Autor: Carolina Méndez
Soledad Novoa:
“A nosotros no pueden medirnos por ticket cortado”
La directora del Centro de Arte Contemporáneo de Cerrillos, que está a punto de cumplir seis años, recuerda que no son “un museo” y que “eso la gente ya lo entendió”. Sobre el retorno de espectadores tras la pandemia dice: “hay que repensar cómo nos relacionamos con los públicos”.
Or su ubicación, en medio de un polo industrial, no abundan los transeúntes cerca del Centro Nacional de Arte Contemporáneo de Cerrillos (CNACC). Si bien no está muy distante del Metro, su edificio emerge como una construcción aislada. Perteneciente al Ministerio de las Culturas, fue inaugurado en 2016 en dependencias del exaeropuerto de Cerrillos. En tono calmo, su directora Soledad Novoa (54), advierte: “No somos un museo, somos el primer centro dedicado al arte contemporáneo en Chile; eso la gente ya lo entendió. Contamos con un centro de documentación, videoteca y archivo digital.
Además de laboratorios para la investigación y depósitos para la conservación de colecciones públicas y privadas de arte contemporáneo”. Con un doctorado en Historia del Arte de la Universidad de Barcelona (y otro postítulo en gestión y políticas culturales), Novoa llegó a la dirección del centro en 2019, tras ganar un concurso público convocado por el ministerio donde hubo 165 postulantes.
Hace poco llegó de vacaciones y con entusiasmo habla de la muestra conmemorativa de los 40 años del Festival Franco Chileno de Videoarte que exhibe el centro (hasta el 25 de septiembre). “Cuenta con 69 obras de 45 artistas chilenos y franceses”, comenta. —La ubicación del centro siempre ha sido un tema. Incluso el sitio web del CNACC dice: “estamos instalados en una comuna apartada del centro capitalino, lugar que alberga la mayoría de museos y espacios de arte público”. —(Suspira). Siempre digo lejos de qué. Una vez, una reconocida artista chilena me contó que cuando estaba abierto el restaurante del aeropuerto, en los años 70, muchos venían a comer un famoso sándwich los fines de semanas y se llenaba. Para nadie era lejos. Yo vivo en la Plaza Ñuñoa y me demoro exactamente lo mismo desde mi casa hasta acá, que desde ahí a una galería de arte en Vitacura. —Otro tema son las visitas. En su primer año este centro sumó cerca de 19 mil visitantes, siendo que los principales museos cuentan entre 200 mil y 600 mil personas anuales. En 2019 usted dijo en «El Mercurio» que las cifras de público no debieran ser el único indicador de sus logros. —As Í es, nosotros hacemos pocas exposiciones al año. Hemos tenido 22 desde que se fundó el centro. Un logro importante, es la acción colaborativa que hemos impulsado en diversos territorios. Como el Programa de Archivos Regionales sobre arte contemporáneo en regiones. Otro avance ha sido implementar el programa de residencias, que permite a artistas, curadores y curadoras investigar con nuestro apoyo. Sobre los públicos es difícil hacer un cálculo absoluto porque éstos se han ido transformando con la pandemia. —¿ Cómo han cambiado? —A nosotros no pueden medirnos por ticket cortado. Antes teníamos un promedio de 18 mil visitas anuales. Cuando cerramos por la pandemia comenzamos a potenciar nuestras redes sociales e iniciamos laboratorios de arte online. Cuando reabrimos, en agosto del año pasado, las personas seguían esperando el contenido virtual y no se acercaban a la actividad presencial. Pero eso no fue un fracaso en la medida que las exposiciones estaban llegando al público. “Hay que repensar cómo nos relacionamos con los públicos, qué queremos de ellos y qué canales de comunicación utilizamos. Para la inauguración de nuestra actual exposición, reflexionaba por qué hacer exposiciones de video habiendo tantas plataformas online donde podrían estar disponibles. Pero mi conclusión fue que era por la necesidad de pensar, sentir y dialogar en colectivo. Y eso no se logra en lo virtual.
Aunque online podemos llegara otros públicos que están lejos, lo presencial es irremplazable”. “Tenemos una función muy distinta a la de un museo” La pasión de Soledad Novoa por el arte viene de “chica”. “De la inspiración de un hermano que estudiaba piano en el conservatorio, de mi casa en Ñuñoa donde había una nutrida biblioteca y una buena colección de discos. También era asidua visitante al Museo Bellas Artes”, cuenta. Exdocente en varias universidades (entre ellas la U. De Chile y la UC) y excuradora del Museo Nacional de Bellas Artes de Chile entre 2010 y 2013, Novoa es reconocida en la escena de la crítica de arte feminista. Sus primeros acercamientos teóricos comenzaron en 1990, gracias a un seminario del tema organizado por la académica Kemy Oyarzún. Las artes visuales llegaron años después, mientras cursaba su doctorado en Barcelona. “Desde entonces, tomé la decisión de, al regresar a Chile, comenzar a dictar cursos en la universidad sobre estas problemáticas.
Este centro ha permitido ir abordando temas que afectan a las mujeres, tanto en las artes visuales como en la sociedad”, dice. —El proyecto del centro sorprendió al mundo cultural, incluso gente del ambiente del arte arremetió contra la iniciativa.
El entonces director del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Francisco Brugnoli, criticó que se gastara dinero en nuevas instituciones, cuando había otras con crisis presupuestarias como el propio MAC. —Tenemos una función muy distinta a la de un museo. Además, para nadie es un misterio las dificultades económicas que ha tenido el MAC. No hay que olvidar que pertenece a la Universidad de Chile. Es un museo público, pero hay que preguntarse cómo la universidad distribuye su presupuesto. Es un museo universitario y eso le da una potencia muy relevante. Debería ser líder en investigación. Siempre he considerado que el MAC es mi segunda casa. Estudié e hice clases en la Chile y he llevado a mis estudiantes a trabajar con las colecciones del museo. —El fin de la creación de este centro tampoco estuvo tan claro.
Cuando se inauguró, el exministro de Cultura, Ernesto Ottone, sólo resaltó su labor pública: “el Estado no se había involucrado en el arte contemporáneo con la profundidad necesaria como con este Centro Nacional del Arte”, dijo. —Sin duda, las posibilidades que abría el centro a las vicisitudes de la producción artística son inéditas. Con su creación se entendió que los procesos artísticos son lentos; que requieren mucha investigación. Que el arte siempre es una apuesta. Cuando tú tienes producción contemporánea no sabes para dónde irá, ni para dónde se dirigirá la respuesta. “Como institución pública dependiente del Ministerio de las Culturas, intentamos que nuestras acciones sean de carácter nacional. Además, nuestra misión es responder a las políticas públicas para el sector y que demos cumplimiento al Programa de Fomento y Desarrollo de Artes de la Visualidad, de donde viene nuestro presupuesto. Todo ello hace que trabajemos en base a programas a largo plazo.
A eso se suma nuestro intento por abordar temáticas significativas, no solo para la difusión del arte contemporáneo, sino para comprenderlo como parte de la historia reciente de nuestro país”. —El centro no se sumó a la reciente movilización de dos gremios de trabajadores de la cultura que mantuvieron por quince días cerrados los museos y las bibliotecas públicas.
Entre los compromisos que acordaron con el ministerio para bajar el paro, estuvo solucionar la falta de dotación de personal y mejorar las remuneraciones. ¿Cómo ve esta situación? —Creo que hoy tenemos una oportunidad de repensar y revalorizar lo que son nuestros museos, de darles un nuevo ímpetu. La situación de ellos en Chile ha sido bastante precaria desde hace unos 30 años. Esto tiene que ver con una asignación de recursos; con ordenar bien la casa. Es muy importante para un país sostener un sistema de museos dotado de recursos económicos y humanos. Esto permite custodiar adecuadamente sus colecciones, fortalecerlas, incrementarlas y difundirlas por diversas vías. Y continua: “Pienso en nuestros grandes museos, como el de Bellas Artes y también los regionales.
Los que tienen poca dotación de personal, pero que hacen unos esfuerzos maravillosos de manera muy precaria”. —Usted ha reconocido “el privilegio” de su experiencia en el sector público, ¿ por qué cree que no ha habido una política de Estado, más allá de los gobiernos de turno, para fortalecer a los museos? —Habría que construir una política cultural de Estado a largo plazo que trascienda a los gobiernos. Recursos no significa inyectar necesariamente más presupuesto. Está el interés de asignar más recursos, que es fundamental; pero subirlos significa además asignar una mejor dotación de personal. Esto implica la comprensión de qué es lo público. —¿ En qué sentido? —Si yo soy un museo, tengo dos funcionarios y de un día para otro me triplican el presupuesto no sabré qué hacer. Porque para eso se requiere, paralelamente, contar con más profesionales para su ejecución. Todo tiene que ver con un adelgazamiento del Estado en temas culturales que se instaló con la dictadura. Con el modelo económico y social de las últimas décadas, las instituciones públicas culturales se han visto seriamente afectadas.
Por eso debemos pensar cómo robustecemos la función pública con respecto a los museos. —¿ Temen verse afectados por la crisis económica? El centro cuenta con un presupuesto base de 500 millones anuales. —Dependemos jerárquica y presupuestariamente del Departamento de Fomento de la Cultura y las Artes. Desde que asumí la dirección en 2019 ese monto se ha ido incrementando anualmente. No hemos recibido ninguna instrucción al respecto. Imaginamos que en algún minuto esta vendrá, pues estamos en el proceso de construcción del presupuesto para el próximo año. Y si lo hubiera, como institución pública tendremos que tomar ciertas medidas.
Debemos pensar cómo robustecemos la función pública con respecto a los museos”. Aunque online podemos llegar a otros públicos que están lejos, lo presencial es irremplazable”.