Autor: Catalina Mena
“A los 7 años, para mí Pinochet era una figura venerable”
Uando a finales de los 90 Cristóbal Bellolio (40) egresó del Verbo Divino (donde la mayoría de los apoderados eran católicos y pinochetistas, según él mismo asegura) entró a estudiar Derecho en la Universidad Católica con la esperanza de que la vida universitaria le abriera un nuevo mundo. Pero se encontró con los gremialistas, que eran más o menos lo mismo que seguir en el colegio y pronto marcó distancia de ese grupo al que estaba ligado también su familia. A pesar de que terminó la carrera, nunca ejerció el Derecho y rápidamente se interesó por la Ciencia Política, carrera que también terminó.
Más tarde, partió a Londres a hacer un master en Teoría Política en la University College London y, luego de un tiempo de vuelta en Chile, se fue otra vez a Inglaterra para finalizar un doctorado en Filosofía Política, en la misma universidad, desde donde regresó en 2017, año en que nació su hija Roma y se instaló en el barrio de Pocuro. Liberal igualitario -así se define—Bellolio es líder fundador de la denominada Red Liberal (que no es un partido sino un movimiento transversal). “Yo nunca he militado en un partido”, dice. “Pero mucha gente de Red Liberal milita en partidos amigos, como Evópoli, Partido Liberal y Ciudadanos. Red Liberal es una especie de virus que inocula distintos espacios”, explica.
Bellolio fue candidato a alcalde de Providencia y hoy ejerce como profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibañez, además de ser columnista y comentarista político de la radio ADN, donde está todas las tardes de 6 a8 pm.
Ahora, entre marzo y abril, lanzará el libro “Cartografía del Liberalismo”, con Random House, donde hace un recorrido por distintas familias del liberalismo, explicando los debates que tensionan esta corriente amplia en la que conviven distintas posiciones. “Yo reclamo el derecho a pensar por mí mismo” —¿ Cómo definiría el liberalismo? “La derecha no ha tenido recursos intelectuales para explicarse lo que está pasando hoy”, sostiene.
Cristóbal Bellolio, analista político: 66 Su gobierno (el de Piñera) es de hombres, blancos, heterosexuales, capitalinos, católicos, que pertenecen a tres colegios... encarna todas las figuras de opresión”. En la política no se puede esperar intachabilidad”. Como un proyecto que exige ciertos estándares de justificación para la coerción.
Si me vas a prohibir algo o me vasa obligar a hacer algo, yo necesito que elabores una justificación que sea aceptable ante el tribunal de mi razón individual, y no ante el juicio de una idea de patria, de una religión, de una tradición, de un grupo social o de una etnia. —¿ Cómo se sitúa usted en el espectro político? —Pertenezco a un mundo cultural de derecha, pero en los últimos años me he ido izquierdizando. Siempre fui liberal, en todo caso. He estado de acuerdo en temas valóricos como el matrimonio igualitario, el aborto, la legalización de las drogas, pero hoy le doy mayor importancia al Estado y alos derechos básicos que deben garantizarse. Pienso que el Estado tiene que intervenir y garantizar los derechos fundamentales, sobre todo la salud. Me empelota mucho que uno llegue en Chile a un centro de salud y lo primero que le pregunten es cómo va a pagar. Eso es inaceptable. —¿ En su casa Pinochet era un ídolo?—Totalmente. Mi abuelo fue general de ejército con Pinochet, ocupó cargos, y cuando yo tenía 7 años para mí era una figura venerable. Pero me parece honesto que uno busque su destino político, su pertenencia de acuerdo a su propia vida. La pertenencia no siempre está en la familia de origen a veces está en experiencias que se viven. Eso para mí es ser liberal: emanciparse de la herencia, tanto de la religión, sector político o el equipo de fútbol que tenía tu familia. Yo reclamo el derecho a pensar por mí mismo. —Cuando entró a la Universidad Católica, a estudiar Derecho, ¿admiraba a Pinochet? —Sí, pero ya en ese momento comenzó mi cambio. Encontré que los gremialistas eran muy básicos en sus argumentos, que no articulaban razones y solo defendían posiciones rígidas. Además había un cartuchismo en general y yo estaba iniciando una fase más experimental.
En lo religioso me pasé al otro bando y rechacé totalmente el catolicismo, pero en lo político llegué a un término medio. —También hay varias derechas diferentes, y quiebres generacionales al interior de ese sector. —Claro. Ya hace 12 años estaba la idea de crear un partido de derecha post Pinochet, que llevara a la delantera a una nueva generación más liberal. Yo me sentía bien parte de ese grupo, pero no cuajó y todos entraron al primer gobierno de Piñera y yo apoyé a MEO. Ahí quebré mi vínculo con ese mundo. Y ellos terminaron fundando Evópoli.
Son personas que respeto mucho, pero no estoy ahí. —¿ Qué le ha pasado con este estallido social? —Como analista político mi rol es tratar de descifrar lo que está pasando, aunque implique someter mis propias ideas. Pero no estoy capturado emocionalmente. No tengo miedo, como sucede Con la gente que no quiere cambios, y tampoco tengo la rabia del que se siente oprimido, porque objetivamente no soy oprimido. Quiero que las cosas cambien, pero no me ubico en el lugar de la víctima del sistema, trato de asumir mi rol. Estoy a favor de una nueva Constitución que se haga entre todos, por primera vez. Puede ser una oportunidad de construir un pacto social y legitimar la Constitución. El proceso constitucional tiene muchas virtudes.
Y eso es lo que trato de transmitir a la derecha. —¿ Qué es lo virtuoso del proceso constituyente? —Primero, es importante que en el plebiscito de Abril la opción “apruebo” gane por una mayoría importante, porque eso le da legitimidad al proceso.
Y luego, es muy significativo que se active un procedimiento que le entregue a todas las partes ciertas garantías básicas de que van a poder participar en igualdad de condiciones en la redacción de una nueva Constitución y que lo que seamos capaces de parir sea legítimo para todos y podamos decir: “Aquí tenemos un pacto social y político que va a sentar las bases de nuestra convivencia”. —¿ Aún cuando haya aspectos en el contenido que no nos gusten? —Así es. Porque el proceso implica negociaciones y lo más probable es que el texto final tenga contenidos que les gusten más a unos que a otros.
Es fundamental que aunque los participantes no obtengan todos los resultados idóneos para ellos, sientan que lo que salga es producto de un proceso legítimo, que refleje la correlación de fuerzas que se dio en el debate. —¿ Personalmente qué piensa de Piñera?—Que conoce cómo funciona el Estado, no es mala persona y no es incompetente. Pero es inepto políticamente, porque no entiende que la política se vincula con una serie de dimensiones que no solo tienen que ver con lo económico. Además él representa la quintaesencia de la concentración del poder económico y político en una sola persona y eso, en este momento, produce mucha irritación. Por otra parte, su gobierno es de hombres, blancos, heterosexuales, en edad madura, capitalinos, católicos, que pertenecen a tres colegios. El gabinete de Piñera encarna simbólicamente todas las figuras de opresión posible. Y también eso hace entender por qué esta revuelta sucede contra Piñera. A pesar de que las demandas se arrastran por más de 30 años, no podría haberle pasado a Bachelet.
“Carlos Larraín es una figura del pasado” —¿ Qué piensa del hecho de que Andrés Allamand se haya desdicho de votar “apruebo” en el plebiscito para una nueva constitución? —Él jugó en los 80 un rol muy importante, construyendo puentes de entendimiento con otros sectores, que es lo que hoy necesitamos. Pero lleva varios años Derechizándose, perdió la inspiración liberal y ha estado apostando a las fichas equivocadas.
Pero ahora, decir que va a votar “no” en el plebiscito puede ser una estrategia para posicionarse como un líder de derecha, porque entiende que ese mundo necesita líderes. —¿ Y eso le parece ético? —En la política no se puede esperar intachabilidad. Un error del Frente Amplio fue decir que los políticos eran todos corruptos y presentarse ellos como limpios, inmaculados y puros. En política muchas veces hay que ensuciarse las manos, transar, negociar, conceder, y eso visto desde la lógica fundamentalista es traición. Porque el fundamentalista divide el mundo entre buenos y malos, y quiere destruir al adversario. Pero esa lógica no es democrática. —¿ Nos estamos poniendo puritanos?—Sí. El caso del partido de James Hamilton es sintomático. El funda el partido de los puros y a los pocos días renuncia porque descubre que había uno que no era estrictamente puro, que tenía una mancha de polución nocturna en sus sábanas. Esa obsesión purista no permite avanzar en nada. Es peligroso que en la Convención Constituyente tengamos muchos puristas, que consideren que conversar con el del frente es una traición. Pero, siguiendo a Gabriel Boric, la política consiste justamente en sentarse a conversar con el del frente. —¿ Cómo ha visto en esta pasada a Boric? —En momentos cruciales se ha comportado como estadista.
Ha puesto por encima los intereses de Chile. —¿ Qué opina de la aparición de Carlos Larraín acusando a Mario Desbordes de traicionar el espíritu de la derecha?—Representa el mundo del miedo, pero Carlos Larraín es una figura del pasado, no creo que sea protagonista de lo que viene. —¿ Qué le parece la actuación del presidente de RN en este tiempo? —Desbordes ha estado bien, ha encontrado un espacio. Además, el hecho de que no haya ministros de su partido en el gobierno le ha permitido ser osado y actuar con mayor libertad.
Así como el hecho de que haya gente de Evópoli ha inhibido a ese partido, que ha sido más oficialista, ha jugado con menos libertad y osadía de la que se esperaba de ellos. —¿ Como diagnostica el futuro de la derecha? —Antes del estallido yo diría que Evópoli tenía una oportunidad dorada, porque las nuevas generaciones de derecha son más liberales que sus padres en temas valóricos y no quieren cargar con la mochila de Pinochet. Pero en este estallido social la derecha, incluida Evópoli, tuvo mucha dificultad para encontrar su voz. La derecha está balbuceando, no ha tenido recursos intelectuales para explicarse lo que está pasando.