Madres adolescentes en primera persona
Madres adolescentes en primera persona DESCENSO EN LA MATERNIDAD EN MENORES DE EDAD: Madres adolescentes en primera persona Isabel Sánchez tuvo su hija Mía a los 17 años. SERGIO ALFONSO LÓPEZ. Madres adolescentes en primera persona ALREDEDOR DE 1,6 MILLONES DE ADOLESCENTES SE CONVIERTEN EN MADRES EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE, LO QUE EQUIVALE A UN PARTO CADA 20 SEGUNDOS.
Y AUNQUE EN CHILE LAS CIFRAS DEL EMBARAZO ADOLESCENTE HAN DISMINUIDO, LAS JÓVENES QUE SON MADRES ANTES DE LOS 21 AÑOS AÚN ENFRENTAN ESTIGMAS Y OBSTÁCULOS PARA CONTINUAR SUS ESTUDIOS MIENTRAS INTENTAN CUIDAR A SUS HIJOS, REORGANIZAR SU VIDA Y NO RENUNCIAR A SUS PROPIOS PROYECTOS. POR Valentina Cuello Trigo En En enero de 2023, cuando Isabel Sánchez tenía 17 años, se hizo un test de embarazo que dio positivo. Era una época de cambios. Su abuela había fallecido y se había instalado en la casa de su pareja, porque se sentía lo suficiente madura madura para hacerlo. Fue un stop demasiado repentino cuenta Isabel Sánchez al recordar sus planes. Había rendido la Prueba de Acceso a la Educación Educación Superior (PAES) y estaba buscando universidad para estudiar Derecho. Cuando le habló de su embarazo a su familia compuesta solo por su madre y un hermano, no hubo recriminaciones. Incluso, recuerda que su mamá se mostró feliz y le prometió que la apoyaría. Algo que no ocurrió, confesará después: hoy su madre se disculpa, porque no tiene tiempo para cuidar a su nieta. Además, ella tiene sus propios gastos explica hoy Isabel Sánchez. Sánchez. Es una joven delgada, morena y de aspecto cansado, que además además de cuidar a su hija Mía también trabaja como operaria multifuncional multifuncional en un local de una reconocida cadena de alimentos. Aunque recuerda que durante el embarazo no tuvo mayores complicaciones, complicaciones, el nacimiento de Mía fue repentino. El 28 de julio de 2023 acudió al hospital por una ecografía para revisar la placenta, pero al llegar vieron que algo no era normal. En el hospital me dijeron que mi bebé venía muy pequeña para la edad gestacional, que me tenían que ingresar al hospital e inducir el parto. Yo iba preparada mentalmente para una ecografia, no para salir con mi bebé en brazos. Tras varios días de observación, Isabel Sánchez y su hija Mía volvieron a casa. Adaptarse a la maternidad fue desafiante. Sánchez recuerda que al principio solo quería estar en silencio con su hija, sin visitas ni interrupciones. Pero la vida cotidiana exigía otra cosa: ayudar en la casa del papá de su hija con algunos quehaceres del hogar mientras asume un rol con una carga de incertidumbre. Estando embarazada, a una le cambia la manera de pensar, pero cuando llega el bebé es un cambio total. Y yo lo sentí así. Fue como si alguien me dijera: “Aquí tienes a tu bebé, cuídalo. Si se muere, va a ser culpa tuya”. Con el tiempo, Isabel Sánchez logró rearmar su rutina. Hoy vive en Lo Barnechea junto al padre de su hija, que tiene un año y ocho meses. El se queda con la niña mientras busca un nuevo trabajo, y ella realiza turnos rotativos. Pese a esto, la joven mantiene su plan de retomar los estudios cuando Mía pueda entrar al jardín. Pero sus planes chocan con diferentes obstáculos: quiere volver a estudiar, pero nadie se podría quedar con Mía si el padre encuentra trabajo. Quiere llevarla al jardín, pero desconfia del cuidado que le darán a su hija. Tampoco tiene personas cercanas que sean madres jóvenes como ella. En el colegio no era de tener amigos, generalmente generalmente prefería estar sola o hablar más con los profesores. Isabel Sánchez es una de las jóvenes que tuvieron un embarazo adolescente, definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el que ocurre en mujeres entre los ID y 19 años. Frente a esto, Tvette González, psicóloga y académica de la Universidad de Chile, reconoce la complejidad de esa experiencia: Las madres todavia están en un proceso de acomodo, asimilaciones asimilaciones y de búsqueda de identidad.
Esto hace que criar a un niño en la adolescencia se constituya como un factor de riesgo, pues está muy vulnerable a sus propias creencias, a las prácticas que se asocia el ser madre y toda la influencia cultural, familiar, social que conlleva criar a un bebé explica la psicóloga. González advierte que asumir una identidad de mujer-madre en la adolescencia implica hacerse responsable del cuidado de otro en una etapa donde todavia se transita por procesos propios del desarrollo. Isabel Sánchez no visualiza estas dificultades. Al contrario, ella cree que puede sacar adelante a su hija Sé que va a ser dificil, pero también sé que se puede.
EL ESCENARIO Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (LJNFPA), en América Latina y el Caribe, cada año, alrededor de 1,6 millones de adolescentes se convierten en madres, lo que equivale a un parto cada 20 segundos.
Entre los paises de la región, Chile posee la tasa más baja de embarazo adolescente y así lo reflejan las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). En los últimos años, la cantidad de embarazos de madres adolescentes ha disminuido de 39.257 en 2000 a 6428 en 2023, lo que equivale a una reducción del 84% de estos.
Jennifer Conejero, psicóloga infantojuvenil de Clínica Santa María, María, explica cómo se experimenta esta situación en las jóvenes: Las chicas deben lidiar con los cambios hormonales propios del embarazo, los comentarios, críticas a las que son expuestas, el temor a no lograr las metas que se han propuesto. Tal como en el duelo, habría una etapa inicial de shock para ir avanzando hacia la aceptación. aceptación. A nivel global, organismos como la OMS y Naciones Unidas advierten advierten que el embarazo en la adolescencia puede traer consigo múltiples múltiples consecuencias físicas, emocionales y sociales.
Algo que confirma María del Carmen Briones, académica de la Escuela de Obstetricia y Puericultura de la Universidad de Talca El embarazo en adolescente está catalogado como de alto riesgo obstétrico debido a su asociación con una mayor probabilidad de complicaciones como abortos, partos prematuros, retraso del crecimiento crecimiento intrauterino con bajo peso al nacer o algún retraso en el desarrollo dice la académica No obstante, una de las principales preocupaciones no solo se relaciona con la salud física, sino con las consecuencias psicosociales que afectan el proyecto de vida de estas jóvenes. Así lo señala Jennifer Jennifer Conejero. Según la profesional: muchas adolescentes abandonan sus estudios, lo que disminuye sus oportunidades laborales y perpetúa perpetúa situaciones de pobreza.
La investigación “El precio de la desigualdad: Las consecuencias socioeconómicas del embarazo en adolescentes y la maternidad temprana en América Latina y el Caribe”, realizada por el UNFPA, estima que un 88% del costo de este recae sobre las madres jóvenes en áreas como la educación, la inactividad laboral, ingresos, entre otros; mientras que la diferencia lo hace en el Estado.. Madres adolescentes en primera persona El documento plantea que impulsar medidas como el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, a anticonceptivos modernos (como aquellos reversibles de larga duración), educación integral de la sexualidad y políticas de prevención efectivas del embarazo es fundamental para los derechos de las jóvenes. CRECER EN LA MATERNIDAD María Fernanda Suárez tenía 13 años cuando supo que estaba embarazada. Era abril de 2017 y la adolescente había acudido a una cita con el médico. En ese entonces no se sentía bien, y ni siquiera quería levantarse para ir al colegio, llegando a quedarse en casa en la comuna de Maipú. Su mamá, preocupada, le pidió una hora para que la atendieran. Pensaban que era algo pasajero, quizás hormonal, y el médico la derivó a una ginecóloga, entonces tuvo la ecografía y allí lo supo. --Terminamos viendo una cosita chiquita con vida --recuerda Suárez.
Su madre, que la acompañaba, quedó en shock, y cuando llamaron a su papá, la adolescente pensaba que la recriminaría o que incluso la echaría, pero en su lugar la abrazó y dijo que saldrían adelante. Nueve meses después, el 3 de enero de 2018, María Fernanda Suárez tuvo a su hija Antonella, quien hoy tiene siete años.
Aunque está separada del papá de su hija --un antiguo compañero de colegio--, dice que tienen una buena relación y que está presente en sus vidas. --Cuando nació fue difícil, porque yo solo era una niña, sin experiencia, sin madurez.
Me daba miedo no poder con la responsabilidad de tener un bebé a mi edad, pero gracias a mi familia, que fue la única que me apoyó, pude seguir estudiando y ser una buena mamá --recuerda María Fernanda Suárez, quien terminó sus estudios de enseñanza media, pero decidió no continuar con una carrera universitaria para enfocarse en el cuidado de Antonella. Hoy María Fernanda Suárez tiene 21 años, tiene una nueva pareja y está esperando a su segunda hija. Lleva tres años trabajando como administrativa en una empresa de logística enfocada en la gestión y distribución de productos para cumplir la meta que se fijó: tener una casa para ellas. No obstante, la joven reconoce que al principio de su maternidad tuvo momentos de dudas. Asume que "deseaba retroceder el tiempo" y haber disfrutado su pubertad y adolescencia, pero esos cuestionamientos quedaron en el olvido. María Fernanda Suárez repite constantemente que no se arrepiente de su maternidad.
Esta ambivalencia no sorprende a María Paz Altuzarra, psicóloga de la Clínica Universidad de los Andes. --Mientras más joven sea la madre, más desafíos va a haber en el desarrollo del vínculo, por lo que es central el acompañamiento.
Habrá una adolescente que todavía no tiene una consolidación de su identidad y que aún su madurez emocional va a estar en desarrollo, lo que puede generar dificultades en la construcción del vínculo --afirma la profesional y menciona que pueden estar más estresadas, sentir miedo o incluso cuestionarse momentos en los que son madres cuando podría hacer alguna actividad.
Catherine González, matrona de Clínica Dávila Vespucio, plantea la necesidad de un enfoque integral en el control prenatal y el acompañamiento. --El control prenatal debe adaptarse a las necesidades particulares del adolescente y abordarse con un enfoque más integral, no solo la parte médica, es decir, el buen desarrollo del feto y el bienestar de la salud de la madre; sino que también abordando lo emocional, social y educativo.
La profesional además afirma que involucrar a la familia permite que los adolescentes sientan un apoyo real frente a las responsabilidades que enfrentarán, y que esto ayuda a disminuir el riesgo de ansiedad, miedo o rechazo al embarazo en el posparto. Cuando piensa en el apoyo que recibió de su familia, María Fernanda Suárez lo agradece. Sus padres cuidaban a su hija para que pudiera estudiar o dormir a ratos en los primeros meses tras el nacimiento de la niña. Incluso en la actualidad, que ya no vive con ellos, siguen presentes. --Me independicé hace dos años, pero aún recibo apoyo por parte de ellos, nos ven, se preocupan y están allí. LOS PREJUICIOS Camila Sierra (19) todavía recuerda las palabras de la primera persona a quien le contó que estaba embarazada. Acababa de cumplir los 18 años, su relación en casa era tensa y trabajaba en un circo en Puente Alto, luego de que dejara el colegio en tercero medio. Fue allí donde conoció al papá de su hijo, quien trabajaba montando las carpas y recibiendo al público que asistía a los shows, mientras se encargaba de la iluminación. Llevaban más de dos años de relación cuando Sierra advirtió el retraso en su período. Como no vivía con su madre, se acercó a una de las mujeres que trabajaban en el circo. Ella la acompañó a comprar el test que horas más tarde salió positivo. Tres días después de tener el resultado, ella les contó a sus padres. Cuando recuerda ese momento, dice que su madre no reaccionó y FRANCISCO JAVIER OLEA.
Madres adolescentes en primera persona a Camila Sierra junto a su hijo Simón de dos meses. que su papá no se esperaba que ella, la hija del medio de cuatro hermanos, fuera la primera en quedar embarazada. La primera parte del embarazo la pasó en Santiago, pero el último trimestre decidió mudarse a Chillán con el papá de su hijo por trabajo. trabajo. No resultó como pensaba Antes del parto tuvo un problema con el padre de su hijo a causa del alcoholismo y la adicción a las drogas de este. Fue entonces que llamó a sus padres para que la fueran a buscar. Su mamá fue quien tomó el metrotrén hasta donde Camila Sierra estaba hospitalizada hospitalizada para su cesárea, la acompafió en el parto y luego en su regreso a Santiago. Hoy, Camila Sierra es mamá soltera y su familia es quien la apoya con el cuidado de su hijo Simón. El niño tiene dos meses, pero su salud no es la mejor. Dos semanas después de que nació fue internado en urgencias a causa de un virus que le dejó secuelas en su riñón, manteniéndolo en controles controles semanales con distintos especialistas. Así, entre el cuidado de Simón y los dos trabajos que tiene vende desaytmos en colegios y en el circo, Sierra avanza con su maternidad que no ha estado exenta de dificultades y comentarios negativos.
Dice que se ha acostumbrado a ellos, a veces los responde, pero la mayoría los ignora Para Bárbara Etcheberry, directora ejecutiva de Fundación SoyMás, la maternidad adolescente sigue siendo estigmatizada, abordándose abordándose desde un prejuicio sin entender el contexto de vuhierabiidad que muchas veces puede rodear a las jóvenes. No se logra entender que ven pocas posibilidades en los colegios, que pueden tener poca red de apoyo o familias que no están bien constituidas.
Si uno entendiera un poco más, la complejidad que viven, sería más fácil empatizar con su realidad plantea Etcheberry quien agrega que reducir el embarazo adolescente a un problema de falta de anticoncepción o educación sexual es desconocer una realidad realidad mucho más compleja y transversal.
Según un análisis realizado para The New York Times por Caltlin Myers, economista que estadía política reproductiva en Middlebury College, la edad en que las mujeres son madres varía según la geografia geografia y la educación. En grandes ciudades, las madres primerizas son mayores, mientras que en zonas rurales son más jóvenes. El factor socioeconómico también influye en este fenómeno demográfico.
La plataforma MomJunction señala que uno de los efectos del embarazo adolescente es el estigma social y estereotipos que contribuyen contribuyen al aislamiento y la discriminación de las madres jóvenes, limitando limitando las oportunidades de estas y sus hijos. Esa mirada debe cambiar, según la psicóloga Ivette González. Es necesaria una visión mucho más comprensiva y menos prejuiciosa prejuiciosa de la maternidad adolescente. Y no solamente es esta, sino también lo es con el contexto familiar que se ve como permisivo.
Según el informe del UNFPA, las adolescentes que enfrentan un embarazo tienen menos posibilidades de completar la educación seamdaria y continuar estudios superiores: solo un 7% de las madres adolescentes acceden a estos últimos de acuerdo a lo informado.
Bárbara Etcheberry afirma que muchas madres jóvenes tienen dificultades para entender que es posible conciliar una vida profesional profesional con la vida materna, donde la resiliencia es fundamental para que retomen los proyectos que dejaron en pausa.
Isabel Sánchez, la joven de 19 años y madre de Mía, está determinada determinada a retomar el suyo: Quiero entrar a estudiar, siempre he querido ser abogada, pero el apoyo siempre es insuficiente. -tZZ3Ec-J 1 rtM Maria Fernanda Suárez dejó de estudiar para trabajar y cuidar a su hija Antonella. 4 J.