Autor: JUAN RODRÍGUEZ MEDINA
“Estamos en los hilos del lenguaje para jugar”
“Estamos en los hilos del lenguaje para jugar” Entrevista a Aïcha Liviana Messina: U na cola eterna en el Regishabilitan para los trámitro Civil, de esas que se tes urgentes. Era un día gris, frío, recuerda la filósofa Aïcha Liviana Messina (1976), académica de la UDP. Ahí, en ese tiempo muerto, nació un libro. “Mientras yo estaba en la fila, mi hijos jugaban, se salían de la fila. Yo, horas esperando. Ellos, horas jugando. Yo en línea con el tiempo; ellos abierto al espacio, abriendo el espacio. En el espacio se juega la fugacidad. Ocurre la fugacidad. En la espera, en cambio, el tiempo adquiere densidad. El tiempo no pasa, pero el instante se fija. Esperar es volverse un material para el instante.
Esta mañana, larga y gris, me transformé en la materia de mis sensaciones, en un rollo fotográfico que busqué revelar escribiendo”. Hay fugacidad y hay espera en “Ninguna letras está sola” (Overol), el libro que Messina comenzó aquel día.
Autora de “Feminismo y revolución”, “La anarquía de la paz” y “Una falla en la lógica del universo” (con Constanza Michelson”), la filósofa compone en su nueva obra un abecedario de ida y vuelta, como dice el subtítulo, una serie de palabras que dan lugar a breves ensayos.
“Escribo por lo general con mi teléfono y l u e g o e l a b o r o e s t a m a t e r i a p r i m a ”, cuenta Messina. “En ese momento”, con ella en la fila y sus hijos fuera de la fila, agrega, “se me ocurrió escribir la letra E, Enamorarse.
Me acordé de Barthes: enamorarse es esperar al amado/a”. El libro comienza con “Alegría”, luego pasan, entre otras palabras, “Bailar”, “Cementerio”, “Fiesta”, “Ilusión”, “Kafka”, “Tristeza”, “Vacaciones” y la onomatopeya “Zzz”. Y vuelta: “Vivir”, “Tristeza”, “Reír”, “Porvenir”, “Mamá”, “Jean-Luc Nancy”, “Felicidad”, “Casa”, para terminar de nuevo con “Alegría”. Un diccionario define palabras y expresiones. Lo suyo, en cambio, es un abecedario. ¿Por qué? “El diccionario recoge definiciones, es cierto. El abecedario tiene algo más elemental. Con un abecedario aprendemos a escribir, entramos en el mundo del lenguaje. Las letras son a la vez la selva, el lugar donde aventurarse, el espacio de las combinaciones, de las relaciones, entre palabras, entre personas, entre seres vivos y muertos.
Al escribir un abecedario quise colocarme en este lugar donde al aprender algo de las letras aprendo ante todo que estoy colocada entre los vivos, los muertos, lo sensorial, la imaginación, lo conceptual, la historia”. ¿Por eso en “Cementerio”, el terreno “destinado a enterrar cadáveres”, según el diccionario, usted habla de los vivos? “En la letra C de Cementerio no busqué decir qué es un cementerio, sino cómo entro y salgo del cementerio, qué experiencia del espacio hacemos después de haber leído el nombre de un ser querido, letras que se quedan en la lápida. ¿Cómo el lenguaje, sus letras, intervienen en la vida? Es lo que busco con las palabras Kafka, Wagón, Umbral o Ñoño/a, por ejemplo. El lenguaje es inagotable.
No podemos definir muy vital también, porque es con el lenguaje que nos hallamos en un mundo”. El libro deja una sensación de alegre melancolía. ¿Qué sensación le dejó a usted el escribirlo o en qué disposición anímica lo escribió? “Tuve la misma sensación que tú. El libro abre y cierra con la palabra Alegría. La última ocurrencia de la palabra Alegría es melancólica, o al menos se hace cargo de cierta melancolía”. ¿Por qué? “Pues, porque digo adiós al libro, a esta escritura que fue un recorrido, una experiencia. Con este libro no busqué decir algo de mí (ser la materia del libro), pero sí busqué dejar hablar algo de lo que el lenguaje hace de mí, de mí como ser transitorio. Busqué hablar del modo en el cual el lenguaje nos afecta, nos promete, nos abre y nos cierra caminos.
El lenguaje es muy vital, es absolutamente vital, aunque en el lenguaje se aloja también la muerte, la muerte de otros y la de uno, que a veces soñamos, y también la intimidad con los muertos (y con los vivos). Escribir sobre lo ZEPÓLOSNOFLAOIGRES que el lenguaje hace de nosotros es escribir sobre esta intimidad entre la vida y la muerte, la alegría y la melancolía”. ¿Hay tiempo, actualmente, para esperar y para el instante? ¿ Para enamorarse, por ejemplo? “Enamorarse es estar predispuesto hacia otro que se nos escapa. Es esperar y encontrarse consumido por la espera. Y sin embargo hoy no hay tiempo. No hay tiempo por razones económicas, y por razones climáticas. La forma que tenemos de abordar el cambio climático y su impacto nos construye sin este carácter indeterminado del tiempo.
Sin la idea de que el tiempo arregla las cosas, las heridas, por ejemplo”. ¿Estamos cerrados al otro, a lo inesperado? “Hay un discurso social que busca prevenir esa apertura, que promueve el autocuidado, el control. Probablemente siempre ha habido discursos así. Pero estos discursos sociales no pueden prevenir ni que los niños jueguen, ni que a uno le toque esperar horas, en una ciudad gris, la entrega de unos papeles de identidad. Entonces, pese a todo, sí hay tiempo para el instante y la espera. Lo hay porque se trata de un tiempo que ocurre a pesar de uno, incluso en contra de uno”. del Instituto de Filosofía UDP. de una vez por todas Ñoño/a. Esa palabra es un enredo, pero un enredo feliz.
Como los gatos apasionados con lo que se mueve y se les escapa, estamos en los hilos del lenguaje para jugar, para encontrar un camino, para hacer algo En “Ninguna letra está sola”, la filósofa ensaya sobre el nacimiento, la vida y la muerte a partir de palabras como “Alegría”, “Bailar”, “Cementerio”, “Ilusión”, “Kafka” y “Tristeza”. NINGUNA LETRA ESTÁ SOLA Aïcha Liviana Messina Overol, 2025,158 páginas, $15.900 ENSAYOS. Aïcha Liviana Messina