COLUMNAS DE OPINIÓN: Lo que no se mide no se transforma
COLUMNAS DE OPINIÓN: Lo que no se mide no se transforma E n año electoral, las vulnerabilidades salen a flote. No porque importen más, sino porque conviene mostrarlas. Sirven para discursos, para promesas, para sumar votos. Pero si queremos transformarlas, el esfuerzo de medirlas bien, profunda y permanentemente, debe ser irrenunciable. Las vulnerabilidades no son simples ni lineales, ni consideran solo aspectos objetivos como el ingreso necesario para llegar a fin de mes.
Eso precisamente es lo que nos recordó el comité de expertos convocado por el gobierno actual para revisar la forma de medir la pobreza: nos estamos perdiendo dimensiones profundas que explican la pobreza desde una perspectiva más de vulnerabilidad y por lo tanto de desigualdad. Pasar de 6,5% de pobreza por ingreso a 22,3%, considerando otros indicadores que resumen de mejor manera las necesidades de las personas, no es solo un dato técnico. Es una señal de que estamos fallando en garantizar derechos básicos. No son los únicos aspectos considerar. Otra dimensión clave es la percepción de seguridad.
Según la última Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (Enusc 2024), el 28?% de las personas fue víctima de algún delito durante el último año, mientras que el 87,7 ?% cree que la delincuencia ha aumentado.
El temor condiciona la vida cotidiana: el 57?% cree que será víctima de un delito en los próximos 12 meses, y por miedo, más del 66% dejó de usar su celular en la vía pública, el 65?% evita caminar por ciertas calles y el 64?% ha dejado de salir de noche. ¿No es acaso esta una expresión concreta de vulnerabilidad? Algo similar ocurre con la salud mental. La décima edición del Termómetro de Salud Mental (ACHS-UC, 2024) reveló que un 13,7 ?% de la población adulta en Chile presenta síntomas moderados o severos de depresión.
Las cifras son más preocupantes aún entre las mujeres (17,4 ?%) y en los jóvenes de entre 18 y 24 años (28,9 ?%). A esto se suma que un 25,2 ?% de la población declara síntomas de ansiedad generalizada, con importantes brechas de género: 32,1 ?% en mujeres versus 15,7 ?% en hombres. Y la soledad, esa forma silenciosa de sufrimiento, afecta hoy a casi una de cada cinco personas, especialmente mujeres entre 35 y 44 años. Estos datos no son anécdotas. Reflejan vulnerabilidades estructurales. El miedo crece en barrios con menos servicios, menos Estado, más precariedad laboral y peores entornos. La angustia se profundiza donde faltan redes de apoyo, estabilidad económica y acceso a atención en salud mental. Hay personas que no son "pobres" según las estadísticas, pero que viven con un nivel de fragilidad incompatible con una vida digna. Por eso, repensar cómo medimos la pobreza y la vulnerabilidad no es solo un debate técnico: es ético y político. Lo que decidimos ver (y lo que decidimos ignorar) define nuestras políticas públicas, nuestras prioridades y, en el fondo, nuestro contrato social. Porque sí: lo que no se mide, no se transforma. Lo que no se mide no se transforma Paulina Valenzuela A. Socia fundadora de Datavoz "Lo que decidimos ver (y lo que decidimos ignorar) define, en el fondo, nuestro contrato social".. -