Autor: DANIEL MANSUY
Columnas de Opinión: El ocaso
Columnas de Opinión: El ocaso Es indudable que la sorpresiva salida del ministro Mario Marcel representa una grave pérdida para el Gobierno. Basta retroceder en el tiempo y recordar el momento de su llegada, que simbolizó un giro relevante en la trayectoria del Presidente Boric. En efecto, tras años criticando acerbamente la ortodoxia neoliberal de la Concertación, el mandatario nombró al más insigne de sus representantes en Hacienda.
El arribo de Marcel fue una señal poderosa a los mercados, y fue también un modo de abandonar la dimensión más rupturista del programa: se admitía que los más jóvenes no tenían cuadros para asumir tamaña responsabilidad. Si se quiere, la llegada de Marcel fue el primer reconocimiento nunca asumido, nunca verbalizado, nunca explicado de una profunda derrota ideológica. Desde luego, y como él mismo lo ha afirmado, la gestión de Marcel no estuvo exenta de dificultades.
Todo indica que la próxima administración heredará una pesada mochila financiera, y es difícil seguir asegurando que Javiera Martínez haya sido “la mejor directora de Presupuestos de la historia”. En rigor, el Gobierno gastó más de lo que debía, pero menos de lo que habría querido. Con todo, su tarea no tenía nada de fácil, pues debió mantener la responsabilidad fiscal al mismo tiempo que enfrentaba múltiples presiones y expectativas. Más allá de sus errores, el ministro cumplió un papel estabilizador en un contexto particularmente incierto, y mostró aplomo, experiencia y habilidad política, rasgos que no abundan en el Ejecutivo. En virtud de lo anterior, su partida transmite un inevitable clima de fin de reino: Marcel fue, sin duda, el último ministro realmente poderoso de este gobierno. En su ausencia, el gabinete se ve muy frágil: no hay secretarios de Estado capaces de mover la agenda, de imponer temas y mostrar horizontes. En rigor, solo quedan administradores de rutina y coyuntura, pero nada más. De hecho, es difícil saber cuál es el norte de la administración en los meses que restan, más allá de navegar un poco al garete.
Quizás la única excepción sea el FES, donde el Gobierno está jugando las pocas fichas que le quedan: es la última batalla y la última épica (sabiendo que el proyecto difícilmente logre superar la valla del Senado). Esta impresión se ha visto confirmada por dos factores adicionales. El primero es el modo en que el Presidente expulsó no hay otra palabra al Frente Regionalista Verde Social del Gobierno, al forzar la renuncia del ministro Valenzuela. Se admite así que la coalición oficialista nunca tuvo mucha entidad, y que esos votos ya ni siquiera son necesarios en el Parlamento. El segundo factor guarda relación con la candidatura de Jeannette Jara. Tras la primaria, se pensó que la abanderada comunista podría ordenar al oficialismo y encarnar una esperanza. Sin embargo, sus repetidos errores y su estancamiento en las encuestas han mostrado otra realidad, y ya nadie cree que ella pueda ganar. Por ahora es solo una sensación, pero las campañas son sobre todo eso, un cúmulo de sensaciones. Por lo demás, ni siquiera su partido cree demasiado en su éxito: de lo contrario, no habría incluido a Daniel Jadue en la lista parlamentaria.
En el fondo, todo el oficialismo parece estar integrando el dato de la derrota presidencial, y operando en consecuencia (y esto incluye al Presidente). Este contexto general permite explicar que Mario Marcel haya sido reemplazado por Nicolás Grau. El Presidente tenía otra alternativa a su disposición: la subsecretaria Heidi Berner. Esta solución contaba al menos con dos ventajas: representaba la continuidad, y habría sido la primera mujer en el cargo. Sin embargo, el mandatario siguió otro camino, y prefirió mover de cartera al ministro Grau, viejo camarada de luchas universitarias. La decisión es extraña, porque sin negar sus virtudes es evidente que Grau no cuenta con el tonelaje político ni el manejo técnico como para asumir los colosales desafíos de Hacienda. Dicho de otro modo, Gabriel Boric invirtió ahora sus prioridades: ya no es tan relevante dar una señal a los mercados, pues lo importante es mostrar que no pesan vetos sobre su generación.
En efecto, la mejor explicación del nombramiento de Grau es la siguiente: al Presidente le irrita que se considere que algunas responsabilidades le quedan grandes al Frente Amplio, le irrita que se pregunte por los adultos en la habitación (tal era la función de Mario Marcel). A su manera, el Presidente está diciendo: es cierto que Marcel y Tohá nos sostuvieron en los peores momentos, pero eso se acabó: ha llegado nuestra hora. Grau no tiene por qué ser menos que Marcel, nosotros no somos menos que ellos. Los frenteamplistas dejamos de temerle a la Concertación (aunque no sabemos bien en qué nos diferenciamos de ella). El tiempo dirá si la decisión fue correcta.
Con todo, cabe notar el tipo de criterios que parecen mover al mandatario: no se trata de garantizar la mejor gestión posible, y ni hablar de un gobierno feminista; se trata de mostrar que, ahora sí, su generación no tiene por qué pedirle permiso a nadie para acceder a la fortaleza sagrada de Hacienda. Supongo que es un propósito legítimo para quien busca validarse a sí mismo, pero es también la mejor prueba de la falta de rumbo de la ausencia de horizontes. El Gobierno ha llegado a su fin. n Marcel fue, sin duda, el último ministro realmente poderoso de este gobierno.
En su ausencia, el gabinete se ve muy frágil: no hay secretarios de Estado capaces de mover la agenda, de imponer temas y mostrar horizontes.. Marcel fue, sin duda, el último ministro realmente poderoso de este gobierno. En su ausencia, el gabinete se ve muy frágil: no hay secretarios de Estado capaces de mover la agenda, de imponer temas y mostrar horizontes.