntos como el cambio climático o las vacunas.
Esto, a todas luces, es un grave retroceso”, ¿ Cuál es el destino de los países que no investigan? “En el largo plazo, me parece que es el fracaso, mediocridad o conformismo”. Pablo, en definitiva, ¿Chile avanza de espaldas a la ciencia? “Hoy quizás avanza mirando de reojo a la ciencia, pero negándose aún a abrazarla”