Cristóbal Marín: “El desierto ha sido un aliado de la memoria colectiva”
"U na oscura sensación de melancolía" se apoderaba de Cristóbal Marín. Corría febrero de 1988 y una noche no pudo vencer el insomnio. Salió de su casa a caminar y terminó dando una larga vuelta por Santiago que lo llevó a visitar prácticamente todos los cines del centro. A las cinco de la mañana figuraba en un bar de San Diego frente a una cerveza y una libreta, donde anotó un par de líneas. Cuando regresó a su casa, durmió unas horas y despertó con una idea: viajar. Poco después figuraba en un bus camino a San Pedro de Atacama. Iba al desierto. Viajar es el mejor remedio para la melancolía, escribió el ensayista británico Robert Burton en Anatomía de la melancolía, un libro de 1621 que Marín leyó deslumbrado algunos años después de ese viaje intempestivo. No era el único consejo que daba: también recomendaba escribir.
Licenciado en Filosofía, doctor en Estudios Culturales y vicerrector académico de la Universidad Diego Portales, Marín echó mano de los remedios de Burton al pie de la letra: muchas veces viajó para espantar melancolías fugaces y luego ocupó esas experiencias para escribir.
La de 1988 no era la primera vez que estuvo en el desierto y tampoco fue la última: en 2019 volvió, otra vez para ahuyentar cierto "estado melancólico". Y para algo más. "En parte esperaba comprender mejor el pasado de ese territorio y rastrear las huellas de su devastación.
Lo que más me cautivaba era volver a visitar los restos y ruinas de su larga historia, que acechaban desde la arena como fantasmas: pukarás, geoglifos, cementerios, tumbas, momias, huesos, prisioneros, fábricas, minas, puertos y trenes", escribe Marín al inicio de su nuevo libro, Atacama fantasma. Viaje a la memoria del desierto.
Recién llegado a librerías, se trata de una suerte de secuela de Huesos sin descanso, volumen que publicó en 2019 y que levanta un mapa de la Patagonia siguiendo el destino de un grupo de indígenas fueguinos que en el siglo XIX fueron llevados a Inglaterra como atracciones de feria, y de otros diversos aventureros y exploradores europeos que recorrieron el fin del mundo.
Describir Huesos sin descanso es quedarse corto, porque Marín se mueve por decenas de historias y personajes para documentar cómo los ecos de nuestra historia reverberan en los destinos más improbables de los restos humanos de la Patagonia. El libro también cumplió un destino inesperado para uno de su especie: de boca en boca, se fue convirtiendo en un pequeño fenómeno en el ámbito del ensayo y hasta ahora ha agotado cinco ediciones.
Autor de algunas crónicas para el diario La Época a fines de los 80 y de varios papers en su carrera académica, con 59 años Marín llegó a ser un escritor capaz de renovar las reglas del ensayo. Marín cuenta que Huesos sin descanso fue un trabajo de al menos 20 años. Cuando decidió escribir Atacama fantasE 6 ARTES Y LETRAS DOMINGO 11 DE JUNIO DE 2023 Revista de Libros ma ya tenía un sistema que tomaba de autores como Thomas de Quincey, Borges o W. G. Sebald.
Hecho de digresiones, el libro es un ensayo de 500 páginas en el que Marín reconstruye episodios como las dramáticas travesías de Diego de Almagro y Pedro de Valdivia por el desierto en el siglo XVI; el descubrimiento de la momias Chinchorro; el auge y caída de las salitreras; la matanza de la Escuela Santa María, el destino maldito de Pisagua como centro de tortura en dictadura, e incluso los días más duros del sacerdote Emilio Vaisse perdido en el desierto y la chispa que lo convirtió en el primer crítico de Chile. "Creo que entre los libros hay una conexión doble", dice Marín. "Sigo con la reflexión sobre la mortalidad y en vez de los huesos, ahora están las momias, que son una forma de mostrar la muerte, pero a la vez la inmortalidad. Y continúa la reflexión en torno a dimensiones o historias que nos han constituido como país. Historias ancestrales, de los pueblos originarios que habitaron el desierto o la Patagonia, como también historias posteriores que constituyeron lugares como el desierto de Atacama", explica. Quizá el hilo del libro es un sustrato de muerte que el desierto se resiste a dejar ir: por las condiciones ambientales, los restos humanos perduran muchísimo más que en otras localidades.
Arqueólogos como Max Uhle, que desenterró miles de osamentas por todo el altiplano y a inicios del siglo XX descubrió las momias chinchorro, o el padre Gustave Le Page, que hizo masivas excavaciones aun en los años 50, son personajes que Marín disecciona como sujetos de novela.
Pero también el destino del "hombre de cobre", un minero que murió en Chuquicamata hace por los menos 1.500 años y que con el tiempo en su cuerpo se infiltró el cobre hasta volverlo de un color verdoso. Esa momia fue exhibida por años como una atracción en Estados Unidos, estuvo en manos del millonario J. P. Morgan y luego llegó al Museo de Historia Natural de Nueva York. "Es una historia que resume el libro: la errancia del cuerpo humano momificado", dice Marín. Atacama fantasma sigue los viajes que en 2019 hizo Marín a sitios cargados de historias en el desierto.
Desde los restos de las salitreras, hasta museos en San Pedro, pasando por cementerios diseminados en la soledad de desierto y la cárcel de Pisagua (que albergó a prisioneros de la Ley Maldita en 1947 y fue un centro de la dictadura en los 70). En cada episodio, Marín mezcla el relato personal con hechos históricos. "Mi idea es meter todo adentro del ensayo: narrativa, novela de formación, autobiografía, minibiografía, relatos periodístico, antropología. Tratar de radicalizar el ensayo y quebrar los límites de los géneros literarios", explica. --¿ Cómo llegó a obsesionarse con el desierto? --La primera vez que fui tenía seis 6 años. Yo vivía en el campo. Y el desierto sorprende a cualquiera. Me debe haber quedado grabado en la memoria y luego varios viajes me fueron reforzando el impacto. También con todas sus historias, porque cuando vas al desierto ves la ruinas de las salitreras, las momias Chinchorro o del padre Le Paige, o de Pisagua, que es un pueblo fantasma. Luego, eso lo investigué sobre todo con testimonios directos. No me interesaban tanto los libros de historia, sino los relatos de personas que vivieron esos hechos. Los diarios de Santiago Humberstone en las salitreras, o de José Francisco Vergara en la Guerra del Pacífico.
Ahí está la historia vivida y a través de esos testimonios, uno puede conectar mucho más su propia historia vivida en el desierto. --Aunque el libro reconstruye informaciones históricas de varios siglos, los relatos surgen desde experiencias personales. --La memoria es una chispa para encender la memoria colectiva, que es la que más me interesa. Me parece atractivo que sean los recuerdos lo que desaten la narración, porque dan cuenta de que son historias aún presentes, no ancladas en el pasado. Al llevar al extremo la subjetividad te vas a encontrar con algo mayor, incluso objetivo. Y eso tiene momentos más dramáticos, como en el caso de los cuerpos de los detenidos desaparecidos. Cuando aparecieron en la fosa de Pisagua estaban momificados intactos.
Aún es una historia que está vigente y el desierto ha sido muy aliado de la memoria colectiva: el desierto desafió el olvido al conservar los cuerpos. --En el desarrollo del libro, pareciera que se vuelve inevitable arribar hasta los episodios de los detenidos desaparecidos ocurridos en el desierto. --Es ineludible. Yo viví la dictadura cuando estaba en la universidad y conocí parte de su lado más oscuro. Cuando en los 90 apareció la fosa de Pisagua fue muy terrible. Las imágenes son dramáticas. Yo sabía a lo que iba cuando fui a Pisagua, pero es distinto estar ahí: hay algo maldito. Relato con muchos detalles el horror del 73, pese a que hay cosas para las que el lenguaje no podría servir. Así y todo hay que narrarlo. No sé por qué no, pero no ha sido totalmente narrado. Es muy difícil. Yo hice un intento. Además, Pisagua es muy terrible porque se mezcla una historia con relativo esplendor, con un teatro que recibió grandes cantantes, y después viene el horror. El contraste es muy fuerte. Pisagua condensa un poco la historia de Chile en una caleta. --¿ Qué simboliza el desierto para Chile? --Mucho. Cuando investigaba me sorprendió que el desierto de Atacama es protagonista de muchas de las historias que construyeron Chile. El origen de la riqueza de Chile está en desierto, el salitre, cobre, la plata, ahora el litio. Luego, el origen de la arqueología y la historia natural está en el desierto; incluso de la crítica literaria. La Guerra del Pacífico construyó concretamente parte de Chile, porque muchos de esos terrenos eran peruanos y bolivianos. Eso sorprende, porque no está tan visible el protagonismo que ha tenido el desierto. ENTREVISTA Cristóbal Marín: "El desierto ha sido un aliado de la memoria colectiva" ROBERTO CAREAGA C.
Después de su aplaudido debut con Huesos sin descanso, el vicerrector de la UDP publica Atacama fantasma, un ensayo hecho de crónicas y notas personales que reconstruye múltiples historias decisivas para Chile que ha albergado el desierto, hilado por la melancolía, el hallazgo de momias y la muerte. ATACAMA FANTASMA Cristóbal Marín Debate, 488 páginas, $20.000. ENSAYO En 2019 Cristóbal Marín recorrió varios lugares del desierto de Atacama, como este cementerio. GABRIEL MARÍN Cristóbal Marín: “El desierto ha sido un aliado de la memoria colectiva”.