Autor: POR ESTELA CABEZAS FOTO SERGIO ALFONSO LÓPEZ
Pablo Huneeus ¿QUÉ TE PASÓ, PABLO?
Pablo Huneeus ¿ QUÉ TE PASÓ, PABLO? Pablo Huneeus, sociólogo, escritor, 85 años, observador agudo de la realidad y asiduo comentarista en los medios de comunicación en los años 80 y 90, se para en la terraza de su casa bien arriba de un cerro en Lo Barnechea y se estira todo lo que le permite su metro 88. Hace un par de ejercicios hacia un lado, luego al otro, después atrás. Levanta una pierna, luego la otra y exhibe sus zapatillas gigantes, “calzo 45”, acota.
Todo para mostrar su buen estado de salud y que esta vida, que él define como regalada después de haber sufrido un agresivo cáncer hace dos años, decidió “aprovecharla totalmente”. Siempre he sido un ser esperanzado, pero ahora esto tiene un gusto especial porque estoy viviendo una vida posvida, de prestado. Yo elegí vivir porque podría no haberme hecho el tratamiento.
De hecho, lo pensé, ¿para qué la quimio, la radio?, pero el doctor me dijo que así sería un año máximo. ¿Eso fue lo que lo hizo decidir hacerse el tratamiento? No, fue más bien porque dijo que si no me hacía nada, iba a ser un año con fuertes dolores y yo soy cobarde para el dolor. Además, está el daño neurológico: tengo compañeros de curso que se han vuelto sexópatas, ladrones, peleadores. Es el mismo daño neurológico que se les produce en la vejez a los que se golpean mucho el cráneo en motos, en las lanchas rápidas. O los boxeadores. No es que se ponen gagá, se ponen malos, pesados, asesinos. Entonces dije: “No puedo hacerle esto a mi familia. Convertirme en un viejo de mierda, más de lo que soy por naturaleza. No”. Se queda en silencio y luego dice: Pienso en la gente que en situaciones lamentables se quita la vida. Era mucho mejor salir de la crisis con lo que me estaban ofreciendo, esta oportunidad que me la tomé muy en serio. Y se lanzó “con tutti” a las manos de los doctores, a los exámenes. Ahí descubrí que la ciática era una metástasis, y que como ya había salido de la próstata, no se sacaba nada con operar.
Le propusieron probar con un medicamento nuevo, una inyección que suprime la testosterona. ¿Tenía susto? Tenía susto de que no resultara y las contraindicaciones: que uno se va a volver afeminado, que no va a poder tirar más. ¡Qué importa!, ya me da lo mismo. ¿Y se volvió más afeminado? No creo. A lo mejor me volví más sensible. Tanto mejor: ahora me preocupan los pajaritos, los sentimientos de las personas. ¿Antes no? Antes menos. No sabría cómo definirlo, pero me siento bien. No me hace falta la testosterona. Puede que sea menos agresivo, peleador. Yo antes era machaca, neurótico, descalificador, exigente, perfeccionista. Es que la testosterona es agresividad. Dice que el tratamiento hizo que sus antígenos bajaran de “800, a 20 y luego menos y menos”. Seguimos con el comité oncológico y salió todo bien. Yo le digo el comité olímpico de El Salvador, del hospital. El tratamiento resultó. El tumor de lo que yo creía que era ciática desapareció. El antígeno bajó. Cuenta que es usuario de Fonasa y que lo han atendido maravillosamente, a costo cero. ¿Encuentra que la salud pública chilena es buena? Es buenísima. El problema es que no es para todos, porque hay muchas listas de espera, pero cuando uno entra al sistema, es muy bueno. Dice que también se ha hecho amigos. Es todo muy cariñoso. Imagínate que un día salí de hacerme una resonancia magnética a medio vestir, y una señora que estaba sentada me mira y me dice “ponga el pie aquí”, sobre una mesita. Pongo el pie ahí, y me abrocha los zapatos. Pablo Huneeus se ríe a carcajadas. Me dio ternura, yo creo que desde la Celinda, mi nana de chico, nadie me abrochaba los zapatos. También se ha encontrado con “gente jodida”. Me tocó ver una discusión de un hombre que gritaba que estaba en la lista de espera y llevaba no sé cuánto tiempo esperando.
Y ahí lo ven y le dicen: “Señor, estaba citado un año atrás”. Todas estas experiencias las está plasmando en Cáncer a mí, un libro que, dice, “se ha escrito solo” y que se suma a su nueva misión: ayudar a mejorar la vida de los mayores, lo que intenta hacer desde el Geriátrico del Hospital El Salvador: de hecho, las redes sociales de este centro lo muestran cual influencer haciendo ejercicios para incentivar la vida saludable a su edad. Es que esta vida me ha transportado a otro país: el de los mayores de 70, donde hay otra sensibilidad, otros tiempos, la mente funciona diferente. Hace una pausa y continúa: En los próximos años van a haber más mayores que niños. Van a haber más hogares de ancianos que jardines infantiles. ¡Más geriatría, menos pediatría! Y ahí hay un gran capital de experiencia, de sabiduría, de know-how, como dicen. Si, por ejemplo, se les facilita que puedan vender sus productos sin iniciación de actividades, porque no sabes el lío que significa eso para, por ejemplo, vender la miel que hacemos. O los panes o tejidos que alguien produce. Podríamos tener una producción de bienes importante, aparte de mejorarles la condición. El trabajo es bonito, a la gente le gusta trabajar. Y al jubilado más. Se piensa en general que los adultos mayores deben estar en sus casas descansando o haciendo lo que quieran. Usted habla de un sujeto productivo. Cuenta que todos los domingos se junta con un grupo de amigos en su casa a almorzar. Cada uno lleva algo, comen, y luego se sientan a conversar. Asegura que hay lista de espera. Nos juntamos y copuchamos hasta que, literalmente, las velas no arden. Y a eso de las ocho cada uno parte a su soledad. Y te digo, todos tienen buenas casas, pero están solos. Es gente que no está obligada a estar sola, pero que tampoco quieren ser baby sitters o niñeras de guagua. ¿Y usted cómo se siente? Productivo, y que salga de la inacción produciendo. El que fue contador, pucha, que atienda contabilidad.
Y hay que liberarlo de toda la traba, de la boleta Además, Pablo Huneeus propone lo que él llama algunas “medidas básicas” para ayudar a los mayores; entre ellas, cambiar el sistema de herencia, “y adoptar el sistema universal, americanoeuropeo, de que la persona hereda a quien quiere. Eso cambiaría completamente la relación de familia”, dice. Seguramente los hijos tratarían mejor a sus padres si de eso depende la herencia. Él tiene tres hijos de su matrimonio con Delia Vergara: Andrea, Nico que se llama Pablo Ignacio, igual que él, y que pide que le digan así y Alejandro. También tiene otro que fue reconocido, y que lo tiene demandado, y sospecha que tal vez hayan más. Puede que haya una danesa y otros de los que mucha gente dice “qué parecido son a Pablo Huneeus”. ¿Usted ha sido mejor padre o marido? He sido mejor como padre. Los he dejado hacer su vida. Yo creo que debí haber sido más estricto, por ejemplo, en que aprendieran a tocar piano. Me siento más maduro. He conocido dimensiones que no sospechaba, como sentirme útil. Sentir que lo que estoy haciendo en esto de tomar la causa de los adultos mayores, para ayudar a hacer un movimiento, una revolución. La palabra conmueve, el ejemplo arrastra. Estoy haciendo los ejercicios, pero mostrándolo. Para el mundo de los adultos mayores se ha visto como algo positivo. Es un gran mercado. Por eso estamos pensando en un programa de televisión, está en conversaciones.
Dice que hizo un piloto con Chilevisión, pero que no resultó porque lo trataban como si fuera “una cosa trágica”. Lo que me gustaría hacer es contar un libro, discutir el libro con un entrevistado, hacer una combinación de cosas. Una historia a la semana.
Hay un tremendo mercado en la gente mayor, esto va a ser cada vez más grande, cada vez somos más. ¿Qué le cobran sus hijos? No creo que sea el que no les haya enseñado a tocar piano... Antes aparecía mucho en los medios ¿ Por qué dejó de aparecer? Tiene que ver con lo que te decía de la herencia: Reclaman, por ejemplo, que les deje hacer una casa aquí. O me dicen que les deje la casa. Ya se quedaron con la propiedad que tenía yo en El Arrayán, los tres hijos, pero en realidad se quedó la esposa, la Vergara () A cada rato me piden que les preste la camioneta. Lo tienen a uno de comodín y yo tengo una independencia.
Imagínate un hijo que de repente te dice, “y todo esto va a ser mío”. Pero eso es verdad. ¿Qué puede tener de malo? Pero, ¿por qué? ¿ Qué ha hecho él para merecer eso? A lo mejor no quiero dárselo a él, o sí. Si me tratara con cariño, se preocuparan, pudiera pedirle algo. Que me ayuden con las cosas de la casa, con la construcción, algo así. A lo mejor me verían con otros ojos si supieran que es decisión mía a quién le dejo lo mío.
También dice que hay que cambiar la seguridad ciudadana por “seguridad y amistad ciudadana”. Que no sean unos excarabineros que andan todos enojados con la gente, que ayuden como en Lo Barnechea, que llevan los libros a la casa. Que puedan llevar recados, viandas de repente, bajarse a preguntar por la gente. Eso de que pasen a preguntar por uno es fantástico. Me hice muy amigo del carabinero que pasaba por acá. Y quiere decir que uno le importa a alguien. Es importante, agrega, vivir más en comunidad, como lo hacen las abejas. Desde hace unos años, él y su señora, Verónica Crovari, tienen un negocio de miel, y en su jardín hay paneles de abejas. Ellas lo hacen todo en grupo, y tienen distintos roles según su ciclo de vida. La abeja se defiende del frío y de las avispas, junta miel, ventila, pero siempre en grupo, jamás en soledad. Hoy es muy importante luchar contra la soledad de los más viejos. La soledad en la especie humana mata. Tenemos que hacer lugares de encuentro, como el malón dominical que hacemos acá. Me hicieron la cruz en los medios porque dije los nombres de unos políticos en el caso Spiniak. Me demandaron. Dice que le dejaron de hablar, de invitar, que lo cancelaron. Fui borrado del mundo. Incluso mi hermano me dejó de hablar y, bueno, asumí que vivimos bajo dictadura. ¿La dictadura de qué? De los mercados, del capitalismo financiero, de la cosa nostra. Y que tiene unos límites no tan distintos de los que tenía el país durante el régimen de Pinochet. Pero a usted nadie lo persiguió, lo tomó preso y se lo llevó a un centro de tortura. No. Me mantuve en cierto margen en tiempos de Pinochet, el cuadrilátero era muy claro. No columpiárselo a él, la relación entre las Fuerzas Armadas, no tocar la disputa entre ellos. No hablar de derechos humanos, de la DINA. ¿Y pudo convivir con eso sin problemas? No, es que todo lo demás era fantástico. Porque yo podía criticar al intendente de la Décima Región y el hombre reaccionaba, contestaba. Te tomaban en cuenta. Yo escribía en el diario La Tercera, lo leía todo el mundo en los regimientos. Tú podías criticar todo, al ministro de Educación, la política de la minería, que por qué están instalando salmoneras. Pero no al cuadrilátero. Hoy, mira la política con distancia. Habría esperado más del gobierno de Gabriel Boricdice. ¿Votó por él? Sí. Y ahora ¿ cómo ve la nueva elección? ¿ Matthei, Jara o Kast? ¿ Quién va a rebajar el IVA? No lo sé. Nadie lo ha propuesto. Entonces me da lo mismo. “No me hace falta la testosterona. Puede que sea menos agresivo, peleador.
Yo antes era machaca, neurótico, descalificador, exigente, perfeccionista”. ¿A todos les pesa esa soledad?. Luego de capear un cáncer, en que parte del tratamiento fue probar un medicamento que suprime la testosterona, está escribiendo un libro con toda esa experiencia, se encuentra menos peleador y más sensible. Hoy, es un influencer de la tercera edad y tiene una nueva misión: ayudar a mejorar la vida de los mayores. Uno de los sociólogos más mediáticos de los 80 y 90 cuenta aquí, fiel a su estilo, en qué está y reconoce que antes “me tomaban en cuenta”. “No me hace falta la testosterona. Puede que sea menos agresivo, peleador. Yo antes era machaca, neurótico, descalificador, exigente, perfeccionista”. “Estoy haciendo los ejercicios, pero mostrándolo. Para el mundo de los adultos mayores se ha visto como algo positivo.
Es un gran mercado”. “Vivimos (la dictadura) de los mercados, del capitalismo financiero, de la cosa nostra, y que tiene unos límites no tan distintos de los que tenía el país durante el régimen de Augusto Pinochet”.