EDITORIAL: Responsabilidad de los adultos
EDITORIAL: Responsabilidad de los adultos EDITORIAL Responsabilidad de los adultos Parece haberse olvidado que los padres siguen teniendo un papel indelegable de marcar el camino de la vida.
Y por lo mismo, es oportuno advertir también sobre la inseguridad que muestran al momento de poner límites ante ciertos comportamientos, como también en lo que concierne a los tipos de sanciones que puedan merecer cuestiones básicas de la responsabilidad educativa de niños, niñas y adolescentes. H ay un lugar común en el imaginario colectivo, de que la educación y los docentes todo lo pueden. Los profesores y profesoras serían algo así como alquimistas, capaces de convertir piedras en oro, en este caso, capaces de transformar al flojo en estudioso, al apático en comprometido y al grosero en educado. Nada más erróneo. Los colegios recepcionan un material ya formado, preformado o deformado por previas influencias. Otros factores operan de modo paralelo a la labor escolar, desdibujando y hasta devaluando pautas, valores y conocimientos impartidos por los docentes. Sería razonable, entonces, olvidarnos de esa supuesta capacidad milagrosa del colegio e incorporar o mejor dicho, reincorporara un integrante clave de la cadena formativa: los padres, que son los primeros educadores.
Lamentablemente -la evidencia es bastante contundente en muchos casos han renunciado a ese papel fundamental y delegan su responsabilidad en profesores (as), a quienes incluso en su fuero íntimo no solo no respetan, sino a los que están dispuestos a desautorizar permanentemente. Parece haberse olvidado que los padres siguen teniendo un papel indelegable de marcar el camino de la vida.
Y por lo mismo, es oportuno advertir también sobre la inseguridad que muestran al momento de poner límites ante ciertos comportamientos, como también en lo que concierne a los tipos de sanciones que puedan merecer cuestiones básicas de la responsabilidad educativa de niños, niñas y adolescentes. En la realidad social de hoy se advierte un cuadro de vacilaciones y de contradicciones que dañan la formación de nuestros menores. Lo deseable sería que la acción del entorno familiar no aporte más incertidumbre a esa situación, aunque lamentablemente la evidencia nos dice lo contrario.
La última versión del estudio Juventud y Bienestar 2024 -realizado por Senda en Ñuble con el objetivo de conocer las condiciones de vida y bienestar de los jóvenes, incluyendo aspectos como su salud mental, relaciones sociales, relaciones familiares, uso del tiempo libre, y su relación con el consumo de sustanciasreveló que hay número importante de adolescentes con baja autoestima, dificultades emocionales y bajo apoyo de sus padres.
Según la encuesta aplicada a 91 establecimientos educacionales de 20 comunas de Ñuble, con una muestra participativa de 5.217 alumnos/as de segundo medio, un 33,9% de los jóvenes siente que son un fracaso y un 41,3% cree que no es bueno para nada, y eso implica también que a un 35,7% le resulta difícil tener conversaciones personales con su padre y/o madre. Se necesita avanzar en una conciencia de la corresponsabilidad educativa ante las jóvenes generaciones, compromiso que los padres no deberían eludir.
Esto supone pleno sentido del rol parental, de los valores que están en juego y una clara comprensión de que, en medio de un complejo y opaco presente, el peor error de los adultos sería destruir las esperanzas que encarnan nuestras niñas, niños y adolescentes..