Autor: M. CORDANO
“El impacto de no estar comprometido con el colegio es más fuerte para la generación actual”
“El impacto de no estar comprometido con el colegio es más fuerte para la generación actual” Mientras que el 75% de los básica en Estados Unidos estudiantes de educación se muestran comprometidos con su aprendizaje, en enseñanza media la cifra baja y solo alcanza al 25%. “Esa estadística nace a partir de una pregunta que hicimos en una de nuestras investigaciones, donde se les consultó a los niños si amaban o no su colegio”, comenta Rebecca Winthrop, especialista en educación global, doctora en Educación (U. de Columbia) y directora del Centro para la Educación de Brookings Institution, reconocido como uno de los think tanks más citados del mundo.
Aunque se trata de cifras particulares para su país, la especialista quien formó parte de comités educativos creados por Barack Obama y fue seleccionada por Ban-Ki Moon para desarrollar la base de lo que después serían los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas cree que los datos se relacionan con Chile, país que visitó hace unos días, en el marco de las actividades por la celebración de los cinco años de Fundación Reimagina.
“En EE.UU. hay tres grandes problemas a nivel estudiantil: el ausentismo crónico, existiendo niños que no asisten a la escuela regularmente y en especial durante la adolescencia; el bajo rendimiento académico, que se vio afectado durante la crisis de covid-19 y no ha mostrado mayor mejora; y la salud mental adolescente. Al hablar con especialistas de Chile, supe que estos problemas también están presentes aquí”. Sin importar si es en Chile o más al norte, los estudios de Winthrop coinciden en una cosa.
“En el fondo, hay un problema subyacente fundamental, que es la baja motivación y el bajo compromiso estudiantil”. Su última investigación, plasmada en el libro “El adolescente desconectado: Ayudando a los niños a aprender mejor, sentirse mejor y vivir mejor”, así lo aborda.
Su estudio analiza cómo los adolescentes van perdiendo interés en el colegio, algo que muchos adultos asumen es normal con el paso del tiempo. ¿Por qué le parece peligrosa esa idea? “Lo primero es decir que no porque a nosotros nos haya pasado significa que les debe pasar a nuestros hijos también. Lo segundo es dejar claro que es posible tener una experiencia escolar atractiva. Muy posible. Hay lugares en donde esto está ocurriendo, incluyendo comunidades vulnerables, lo que muestra que para lograrlo no se necesita tener una gran cantidad de dinero.
Lo que también se debe reconocer es que el impacto de estar poco comprometido es diferente para nuestros hijos que para alguien de mi generación, que fue al colegio hace varias décadas: hace 50 años, se necesitaban habilidades sólidas de lectoescritura y aritmética para prosperar en la vida y en el trabajo.
Pero ahora, al terminar la escuela, los empleadores no solo piden esas habilidades, sino también conocimientos acabados en ciencia e historia, y se preguntan qué pueden hacer las personas con todas esas nociones. ¿Pueden resolver problemas? ¿ Pueden usarlas para trabajar con otros y encontrar nuevas soluciones? ¿ Logran aplicarlas para generar ideas creativas e impulsar distintas iniciativas? Esas habilidades superiores que se han hecho conocidas como habilidades del siglo 21 no se pueden desarrollar solo dejándose llevar y desvinculándose de la escuela.
El impacto de no estar comprometido es más fuerte para la generación actual, porque el mercado laboral ha cambiado”. RALOSANULNE Y AR Usted menciona que hay lugares donde la motivación escolar está muy presente. ¿Podría dar ejemplos? “Hay muchos lugares. Un ejemplo es el de un distrito escolar en Dakota del Norte que tenía un gran problema de desconexión.
Entonces se decidió que en básica los estudiantes podrían optar por una clase tradicional, con muchas más instrucciones del profesor, o por una clase estudio, que significaba más libertad para desarrollar sus propias estrategias de aprendizaje en relación al contenido. En este caso, el profesor decía esto es lo que tienen que aprender este semestre y los alumnos creaban sus propias maneras de hacerlo y mostrarlo. Porque al final debían demostrar su conocimiento a un grupo de docentes.
Por ejemplo, una estudiante aprendiendo sobre historia y ciencias ideó una sala de escape (juego en el que se entra a una sala ambientada con una historia o temática, y en la que se deben resolver acertijos para salir) en base al asesinato de presidentes estadounidenses. Para lograrlo, obviamente tuvo que estudiar mucho; debía conocer muy bien el contenido.
Así pasó de estar súper desconectada de la clase, a estar súper entusiasmada”. Suena motivante, pero también muy diferente a lo que se ha hecho durante años en el aula. ¿Están los profesores dispuestos al cambio? “En este caso había liderazgos a nivel de distrito y desde allí se trabajó de cerca con los docentes para hacerles entender que acciones como que los niños no entregaran sus tareas o no vinieran (a clases) repercutía en que ellos, los profesores, estuvieran resignados, enojados. Es cosa de hacerles entender que los niños desconectados frustran a muchos, y que es importante pensar qué se puede hacer para mejorar.
En este caso, se trabajó con docentes de todo el distrito para ver qué pasos seguir, se aportaron diferentes ideas y se trabajó con universidades y organizaciones educativas locales, hasta que se llegó a esta idea.
Cuando los profesores vieron lo emocionados que estaban los niños, y lo mucho que habían aprendido, estaban ellos, a su vez, felices y motivados”. Celulares: distracción que aísla Parte de lo que provoca una mayor desconexión escolar a medida que se va creciendo puede relacionarse con el uso cada vez mayor de herramientas tecnológicas, plantea Winthrop. Por lo mismo continúa, “mi firme opinión, basada en mucha evidencia, es que los estudiantes no deberían poder llevar consigo celulares que puedan sacar en cualquier momento en el colegio. Solo deberían ser accesibles cuando un profesor pueda controlarlos y usarlos para un propósito específico. Distraen demasiado.
Y, por lo mismo, desde luego, no debe haber teléfonos en los recreos, que es cuando los niños debiesen estar interactuando entre sí”. Una idea es que los estudiantes los guarden en casilleros al llegar, dice. “Y luego, si tienen algo pedagógico que hacer con ellos, por ejemplo, 20 minutos relacionados con la enseñanza de inteligencia artificial, se pueden distribuir y luego volver a guardar.
De lo contrario, es una distracción excesiva y muy problemática para la capacidad de socialización de los niños, para conectar y desarrollarse junto a los demás”. La especialista cree que esto es especialmente importante en la adolescencia, “cuando empiezan a preocuparse mucho más por sus compañeros, intentando descubrir cómo destacar y encajar. Si solo están con su celular, lo más probable es que permanezcan en su mundo aislado. Por eso hay enormes problemas de soledad y salud mental.
No es la única razón, pero sí es un gran contribuyente”.. N La especialista, que formó parte de comités educativos de Obama y se ha dedicado a estudiar la falta de motivación estudiantil, cree que el entusiasmo por aprender permite resolver mejor los problemas, ser más creativo y saber trabajar en equipo, habilidades que se consideran claves en el siglo 21.
Rebecca Winthrop, directora del Centro para la Educación de Brookings Institution, de visita en Chile: Celulares: distracción que aísla Parte de lo que provoca una mayor desconexión escolar a medida que se va creciendo puede relacionarse con el uso cada vez mayor de herramientas tecnológicas, plantea Winthrop. Por lo mismo —continúa—, “mi firme opinión, basada en mucha evidencia, es que los estudiantes no deberían poder llevar consigo celulares que puedan sacar en cualquier momento en el colegio. Solo deberían ser accesibles cuando un profesor pueda controlarlos y usarlos para un propósito específico. Distraen demasiado.
Y, por lo mismo, desde luego, no debe haber teléfonos en los recreos, que es cuando los niños debiesen estar interactuando entre sí”. Una idea es que los estudiantes los guarden en casilleros al llegar, dice. “Y luego, si tienen algo pedagógico que hacer con ellos, por ejemplo, 20 minutos relacionados con la enseñanza de inteligencia artificial, se pueden distribuir y luego volver a guardar.
De lo contrario, es una distracción excesiva y muy problemática para la capacidad de socialización de los niños, para conectar y desarrollarse junto a los demás”. La especialista cree que esto es especialmente importante en la adolescencia, “cuando empiezan a preocuparse mucho más por sus compañeros, intentando descubrir cómo destacar y encajar. Si solo están con su celular, lo más probable es que permanezcan en su mundo aislado. Por eso hay enormes problemas de soledad y salud mental.
No es la única razón, pero sí es un gran contribuyente”. Durante su visita a Chile en el marco de las celebraciones por los cinco años de Fundación Reimagina, Rebecca Winthrop dio charlas y participó en seminarios. Pudo también reunirse con el ministro y la Subsecretaria de Educación, además de representantes de las organizaciones que componen Efecto Colectivo.