Autor: Por Heraldo Muñoz Excanciller de Chile
Columnas de Opinión: NOSTALGIA DE LO PERDIDO
Columnas de Opinión: NOSTALGIA DE LO PERDIDO E I año pasado, entre Navidad y Año Nuevo. cerro sus puertas el icónico restaurante del barrio Estación Central El Hoyo. El fin del restaurante, por la fecha, fue silencioso. Para mi, nieto de su fundador, Benjamin Valenzuela, fue un cierre triste. Junto a EI Hoyo desapareció también un barrio que fue residencial, de clase trabajadora y media-baja. En sus orígenes, el restaurante fue la casa y una bodega adyacente de mis abuelos y su descendencia, en la calle Gorbea, entre Exposición y la esquina de San Vicente. Durante años opero como un "clandestino", porque solo tenía patente para depósito de licores. La chicha primaveral era uno de sus productos fuertes. La competencia recelaba de la popularidad de El Hoyo, y una vez difundió el rumor de que un perro habia caido muerto en una de las pipas gigantes donde se almacenaba la chicha. El infundio no resultó. De hecho, se hizo popular la "chicha con perro" de El Hoyo.
Vivía pasos del restaurante, donde mis memorias se remontan a las pichangas de futbol callejeras y al bebedero para caballos de las carretelas que trasportaban verduras a la Vega Poniente, del cual bebiamos en los entretiempos del fútbol. Cuando mi abuelo falleció, el restaurante quedo a cargo del hijo mayor, Armando Valenzuela. Mis primos inventaron el famoso trago conocido como "terremoto", vino pipeno mezclado con helado de pina. Nunca obtuvieron "royalties" de esta invención criolla. En una visita a Chile. Anthony Bourdain califico a El Hoyo como el lugar de la mejor comida de nuestro país. A El Hoyo concurrian políticos de todos los colores políticos, figuras de la élite y trabajadores ferroviarios. Alli lancé mi breve candidatura presidencial. Llegaron inmigrantes chinos y con su espíritu emprendedor en pocos años progresaron, compraron casas viejas y levantaron tiendas de artículos chinos. Los vecinos se mudaron, y esa zona de Estación Central se transformó en una eminentemente comercial. Entretanto, otros migrantes y chilenos se instalaron con toldos azules en las calles. El Hoyo resistió todo lo que pudo. El barrio se torno inseguro y ya no pudo funcionar de noche. Siempre hubo robos menores y alcoholismo, pero no asesinatos tipo sicariato. Acceder al restaurante se hizo frustrante por los cientos de carros de mercadería y los toldos azules abarrotando las calles aledañas. El local de El Hoyo fue comprado por empresarios chinos. Con mi familia almorzamos el sábado previo al cierre. Llevé a mi nieta, Lila Rayen, a ver, por última vez, un mural donde aparece mi abuelo retratado hace un siglo, junto a familiares y amigos. Habrá un nuevo El Hoyo en el barrio Italia, con iguales platos y excelente servicio. Pero se acabó El Hoyo de Estación Central, porque el país cambió. Quedan las memorias de una era de inocencia perdida.. Lo que pasó en la semana