COLUMNAS DE OPINIÓN: Delirio tecnocrático
COLUMNAS DE OPINIÓN: Delirio tecnocrático Publicada en 2015, Laudato si' fue leída como un manifiesto ecológico.
Se interpretó --con razón-como un llamado a cuidar la "casa común" frente a un "progreso científico y tecnológico" que, escudado en el respeto a las leyes de la economía y en una promesa de bienestar que excluye a buena parte del planeta, se ha emancipado de toda reflexión ética y ha reducido la naturaleza a una masa inerte, disponible para su manipulación. Pero la encíclica iba aún más lejos. Era una advertencia frente a la hybris que anima al proyecto tecnocrático: la idea de que el ser humano puede --y debe-dominar sin límites la naturaleza y eliminar todo misterio. Francisco fue cuidadoso. Tomó distancia de toda demonización. Reconoce a la ciencia y la tecnología como intentos nobles de comprender y mejorar el mundo; como expresión de la creatividad humana, de ese "don de Dios" que permite crear belleza y aliviar el dolor.
Su crítica se dirige al "paradigma tecnocrático", por un lado, y al "antropocentrismo moderno", por otro: dos rostros de una misma arrogancia humana, que desconoce la relación de interdependencia con la naturaleza y con los otros, así como la conciencia de los propios límites. El "paradigma tecnocrático", advierte Francisco, ha capturado silenciosamente la economía y la política.
Sustenta una fe ciega en que más ciencia, más crecimiento y más innovación bastan para resolver cualquier problema --incluido el calentamiento global--, lo que lo lleva a despreciar toda forma de sabiduría que no le resulte "útil". A la vez, disfraza como desenlaces mecánicos, necesarios o inevitables lo que en verdad es fruto de decisiones humanas cargadas de contenido moral y orientadas por intereses concretos. El "antropocentrismo moderno", por su parte, sitúa al ser humano como medida única de todas las cosas, dotado no solo del derecho, sino incluso del deber de subordinar toda la creación a sus propios fines.
Esta mirada se presenta como heredera del mandato bíblico de "dominar la tierra". Sin titubeos, Francisco llamó a romper con esa interpretación, profundamente arraigada en la tradición cristiana. ¿Cuál fue el impacto de Laudato si'? Ciertamente ayudó a la Iglesia a recuperar parte de la autoridad moral y de la capacidad de diálogo con el mundo que había perdido tras años de escándalos y repliegue. Desde el punto de vista político e intelectual, fue decisiva para instalar el combate al cambio climático en el centro de la agenda global. Pero la historia no se detuvo ahí. La desmesura que Francisco denunció hace una década ha adoptado una nueva forma, aún más inquietante: el tecno-utopismo de Elon Musk, Peter Thiel, Marc Andreessen y la élite digital de Silicon Valley. Instalada junto a Donald Trump en la Casa Blanca, esta nueva vanguardia civilizatoria --como gusta autodenominarse-se propone desmantelar el Estado, salvo para hacer la guerra. El resto puede dejarse en manos del mercado, del capital y de la inteligencia artificial, que prometen conducir a la humanidad hacia un futuro sin enfermedad, sin dolor y, con algo de suerte, sin muerte. Claro que no para todos: solo para los más aptos. Como el pequeño X A-Xii, hijo de Elon Musk, de apenas cuatro años, elogiado por Trump en una visita al Salón Oval como "un gran muchacho con un alto coeficiente intelectual", igual que su padre. Ellos son los elegidos.
En su exhortación apostólica Laudate Deum (2023), Francisco volvió a criticar a quienes piensan "como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico", o sueñan con abandonar este planeta para colonizar otros, mientras aquí se multiplican la desigualdad y la devastación. Hoy, cuando la humanidad presencia atónita el despliegue de la alianza entre poder tecnológico y populismo político, con sus narrativas tecno-mesiánicas, las palabras de Francisco resuenan como un punto de apoyo en medio del delirio.
C O L U M N A D E O P I N I Ó N Delirio tecnocrático La desmesura que Francisco denunció hace una década ha adoptado una nueva forma, aún más inquietante: el tecno-utopismo. Si desea comentar esta columna, hágalo en el blog Por Eugenio Tironi. - -