Almacenar en el cielo
Almacenar en el cielo Décimo octavo domingo del año Uno de la multitud dijo al Señor: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia». Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro árbitro entre ustedes?». Después les dijo: «Cuí dense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas». Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: mismo: «qué voy a hacer? No tengo donde guardar mi cosecha». cosecha». Después pensó: « Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida». Pero Dios le dijo: «Insensato, «Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿ Y para quién será lo que has amontonado?». Esto es lo que sucede al que acumula acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios». (Lucas 12,13-21) Cada vez sabemos más de la situación social y económica que Jesús conoció en la Galilea de los años treinta. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades crecía la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros graneros cada vez más grandes. En un pequeño relato, conservado por Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella situación tan contraria al proyecto querido por Dios, de un mundo más humano para todos. No narra esta parábola para denunciar los abusos y atropellos que cometen los terratenientes, sino para desenmascarar la insensatez en que viven instalados. Un rico terrateniente se ve sorprendido por una gran cosecha. No sabe cómo gestionar gestionar tanta abundancia. ,Qué haré?. Su monólogo nos descubre la lógica insensata de los poderosos que solo viven para acaparar riqueza y bienestar, excluyendo de su horizonte horizonte a los necesitados. El rico de la parábola planifica su vida y toma decisiones. Destruirá los viejos graneros graneros y construirá otros más grandes. Almacenará allí toda su cosecha. Puede acumular bienes para muchos años. En adelante, solo vivirá para disfrutar: túmbate, come, bebe y date buena vida. De forma inesperada, Dios interrumpe sus proyectos: Imbécil, esta misma noche, te van a exigir tu vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?. Este hombre reduce su existencia a disfrutar de la abundancia de sus bienes. En el centro de su vida está solo él y su bienestar. Dios está ausente. Los jornaleros que trabajan sus tierras no existen. Las familias de las aldeas que luchan contra el hambre no cuentan. El juicio de Dios es rotundo: esta vida solo es necedad e insensatez. En estos momentos, prácticamente en todo el mundo está aumentando de manera alarmante la desigualdad.
Este es el hecho más sombrío e inhumano: los ricos, sobre todo los más ricos, se van haciendo mucho más ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se van haciendo mucho más pobres (Zygmunt Bauman). Este hecho no es algo normal.
Es, sencillamente, la última consecuencia de la insensatez más grave que estamos cometiendo los humanos: sustituir la cooperación amistosa, la solidaridad y la búsqueda del bien común de la Humanidad por la competición, competición, la rivalidad y el acaparamiento de bienes en manos de los más poderosos del Planeta.
Desde la Iglesia de Jesús, presente en toda la Tierra, se debería escuchar el clamor de sus seguidores contra tanta insensatez, y la reacción contra el modelo que guía hoy la historia humana. (R José Pagola) P. Luis Alarcón Escárate Párroco San José-La Merced Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó.