Autor: CARLOS ALVAREZ SANHUEZA SOCIÓLOGO
Columnas de Opinión: Un nuevo paradigma para un viejo problema
Columnas de Opinión: Un nuevo paradigma para un viejo problema Hablamos de normativas mal diseñadas, instituciones sin capacidad defiscalización, desigualdadessistemáticas, cultura de impunidad y una normalización simbólica donde la transgresión se vuelvevehículo de pertenencia, poder o reconocimiento. Mientras noenfrentemos esa estructura que habilitael delito, seguiremos persiguiendo efectos sin tocarlas causas. Frente a este escenario, ya no basta con el viejotriángulo de la oportunidad delictiva, que seenseña como un mantra para los iniciados. Se trata de integrar y articular todos los componentes de la seguridad (infraestructura, personas, tecnologías, vínculos y normas), para que funcionen de manera coherente, legítima y convergente. Elobjetivono es solo prevenir delitos, sino producirlas condiciones para queel delitodejedeserunaopción razonable o deseable. Lo que las personas reclaman noes solo presencia policial, sino contar con una condición básica de seguridad que les permita habitar el mundo sin miedo arbitrario. Esta ausencia de una condición real de seguridad se refleja también en la frustración de quienesestánenla primera Iineadelsistema. Enel policía que detiene cincovecesa la misma persona sin que pase nada. En la profesora que enseña en barrios capturados por el narco. Hablar de condición de seguridad tiene consecuencias profundas para la seguridad privada, pública e incluso nacional. Países que han normalizado estrategias punitivas y militarizadas enfrentan hoy el desgasteinstitucional, la fragmentación social y la expansión del crimen organizado como fuerza paralela. La pregunta ya no es cuántas patrullas más, ni cuántas cámaras nuevas.
La verdadera pregunta es: ¿ cómo desactivamos los incentivos que el propiosistema reproduce para sostener, habilitar o tolerar el delito? Sino nos hacemos cargo delas fallas sistémicas que incentivan el delito, seguiremos gestionando síntomas con analgésicos, celebrando indicadores vacíos y permitiendo que el miedo siga organizandola vida encomunidad. Yen este punto hay que decirlo conclaridad, el academicismo acomodado en posiciones de poder político no ha estado a la altura. Noporfalta de datos, sino por exceso de dogma. En lugar de abrir el debate, muchos prefieren aferrarse a susindicadores y despreciartoda mirada queno provengadesutribuna. Noestán defendiendoideas: están defendiendo su lugar en el sistema. No se trata de inventar la rueda. Se trata, después de décadas de estancamiento, de preguntarnos siacaso no ha llegadolahorade cambiar. Comoescribió Thomas Kuhn, los paradigmas no se superan con mejoras incrementales, sino cuando una nueva forma de verel problema demuestra comprender mejor la realidad que pretende explicar. Todo lo demás es parche. n nuestro país, comoengran parte de América Latina, el debate sobre seguridad seha empantanado en una fórmula que ya no resiste más estiramientos. Más vigilancia, más castigo, más tecnología. Como si el crimen y la inseguridad fueran únicamente problemasde oportunidad y más control, y no síntomas de unorden social que produce sus propias fracturas internas. Es tiempo de pensar distinto. De asumir quela seguridad no puede seguir reducida aunacifra. Nosetrata de contar delitos para declarar tranquilidad. La seguridad queimportano esla ausencia estadística del crimen, sino lacondición que se promueve para una vivencia cotidiana de protección, pertenencia y legitimidad. Setratade una experiencia concreta, donde las personas no solose salvo, sino quesabeny sienten sientena quesuexistencia tienevalor y resguardo. Generar condiciones de seguridades el verdadero desafío. Este giro no es un juego semántico. Es estratégico. El crimen organizado, el delito común y la sensación de inseguridad tienen un punto de cruce que rara vez se aborda con la profundidad querequiere. Me refieroa los incentivos criminalesqueel propiosistema social, directa o indirectamente, motiva, habilita o legitima la conducta delictiva. Estos incentivos no son anomalías nisimples fallas. Son expresiones funcionales deuna arquitectura disociada. DO Sino nos hacemos cargo de las fallas sistémicas que incentivan el delito, seguiremos gestionando síntomas con analgésicos, celebrando indicadores vacíos y permitiendo que el miedo siga organizando la vida en comunidad. Y en este punto hay que decirlo con claridad, el academicismo acomodado en posiciones de poder político no ha estado a la altura. En lugar de abrir el debate, desprecian toda mirada que no provenga de su tribuna.