El mundo existe para llegar a un libro
El mundo existe para llegar a un libro POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EX MINISTRO Y EMBAJADOR, ES ACADÉMICO DEL CENTRO PAÍS HUMANISTA DE LA UNIVERSIDAD SAN SEBASTIAN Y DE LA UNIVERSIDAD FINIS TERRAE la vida como un eterno retorno, los sueños como premoniciones, y la duplicación de los espejos como unllamado divino al ser humanoa la modestia. Decía que somos uno y el mismo "hombre", y que como tal repetimos destinos, tropezamos con la misma piedra y representamos las mismas muertes alo largo dela historia. En este mundo regido por la inseguridad, la frivolidad, las intermitencias y la simplifica: ción, avarios cuesta entrar ala prosa de Borges. Pero encuentros inesperados facilitan a veces el desembarco en sus relatos. Yo lo admiro.
En dos ocasiones me paseé de ida y vueltaanteel número 1660 dela calle Anchorena, en el barrio de Recoleta, en Buenos Aires, donde él vivía, con la esperanzade verlo salir y saludarlo, pero el Olimpo no me escuchó. Cuento esto porque uno de los libros que me impresionó en la juventud fue Conversaciones con Goethe, escrito por suasistente en Weimar, Johann Peter Eckermann, edición de 1916 de Insel Verlag de Leipzig. El volumen, de tapas grises y letras doradas y 700 páginas, nolo encontré en Leipzig, donde viví en 1974, sino en La Habana, en 1976. Y no estaba en una librería sino en una calle del barrio El Vedado, frente a una casona antigua, a Cuyo cos" tado había muebles apilados y libros botados. La casa debe habersido de "gusanos" que se marcharon a Miami, me contó un amigo al regalármelo. ¿Cómo?, pregunté. Pues los quese van, pierden casa y enseres, y alguien arrojó los libros ala calle. Te puede interesar, respondió. Era una edición en alemán J orge Luis Borges, que veía J orge Luis Borges, que veía y buen estado. Un recorte de 1957 del Diario de la Marina, ya dlausurado porel régimen castrista como todos los medios independientes, marcaba unas páginasreferentes al 1 de marzo de1828, que despertaronmi atención. Reproducían la opinión de Goethe sobre dos temas que meinteresaban: el rol delos líderes enla historia y la fuente de la creatividad en los artistas. Además, Eckermann lo ambientaba en la bella ciudad de Weimar, cuna de laliteratura alemana. Fuera de eso me acercaba a alguien, que ya no vivíaen Cuba, que se interesabapor los mismos temas que yo, razón por la cual había colocado marcapáginas y dobladolas puntas de algunas hojas. Es un mensaje para mí, condluí. Melo devoré en unos días subrayando frases geniales de Goethe sobre Shakespeare y Napoléon. Cuando salí de Cuba a Berlín, este fue uno delos cincolibrosquellevé conmigo. Me acompañó hasta que en Leipzig noté quelo había extraexiste para existe para existe para llegar a un libro viado. No volvía verlo. Hasta la primavera del 2021. Fue en un kiosco de libros usados en la Cuesta Moyano de Madrid.
Volví a encontrarme conél, o al menos con lamismaedición de las conversaciones de Eckermann con Goethe entrejunio de 1823 y febrero de1832, ¡Qué suerte! Deslicé feliz mis yemas por la portada azul con letras doradas, idéntica a la del libro extraviado, y me dije que envejecía igual a como envejecía la del Caribe: sus amarillentas páginas papel Biblia resistían bien los años, pero ya sin marcapáginas.
Busquéel 1 de marzo de 1828, donde estaban las líneas que había subrayado en La Habana, pero alguien había recortado todas las páginas de ese día con sumo cuidado, de modo que saltaban sin que se notara dela 374 ala387. ¿Sería el mismo libro que yo había llevado en 1974 como homenaje a la casa de Goethe en Weimar, ciudad próxima a Leipzig? ¿ De verdad me reencontraba en Madrid con el libro conseguido en La Habana y perdido en Leip: Lo pagué diciéndome queera el mismo. Claro quesí, delo contrario no coincidirían mis páginas subrayadas con las eliminadas. Pues, este libro esmuy codiciado, me comen1Ó ellibrero. Hoy, sin irmáslejos, pasó una mujer interesada en él, pero pidiendo rebaja. Jamás hago descuentos a primera hora, afirmó. Opté porno pedirle uno, temeroso de que la mujer regresara y me rogara que se lo vendiera me rogara que se lo vendiera por una razón tan poderosa como la mía. Pagué y con mi señora seguimos recorriendo la feria. Micorazón iba a galope tendido. Cuando pasamos de vuelta frente al librero, me dijo: Tuvo suerte. La interesada en el Eckermann, regresó dispuesta a pagar el precio. Por ahí anda arrepentida". Nos alejamos presurosos con mi señora, ella creyendo que yo había pagado en exceso por el volumen, yo convencido de haber rescatado una parte de mi vida.
Borges piensa que las cosas ocurren en la realidad paraaparecer en un libro, y cita a León Bloy, que afirma: "somos versículos o palabras oletras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo". Un libro que azora porque sus páginas atesoran un misterio portentoso que sólo vamos discerniendo con losaños, agregaría yo. s.