Autor: Carlos Peña
Columnas de Opinión: El último clavo en el ataúd
Columnas de Opinión: El último clavo en el ataúd lestrepitoso fracaso de Carolina Tohá en las primarias tiene unasignificación, por decirlo asi, funebre. Fue el último clavo en un ataúd. En él, por desgracia, cabe casi toda la generación de Tohá (hoy con toda propiedad, una generación perdida), Si se piensa dos veces tal vez estas exequias no sean imprevistas, ni siquiera inmerecidas.
Después de todo los mismos que hoy se quejan del fracaso del socialismo democrático son los que comenzaron, poco a poco, hace años a medir el tamaño que el ataúd debiera tener y es probable que sin darse cuenta a preparar la triste ceremonia.
El primer paso de esta historia fúnebre comenzó a darse en el segundo gobierno de la presidenta Bachelet, cuando principió a generalizarse la klea que la izquierda no había estado, en las décadas que la precedieron, a la altura de si misma y que, en cambio, se habia comportado como un heredero de la dictadura; el segundo, fue ese momento de tontería que siempre antecede al desastre, cuando se creyó, o se quiso creer, o se intentó que la gente creyera, que Alejandro Guillier era mejor que Ricardo Lagos; y el tercero, y quizá más decisivo ocurrió en los días afiebrados de octubre del 19 cuando el socialismo democrático se esmero en pronunciar su propio responso y se sumó a la ilusión de que solo una sociedad sin instituciones podría ser capaz de elaborar unas nuevas. Lo que vino después ya no fue posible remediarlo.
En vez de mantener una distancia critica con el gobierno del Frente Amplio, el socialismo democrático decidió auparlo primero y luego mimetizarse con él, y cuando quiso diferenciarse ya era muy tarde y el gesto no pareció sincero. ¿Cómo extrañarse, entonces, del fracaso de Tohá y del socialismo democrático en su conjunto? Por supuesto hay factores inmanejables (la irrupción del carisma es uno de ellos); pero, bien mirado, lo que ha ocurrido al socialismo democrático se debe ante todo a si mismo.
Sus intelectuales no fueron capaces de comprender tempranamente que los cambios que los gobiernos concertacionistas habian introducklo (mejorar las condiciones materiales y ampliar el acceso al consumo) cambiarian la cultura y en vez de lucha de clases sungrian variadas formas, mediadas por el consumo, de luchas por el estatus; que los procesos de individuación alimentarian la anomia y el desorden; que como consecuencia de ello la clase como forma de pertenencia, experimentaria una lenta delicuescenda; que una vez que las mayorías probaran el fruto del consumo, el árbol del bien y del mal, ya no sería posible volver atrás; y, sobre todo, que las oportunidades se dan una o a lo más dos veces y si no se la toma a tiempo da frase es de Mannheim) se pierde para siempre.
Ahora no queda más que participar respetuosamente de las exequias, dar el pésame a los deudos, golpearles la espalda y decirles que así es la vida o la política, y que no cabe más que seguir y echar al saco sin fondo los resentimientos; pero al mismo tiempo es necesario recordarles que para seguir hay que mirar hacia atrás esta vez con más rigor y retroceder hasta ese momento en que por tontería, flojera o incapacidad, dejaron que el gusano del fracaso comenzará a hacer de las suyas mientras ellos, sus víctimas, acunadas a la sombra del Frente Amplio, se convencían que después de haber prestado este servicio se les perdonaría la vida. Y ahora que sonó el último martillazo en el ataúd se dan cuenta -pero ya es tardeque había sido un error. Mirada constitucional.