"El sufrimiento ha sido por momentos intolerable"
"El sufrimiento ha sido por momentos intolerable" El psiquiatra Otto Dorr. "El sufrimiento ha sido por momentos intolerable" E n septiembre se cumple el primer aniversario de la partida de su señora. ¿Cómo ha sido este período? --Muy difícil, casi diría terrible por lo inesperado y súbito de su muerte.
Carmen fue mi compañera durante 63 años, madre ejemplar de nuestros siete hijos, lectora, jardinera, pintora --de óleos, acuarelas, muebles y cerámicas--, bordaba como las diosas; pero no solo fue una gran artista, sino que logró hacer de su vida una obra de arte. Otto Dörr Zegers (88) aparece con una sonrisa cálida en su luminoso living. En la sala sobresalen fotos familiares y un piano. "Bienvenidos", dice, con un abrazo suave al saludar.
Es feriado y este miércoles de julio el Premio Nacional de Medicina 2018, de traje y corbata, posa sin prisa para las fotografías de esta entrevista en su casa de calle Charles Hamilton (Las Condes). "Hemos vivido aquí durante los últimos 38 años", cuenta. Egresado como médico de la Universidad de Chile (1961), con un doctorado en la Universidad de Heidelberg (1972), fue el primer médico en el mundo en describir la Bulimia Nerviosa como una patología. Con más de 250 publicaciones, entre ellas libros publicados en Alemania e Inglaterra (como artículos en revistas científicas internacionales y nacionales), todavía se mantiene muy activo en el plano académico. Minutos más tarde invita a pasar a su escritorio. "Acá en las tardes recibo a mis pacientes", dice.
Una labor que compatibiliza con las clases que imparte en la Unidad de Formación de Postgrado de la Universidad de Chile en el Hospital Psiquiátrico, donde semanalmente realiza seminarios teóricos y otros clínicos con evaluación de pacientes. "Este plantel ha sido como mi segunda casa", comenta.
Allí ha sido profesor titular de la Facultad de Medicina desde 1983. "No hay cómo escapar del dolor" Custodiado por un par de impresionantes pinturas al óleo de dos antepasados, Dörr, quien fuera jefe del Servicio Clínico del Hospital Psiquiátrico de Santiago (entre 1992 y 2008), enciende una antigua lámpara. Entonces muestra un texto que está escribiendo sobre Carmen Álamos Errázuriz, su esposa. "Estas páginas me han permitido mantenerme cerca de ella", dice. Sobre su mesa también descansa su más reciente publicación, «Psiquiatría y Cultura» (Ediciones UDP 2024), que recopila algunos de sus ensayos. Son 14 textos donde conecta sus investigaciones psiquiátricas con las obras de autores como Platón, Goethe, Kierkegaard, Rilke y Karl Jaspers. "Este libro busca entender la complejidad del alma y del cerebro humano. En él la poesía, la ciencia, la razón y la locura se entremezclan con reflexiones sobre la angustia, la depresión, el delirio y los trastornos de personalidad", explica.
Con tono melancólico recuerda cuando el 18 de septiembre pasado viajó con su mujer al campo de la familia Dörr, ubicado en la precordillera de Curicó, su ciudad natal: "La semana anterior había estado hospitalizada en una clínica con un cuadro pulmonar de mediana gravedad, producido por el Covid.
Pero como era tan sana, se recuperó rápidamente y al cuarto día la dieron de alta, sin advertirme Otto Dörr: A un año de la muerte de su esposa, el reconocido psiquiatra habla por primera vez de su viudez. "He llegado a sentir que soy simplemente incapaz de vivir sin ella". F O T OGR AFÍA : J A VIER S A L V O / A T ON Carolina Méndez. "El sufrimiento ha sido por momentos intolerable" sobre posibles complicaciones". Sus ojos se vuelven cristalinos. "Cerca de las 12 de la noche, saliendo del baño me dijo: `Me siento tan cansada, como si hubiera caminado dos kilómetros'. Yo estaba sentado en el escritorio a solo algunos metros, tuve un pálpito y casi corriendo me dirigí hacia ella y al llegar a su lado, me dijo `¡ ay, qué dolor! ' y se desplomó en mis brazos. Ni el masaje cardíaco, ni la respiración boca a boca que le hicimos entre mis hijas y yo sirvieron. Cuando llegó la ambulancia del pueblo cercano, su corazón tampoco respondió al desfibrilador.
Los expertos que he consultado en Santiago me han afirmado que Carmen murió de un tromboembolismo masivo producido por el Covid, condición no muy frecuente, pero que sí ocurre en alguna proporción de los casos", relata. --¿ Pensó que ella se iría antes que usted? --Jamás.
Dos semanas antes, y con esa intuición casi diabólica suya, dijo sentir que se iba a morir pronto y yo le respondí: "Es que no hay ninguna posibilidad Carmen, porque tendría que caerle un ladrillo en la cabeza; usted está completamente sana.
Yo, en cambio, sufro de arritmia y vivo en el límite de la insuficiencia cardíaca, como todos mis antepasados". Entonces me replicó: "Me ha prometido tantas veces que yo me voy a morir primero, porque no quiero vivir ni un solo día sin usted". Y le respondí: "Por eso me cuido tanto". Cumplí esa promesa, ¡pero a qué precio! --¿ Cómo se enfrenta al dolor? Ha escrito sobre la relación entre el duelo y la depresión. ¿Temió sufrir esa enfermedad? --No, porque no tengo antecedentes familiares de depresión. Pero el sufrimiento ha sido por momentos intolerable. He llegado a sentir que soy simplemente incapaz de vivir sin ella. --¿ Como católico, la religión alivia el dolor? --Sí, por cierto, pero eso no es suficiente. Tiene que pasar el tiempo y hay que llenarlo con trabajo, lectura, viajes. También me ha ayudado mucho el estar acompañado por mis hijas, mi hijo y mis nietos. Otra cosa que me ha ayudado es escribir sobre ella. Quiero de algún modo eternizarla, quiero que otros puedan aprender de ella. Tratar de dibujar ese personaje tan especial que conocí en un viaje en tren de Curicó a Santiago, me ha ayudado enormemente. Yo tenía 24 años y ya era médico. Carmen se subió al mismo vagón y yo me deslumbré. Era extraordinariamente linda, de ojos verdes y pelo castaño rojizo.
Fue un amor a primera vista. --En una entrevista a «El Mercurio», poco antes de la muerte de ella, afirmó: "No concibo mi profesión de otra manera que como una permanente búsqueda del sentido de lo humano en general y del sufrimiento en particular, tanto del otro como del mío propio". Tras estos momentos dolorosos, ¿cuál es el sentido del sufrimiento? --Esas frases finales de la entrevista fueron como una extraña premonición de lo que ocurriría dos meses más tarde: el inesperado fallecimiento de mi esposa. ¿Por qué hablar entonces de la necesidad de buscarle un sentido a mi sufrimiento, cuando era tan feliz con ella, con mis hijos y mis nietos? Claro que habíamos tenido una pena atroz con la trágica muerte, en un accidente, de nuestro segundo hijo varón, Cristián, a la edad de 5 años, pero habían transcurrido más de cinco décadas y, al menos, esa terrible pérdida la habíamos sufrido juntos, apoyándonos el uno al otro.
No hubo un día en que no nos acordáramos de él, pero ese dolor latente se fue haciendo con el tiempo menos incisivo y, sobre todo, no impedía sentir la felicidad de estar juntos cada día. Prosigue: "¿ Por qué entonces hablé, antes de su inesperada muerte, de la necesidad de buscarle un sentido a mi sufrimiento? No sé. Un misterio. El hecho es que ahora me veo abocado a la tarea de encontrar ese sentido.
Y no lo encuentro, a excepción del hecho de tener que aceptar la condición trágica de toda vida humana, pues cada despedida, cada pérdida, cada muerte alrededor, cada enfermedad, para qué decir las mentales, y el envejecimiento con sus limitaciones, todas esas circunstancias naturales implican sufrimiento. Nadie ha expresado esta verdad más profunda y bellamente que el poeta Rainer Maria Rilke: `Nosotros, pródigos en dolores, cómo los vislumbramos por anticipado en la triste duración, por si acaso terminan.
Pero ellos son nuestro follaje invernal y perenne'". --No habría entonces cómo zafar del sufrimiento... --No hay cómo escapar del dolor, aunque el mismo Rilke, en «Sonetos a Orfeo», nos sugiere una posibilidad de comprensión: los humanos somos como los hilos de un tapiz; cada uno indispensable, pero desconocemos el resultado final, no sabemos cómo es ese tapiz, que solo Dios conoce. Sólo él conoce la función de cada uno, tanto el espacio que ocupamos como el tiempo que nos toca actuar en ese tapiz glorioso.
Sin la esperanza en un Dios que nos ama y protege, la vida humana carecería de sentido. "No tengo miedo a la muerte" --¿ Le teme a la muerte?, ¿cree en la vida eterna? --¡ Qué preguntas! Voy a empezar citando a Goethe, otro gran poeta alemán, que además fue dramaturgo, novelista, político y un gran científico.
Él fue un hijo de la Ilustración del siglo XVIII y, por lo tanto, no particularmente religioso, pero ya muy anciano, expresó: "Cuando uno tiene 75 años no puede dejar de pensar a ratos en la muerte". A mí este pensamiento me deja tranquilo, porque tengo la firme convicción de que nuestro espíritu es un ser de naturaleza indestructible, que continuará viviendo de eternidad en eternidad. En cierto modo es semejante al sol, que sólo se pone para nuestros ojos terrenales, pero que en realidad continúa luciendo incesantemente. Curiosamente, no hace muchos años, la astrofísica demostró la llamada "ley de conservación de la información", de (Stephen) Hawking.
Vale decir, la información es eterna, porque es capaz de atravesar los hoyos negros. ¿Y qué somos cada uno de los humanos, sino un mosaico único de información? Goethe tenía razón y también las religiones que creen en una vida más allá de la muerte. --¿ No le da temor su propia partida? --No, no tengo miedo a la muerte, menos ahora que me abriga la esperanza de juntarme con Carmen. Aunque no quisiera morirme todavía, a pesar de que cargo tantos años sobre mis hombros.
En primer lugar, porque siento que mi hijo, mis 5 hijas y mis 13 nietos todavía me necesitan; es mucho lo que ellos han sufrido con la desaparición de esa mamá y abuelita única, a quien tanto admiraban y adoraban. El que yo aún exista es un cierto consuelo para ellos. En segundo lugar, pienso que me quedan algunas tareas por cumplir todavía. Cuando esté listo, moriré tranquilo y espero poder estar junto a Carmen por toda la eternidad. --Es un año de elecciones. ¿Cómo ve el panorama político? --Yo soy tributario de la cultura heleno-romano-judeo-cristiano-occidental. Por lo tanto, estoy en contra de toda forma de totalitarismo. He estudiado mucho el tema del nazismo y es lo peor que ha ocurrido en la historia, seguido por el comunismo soviético. Todo lo que tenga que ver, aunque remotamente, con ideologías totalitarias, me es del todo ajeno.
Hay que buscar siempre el término medio, la prudencia griega. --Me imagino que la opción de Jeannette Jara es muy lejana, ¿no? --Yo creo que ella es una persona muy simpática y que fue una buena elección de la izquierda el nombrarla.
Pero estoy muy de acuerdo con Lucía Santa Cruz en su columna de «El Mercurio», en el sentido de que el hecho de pertenecer ella a un partido que estimula la lucha de clases, y conduce a la dictadura del proletariado, hace imposible considerarla como una opción. --¿ Y entre Kast y Matthei? Los dos, como usted, son de origen alemán. --Los conozco personalmente y tengo la mejor impresión de cada uno de ellos. Ambos son muy inteligentes, cultos, hablan varios idiomas, conocen su materia y tienen un liderazgo natural. Ella además es una gran pianista. Ambos serían un lujo como presidentes de la República. Con respecto a lo alemán, los alemanes tienen, entre otras, una virtud muy simple: la honradez. Lo pude constatar muchísimas veces durante los períodos en que viví en Alemania. Me imagino que ambos candidatos, más alemanes que yo todavía --porque soy alemán solo un 50%-lo son en mayor medida aún. Ni el masaje cardíaco, ni la respiración boca a boca que le hicimos a mi esposa sirvieron. Cuando llegó la ambulancia su corazón tampoco respondió al desfibrilador". Una cosa que me ha ayudado es escribir sobre ella, quiero de algún modo eternizarla. Tratar de dibujar ese personaje tan especial que conocí en un viaje en tren de Curicó a Santiago"..