COLUMNAS DE OPINIÓN: Creer
COLUMNAS DE OPINIÓN: Creer OPINIÓN PADRE RAÚL HASBUN HASBUN Creer ay muchas cosas que no podemos ver y comprobar. Entonces debemos creer. Nos pasa con las etiquetas de alimentos y medicamentos. Cuando vamos al médico, subimos a un avión o nos confesamos ante un sacerdote. No hay tiempo y modo de comprobar su profesionalidad. Debemos creer, la mayor parte de lo que vemos y hacemos. Aquí resalta la figura de Tomás, el apóstol incrédulo de la Resurrección de Cristo. Dudó, Tomás, del testimonio de sus otros após= toles. Que le aseguraban haber visto a Jesús, vivo y resucitado. Que incluso comieron con Él. Antes de morir, Cristo les había dicho: "Si alguno duda del testimonio de mis enviados, está dudando de Mí". Claramente, a Jesús no le agrada que duden de lo que dice, anuncia y promete. Porque tiene autoridad e infalibilidad divina. Pero Tomás exigió evidencias personales: verlo vivo, meter su mano y su dedo en sus llagas. Ocho días más tarde, el Resucitado se apareció de nuevo, mostró sus llagas al incrédulo, y lo invitó a creer para ver. Tomás, rindiéndose, sólo exclamó: "Señor mío y Dios mío". Aprendió que hay que creer para ver, Pero son múltiples los testigos que vieron a Cristo Resucitado.
Primero los soldados, que conocieron su Resurrección y se dejaron sobornar por los sumos sacerdotes para que alegaran : "mientras dormíamos, sus discípulos vinieron y se llevaron su cuerpo". Versión que según San Mateo, circula hasta hoy. Pero además las mujeres fieles al Maestro, también dudosas (por algo lo embalsamaron) lo vieron resucitado. Y corrie= ron jubilosas a anunciarlo a los apóstoles, que las consideraron trastornadas. Después se rindieron ante la evidencia. Mucho más tarde, Saulo, implacable encarcelador de cristianos, terminó convirtiéndose en San Pablo, principal Embajador de Cristo ante los paganos. Porque vió a Cristo Resucitado, cuando se dirigía a Damasco para perseguir y arrestar cristianos. Jesús lo fulminó con un rayo, lo encegueció, y lo invitó a bautizarse, ser cristiano y predicar el Evangelio de la Resurrección. Lo hizo admirable y constantemente. Hasta llegar a ser mártir de la Resurrección de Cristo. Muy consciente, por experiencia propia, de que en cada cristiano que encarcelaba, estaba presente Cristo. Por eso insistió tanto, Pablo, en afirmar que Cristo es la Cabeza, y sus devotos son miembros del Cuerpo Místico de Jesús: la Iglesia. Entre Jesús Cabeza, y los cristianos miembros de su Cuerpo, rige solidaridad de pasiones, intereses y destinos. Comparten dolores y triunfos, muerte y resurrección.
A quienes afirmaban que los muertos no resucitan, y tampoco Cristo, Pablo afirmó: "Si Cristo no ha resucitado, los cristianos somos los seres más desdichados del mundo". Pero es jubilosamente cierto que resucitaremos con Él, para obrar con misericordia y merecer ingresar a la eterna Alegría. ingresar a la eterna Alegría..