Autor: Alberto Sato Académico Escuela de Arquitectura y editor de Revista 180 UDP
Escenas urbanas
| l lugar público de celebraciones masivas había sido víctima de su propia disposición. Destrucción, escombros y cenizas borraron el espacio de festejo de victorias deportivas, triunfos plebiscitarios y lutos de héroes populares. Fue el lugar del estallido social, donde la masa “descargó”, al decir del pensador búlgaro y Premio Nobel de Literatura en 1981, Elías Canetti, toda la energía acumulada. Como describía el autor en 1960 (indicando su previsibilidad): “... el fragor de la vajilla o de los escaparates hechos añicos, contribuye en buena medida a su encanto. Es curioso observar hasta qué punto la masa asume para el que lucha en ella el carácter del fuego.
Tal masa nace por la súbita visión de una llama o al grito de: El fuego como símbolo de masa ha entrado en su economía psíquica y conlleva una parte inalterable de ella... la masa que prende fuego se cree irresistible... es el más potente de los simbolos de masa. Después de cada conflagración, el fuego, como la masa, tendrá que extinguirse”. Hasta aqui las reflexiones de Canetti, que ya había citado a veinte días del estallido el periodista Ascanio Cavallo.
Hoy se observa con alguna calma que los alrededores de la Plaza Baquedano recuperan paulatinamente su tránsito, se retoma la actividad de bares y tiendas, y asoma el deambular de familias con sus niños por sus acercas. ¿Qué ocurrió? Sin duda que la hipótesis de la presencia o acción de fuerzas de represión blindada no es la explicación más verosímil, porque, de hecho, ellos no dominan la escena.
Es posible y probable que la masa encendida se haya extinguido porque la “descarga” ya dio lugar; porque no hay contra quién pelear ni quién los secunde o anime, de acuerdo con el profundo análisis que llevó la vida a Elías Canetti: así, la masa se disolvió y ahora, dispersa, es gente que recobra su identidad de ciudadano y hace uso del espacio público, como muchos aspiran de una sociedad que actúa con civilidad.
Este imaginario es colectivo, como también es colectivo el resguardo de los bienes de la comunidad: así lo dice la literatura urbanística, porque la peor escena es la de pasear por la ciudad entre vigilantes armados y carros blindados.